Para afrontarlo se precisa un correcto diagnóstico y la adopción de medidas integrales. El clima es un actor destacado y en los últimos años afectó seriamente a las comunidades del interior. Pocas veces se vio la provincia de La Pampa con amplios sectores de su geografía bajo el agua y corte de rutas.

Las inundaciones y las sequías forman parte del ecosistema pampeano. Registros históricos muestran la ocurrencia de ambas en reiteradas ocasiones. Lo atestiguan los relatos de viajeros que transitaron tempranamente por estas tierras. Hoy, posiblemente como producto del Cambio Climático, las lluvias, por su intensidad, están provocando frecuentes daños sociales, económicos y ecológicos de gran magnitud.

Una inundación es la suma de varias situaciones. Ante todo, y fundamentalmente, que existan lluvias que por cantidad o modalidad generen grandes excedentes hídricos. La topografía también cuenta. La Pampa Arenosa carece de grandes cauces naturales para eliminar excesos. Su relieve, caracterizado por antiguos médanos, dispuestos en algunos sectores en forma paralela y transversal a la pendiente o de contorno parabólico, como en Bolívar, agrava la situación.

La napa es otro determinante. Frente a abundantes lluvias, si están profundas pueden amortiguar la posible inundación. Como ejemplo, en 2012 en la cabecera de 9 de Julio llovió el doble de la media histórica (1900 mm) y no se produjeron anegamientos de gran importancia, porque las napas estaban profundas.

El hombre, también hace su contribución. El cambio productivo iniciado en los ?90 alteró los balances hídricos regionales. Aumentó el agua sobrante entre lo aportado por las lluvias y lo consumido por los cultivos. La soja, cultivo dominante en las últimas décadas, tiene un consumo muy inferior a lo precipitado anualmente en el ciclo húmedo actual. Si llueven 900 mm por año o más y la soja consume aproximadamente 500 mm en su ciclo, el excedente alimenta lagunas y napas. Si se repite con los años, las freáticas se acercan a la superficie y pueden desencadenar el problema.

La pérdida de pasturas, primero por el avance agrícola y luego por la monocultura sojera, eliminó un factor de consumo importante de agua. Una pradera base alfalfa en buenas condiciones de producción puede llegar a consumir 1500 mm por año. El triple que la soja.

Las soluciones deben ser integrales y con amplia participación y consenso público-privado. Se deben promover políticas públicas que desalienten el monocultivo y estimulen las rotaciones con gramíneas y la diversificación productiva. El doble cultivo (trigo/soja o cebada/maíz) juega un rol importante, igual que las praderas, al incrementar el consumo de agua en años húmedos. Se precisan obras de infraestructura para mitigar daños en momentos de excesos. Pero no hay obras simples y rápidas que solucionen el problema. El agua acumulada es inmensa y la geografía no favorece la realización de proyectos sencillos. Los productores deben ser conscientes de que son actores importantes y que influyen en el entorno. El Manejo de Cuencas es una alternativa posible, coordinando actividades de conservación y manejo de suelo, agua y de otros recursos, entre diferentes sectores de una cuenca hidrográfica, a fin de maximizar los beneficios sociales y económicos.

Los especialistas aconsejan redes de alarma a partir del monitoreo regional de las napas, para predecir con antelación las inundaciones. Las freáticas hoy son un problema pero pueden ser un aliado en momentos de escasez, aportando agua a los cultivos. Porque también las sequías forman parte del ecosistema pampeano.

En síntesis, este problema que afecta a muchas comunidades pampeanas se encara con soluciones integrales y no responsabilizando a unos pocos actores.

El autor es integrante del INTA 9 de Julio