Sin embargo, esta posición no se termina imponiendo. Son pocos los que se hacen efectivamente cargo del problema. Sucede como en las elecciones, que al momento del recuento de los votos nadie reconoce haber votado por el candidato malo que misteriosamente termina ganando.

En el juego de ambigüedades participan hasta las dos grandes organizaciones tecnológicas, CREA y Aapresid, como resultado de la indefinición respecto del reconocimiento de la propiedad intelectual en las semillas. Digo esto porque nunca hubo una posición clara al respecto, y si bien en sus declaraciones públicas siempre reconocieron el derecho, terminaron incluyendo cláusulas condicionales de imposible cumplimiento.

Las gremiales que integran la Mesa de Enlace, en los primeros tiempos de la discusión, buscaron todas las excusas disponibles para oponerse al reconocimiento de la propiedad intelectual y públicamente lo expresaron. Luego apareció Monsanto para darles otra excusa.

Sin justificarlas, llego a entender la actitud de las gremiales, pero no entiendo la cómoda ambivalencia de las tecnológicas a pesar de pertenecer a una de ellas.

La realidad es que se trató de reducir el problema a la intención de no pagar las tecnologías por parte de las gremiales y por el otro lado Monsanto tratando de cobrarlas. Esta discusión lleva muchos años, pero hoy es imposible seguir sirviéndose de ella. Está en juego la inclusión de muchos eventos sin los cuales quedaríamos muy retrasados tecnológicamente.

La contracara del conflicto es la pérdida de competitividad de los criaderos que no pueden cobrar por sus derechos por las obtenciones de germoplasma y esta situación ha llevado a la desaparición de la mayoría.

Pareciera hoy que hasta las gremiales han virado hacia el reconocimiento, lo que es muy auspicioso. El problema lo plantea el hecho de reconocerlo solamente en la compra de la bolsa y dejando el uso propio en una nebulosa sin definiciones respecto a si debe ser gratuito u oneroso o por cuanto tiempo debe pagarse y esto nuevamente otorga beneficios a los espectadores.

También tengo que incluir en esta imagen de ambigüedad a las cadenas de la soja y el trigo que por su compleja conformación se les hace muy difícil encontrar un sistema de reconocimiento de propiedad intelectual cuando se trata de uso propio. Compatibilizar los intereses de cada eslabón dentro de la cadena es posible solamente si se logra poner por encima de todos ellos el interés común.

Organizaciones que hoy tienen proyección internacional no pueden mostrar otra imagen al mundo que no sea la más transparente en cuestión de respeto de los derechos intelectuales.

Para aportar una idea que podría solucionar el problema que plantea el uso propio teniendo en cuenta que se trata muchas veces de una necesidad y el objetivo de la propuesta no es comercial sino simplemente proteger el derecho del obtentor que se habilitaría mediante el pago de una tasa a la producción. Para la recaudación de esa tasa propongo la aplicación del sistema de Regalía Global con todas las excepciones necesarias. Esta alternativa surgió después de arduas discusiones en el seno de una empresa formada en su mayoría por productores.