En la industria de biodiesel argentino comenzó a sentirse las restricciones a las importaciones que impuso la Comunidad Europea el año pasado.

Hasta 2011, España era el principal destino de las exportaciones argentinas de biodiesel. Pero incluso antes de que la relación entre ambos países se viera resentida por la expropiación de las acciones de Repsol en la petrolera YPF, este sector ya sufría los embates de las restricciones a las importaciones españolas que se aplican en el mercado local y de las que implementó la Comunidad Europea a este combustible.

Así, las ventas de biodiesel a España tuvieron en febrero su peor desempeño desde 2009, y totalizaron apenas 68.518 toneladas.
Según publicó el diario El Cronista, grandes empresas invirtieron más de u$s800 millones en el polo agroindustrial argentino para producir biodiesel, además de unas 30 Pyme que creyeron en la promesa de ese mercado que florecía de la mano de la producción sojera. No por nada, en 2011 la industria nacional exportó biodiesel a España por más de u$s1.000 millones.

Pero en abril pasado, a pedido de los productores españoles, una decisión ministerial publicada en el Boletín Oficial de ese país determinó la prohibición de hecho a la importación de biodiesel extracomunitario, dejando afuera a la Argentina del negocio. Más adelante, el gobierno español flexibilizó esa medida, después de que la Argentina planteara una demanda ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Pero entonces la represalia vino de la Comunidad Europea que, a fines de enero aumentó los controles sobre las compras argentinas, obligando a registrar las operaciones para cobrar derechos antidumping retroactivos si las investigaciones en curso determinan que se aplica este caso.

En este marco, de acuerdo al matutino, sólo una parte de las exportaciones que iban dirigidas a España lograron ser redireccionadas a Estados Unidos.
Más aún, el gobierno nacional subió el año pasado en 10 puntos las retenciones a las exportaciones de biodiesel, y bajó el precio que cobran los fabricantes por el producto que venden en el mercado interno, profundizando así la crisis que vive la industria local.

En este contexto de restricciones cambiarias y dificultades para hacerse de dólares, el Gobierno deberá enfrentar una nueva complicación: las exportaciones de energía, que años atrás aportaban una parte sustancial del ingreso de divisas al país, muestran una sostenida caída durante los últimos meses y alcanzaron en enero de este año su mínimo en la última década.

De acuerdo con números oficiales, las ventas de derivados del petróleo al exterior en el primer mes del año (último dato conocido) permitieron el ingreso al país de 150,22 millones de dólares. Es el valor más bajo desde la crisis de 2001, cuando a pesar del estancamiento de la economía y la conflictividad social los saldos exportables hicieron un suculento aporte a la balanza comercial, por encima de los 4000 millones de dólares, con resultados mensuales en torno de los 300 y 400 millones de dólares.