Soy asesor en el sudeste cordobés e integrante del INTA Corral de Bustos.. ¿Cuál es el potencial de rendimiento de los cultivos actuales? Esa es una pregunta que nos hacemos cada vez más frecuentemente cuando finalizamos una campaña, como en este caso con trigo, con rindes altos.

Podríamos empezar el análisis por numerosas variables y destacar los beneficios de cada una sobre el cultivo, pero la construcción del rendimiento viene de la mano de poner en composición el todo. Es esa interacción que proponemos en el lote entre genotipo, semilla-individuo que incorporamos al sistema, el ambiente en el cual queremos que se establezca de la mejor manera, formado por agua, el sustrato (suelo) y todos los factores bióticos con los cual interactuará y el manejo que está compuesto por todas las medidas de acción que le propongamos a estas interacciones.

La genética empieza a explicar en gran medida los buenos resultados, no sólo por la capacidad de transformar agua y nutrientes en kilos de granos, sino además por las diferentes aptitudes para transitar su ciclo en compañía de enfermedades e insectos.

En materia de mejoramiento genético de las variedades e híbridos se viene avanzando a paso firme en cuestiones de capacidad de transformar recursos en rendimientos esperados, pero ese crecimiento no viene acompañado de la misma manera en comportamiento a enfermedades. Este que parece un dato menor no lo es tanto cuando se necesitan hasta tres tratamientos con fungicidas para llegar a cosecha en los lotes bien manejados y ni hablar en los que están desprovistos de asesoramiento donde las disminuciones de rendimiento llegan a ser de hasta el 60% por no efectuar tratamientos de protección.

Suponiendo que el "auto está" y funciona muy bien, ahora hay que ver en qué "circuito" transita. Y es aquí la clave de los rendimientos excepcionales que venimos experimentando en estas últimas campañas, en la pista en la cual lo hacemos correr a ese supuesto Fórmula 1 que creemos haber comprado.

Teniendo agua y buena relación de precios entre nutrientes y cultivo, la elección de muchos productores fue volcarse hacia un aumento en las fertilizaciones habituales. Además de los fertilizantes comunes o mezclas utilizadas como arrancadores, numerosos productores empezaron a experimentar con la incorporación de micronutrientes a sus estrategias de fertilización de base, y lo más importante en cuanto al manejo de la fertilización: cuánto, cómo y dónde involucrar al nitrógeno dentro de la estrategia.

Hoy hay entre la media de los productores una gran concientización acerca de la respuesta de las gramíneas al aporte de nitrógeno. En campañas "regadas" como estas últimas no encontramos grandes diferencias en cuanto al modo de aplicación del fertilizante, pero si en cuanto al momento y cantidad.

En trigo convivimos con enfermedades que te "sacan de la cancha" como roya del tallo y amarilla sino se las trabaja a tiempo. Si bien en las enfermedades se empieza a trabajar desde la elección del material genético seleccionado, muchas veces su condición predisponente generalizada a alguna enfermedad la estrena en esa misma campaña. Por ello el monitoreo se vuelve fundamental en la construcción de resultados.

Otro factor climático principal en la búsqueda de altos rendimientos, además del agua, es la temperatura, en especial en los períodos donde se determina gran parte de su rinde. Para el ejemplo del trigo, en la zona estamos atravesando inviernos donde no sólo las heladas no repercutieron sobre floración, sino que venimos de unos periodos de llenados de granos con temperaturas frescas propicias (por debajo de las medias históricas) sin las acostumbradas amplitudes térmicas comunes en nuestra zona que no solamente nos repercutían sobre el rinde sino también sobre la calidad.

La construcción de los rendimientos excepcionales tiene sus respuestas en cuestiones climáticas ambientales, apoyadas y por la planificación y el manejo.