El agua, de a poco, comienza a bajar. El barro, a secar. La llegada del invierno y sus menores precipitaciones simulan un alivio en las zonas más afectadas por las inundaciones. Pero la desazón y la angustia de perder todo, o casi todo, y empezar desde cero aún flota en los pensamientos de los más damnificados. Y lo que viene podría ser más drástico: las lluvias extremas y el desborde de ríos y lagunas seguirán generando inundaciones en la Argentina. Así lo alertan especialistas del Banco Mundial, el Conicet y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). El cambio climático obligará a vivir con las botas puestas.

El informe del Banco Mundial, “Análisis ambiental del país: Argentina”, publicado en 2016, considera que “las inundaciones son el mayor desastre natural que amenaza al país y representan el 60 por ciento de los desastres naturales y el 95 por ciento de los daños económicos”. El reporte, realizado por un equipo de expertos en desarrollo sostenible, medioambiente y recursos naturales, detalla que las inundaciones ribereñas -desborde de ríos- producen los mayores daños económicos (49 por ciento), mientras que los anegamientos urbanos significan el 45 por ciento. Se estima que los daños causados por el agua equivalen cada año al 0,7 por ciento del PBI.

Si bien la investigación reconoce que “la cantidad e intensidad de las precipitaciones se incrementó” (el volumen de lluvias creció 20 por ciento entre 1961 y 2010), apunta al impacto de las acciones humanas: “La deforestación en las cuencas altas, una infraestructura deficiente de drenaje en el área rural y las mayores precipitaciones contribuyen a un riesgo acrecentado de sufrir inundaciones”. El reporte aclara que, a pesar de que uno de cada tres argentinos vive en áreas altamente expuestas a inundaciones, estos eventos “no son considerados un problema ambiental importante para su gente”.
Inés Camilloni, investigadora del Conicet y coautora del libro ‘La Argentina y el cambio climático’, explica: “Las proyecciones indican que en la Argentina va a aumentar la frecuencia y la intensidad de los eventos extremos. Hay una tendencia a que llueva más”. La zona centro-este, según Camilloni, se convirtió en una región altamente vulnerable a la ocurrencia de inundaciones. “Es una combinación de fenómenos. Si no estuviera lloviendo cada vez más, la amenaza no sería tan grande. Pero más lluvia, con una planificación inadecuada de la utilización del suelo (uso extensivo de la soja) y una gestión de recursos hídricos que no es integral genera las consecuencias actuales”, señala.

El transcurso de 2017 no hace más que confirmar las alarmas de los especialistas. Hasta mayo, según los últimos informes del SMN, hubo marcas inéditas de precipitaciones en 12 provincias, que provocaron graves inundaciones en cascos urbanos y, sobre todo, en áreas rurales, generando pérdidas millonarias. Se produjeron en los primeros cinco meses del año 18 récords diarios de lluvias y otros 19 mensuales. Las principales zonas afectadas, donde se superaron los valores medios, son el sur de Chaco, sur de Tucumán, sur de Santa Fe, sur de Entre Ríos, centro y norte de Buenos Aires, y este de Chubut. Se suma un segundo semestre de 2016 con precipitaciones extensas en el centro del NOA, centro y sur del Litoral, este de Formosa, norte de Chaco, sur de Córdoba, centro de Santa Fe, norte de La Pampa y norte de Mendoza.

El caso más extremo fue el de Comodoro Rivadavia, en Chubut. En marzo llovió 17 veces más de lo normal. El día 30 fue la catástrofe: cayeron 232 mm, récord absoluto para un día; superó el anterior de 48,3, en 1976. En total fueron 320,4 mm en el mes, batiendo los 140,6 mm de 1946. Y abril no ahorró disgustos: el día 6 llovieron 63 mm, récord histórico para ese mes en una zona del país que pertenece a la extensa región de clima árido, en donde la lluvia anual normalmente no supera los 250 mm.

En un día llovió la media de todo el año. El fenómeno afectó a unas 120.000 personas y hubo que lamentar una víctima fatal. Más de 2000 familias tuvieron que abandonar sus viviendas, de las cuales 800 se vieron gravemente afectadas con más de un metro de barro adentro y 150 sufrieron destrucción total (esos afectados, por ahora, se alojan en módulos habitacionales). Dos meses después, Comodoro Rivadavia intenta recuperarse. “Estamos en una etapa de remediación.

La ciudad, en general, está recuperada, pero aún falta la restitución de viviendas. Hay cosas que todavía no vemos. Cada nueva lluvia nos afecta en los social y en lo psicológico: hay miedo de que nos pase algo similar”, relata Guillermo Cherenichenko, subsecretario de Desarrollo Urbano de Comodoro Rivadavia, que estima que la recuperación, solo en obras de infraestructura, demandará $ 1500 millones. La ciudad tardará al menos seis meses más en recuperarse por completo.
En marzo también hubo lluvias mensuales inéditas en la región patagónica, en la que un sistema de baja presión en niveles altos de la atmósfera desarrolló un ciclón extratropical en el este de Chubut, lo que originó lluvias extraordinarias en Río Colorado (268,4 mm), Santa Rosa (331,5mm), Puerto Deseado (114,8 mm), San Julián (105,3 mm) y Perito Moreno (89,4 mm), explicaron en el SMN.

El sur de Tucumán fue otra de las zonas más golpeadas. El domingo 2 de abril, tras 26 horas de lluvias consecutivas, la localidad de Lamadrid, una de las más pobres de la provincia, colapsó. El río Marapa, situado a 1,5 km del pueblo, desbordó y sumergió a 1500 familias. El 80 por ciento de los habitantes, más de 5000 personas, debieron ser evacuados y recién por estos días están regresando a sus hogares. “Nunca nos había pasado algo así y nada hubiese podido evitar esto. Fue demasiada agua. La verdad, no puedo culpar a nadie. Con esta experiencia se debe hacer una obra para proteger al pueblo”, reclama Dardo Herrera, jefe Comunal de Lamadrid. Con la mayoría de los vecinos en sus casas, los servicios públicos normalizados y la cuestión sanitaria controlada, se estiman que las pérdidas económicas alcanzarán los $ 400 millones.

Las lluvias de abril también azotaron a Corrientes capital, que en ese mes acumuló unos inéditos 517 mm, 300 mm más que la media para la época. También hubo récords diarios y mensuales en Oberá (576 mm) y Posadas (428 mm), en Misiones; en Junín (359 mm), en el noroeste de Buenos Aires, y en Mendoza capital (98 mm).

El corazón productivo

Desde el año pasado, la región pampeana del sur de Córdoba y de Santa Fe, el noroeste de Buenos Aires y el norte de La Pampa, el corazón agropecuario del país, sufre una de “las peores inundaciones de la historia”, aseguran los productores locales. Según Confederaciones Rurales Argentina (CRA), son más de 2,5 millones las hectáreas puramente agrícolas afectadas de forma grave e inutilizables por excesos hídricos. Las pérdidas económicas se estiman, al menos, en $ 4000 millones.

De acuerdo a CRA, más de 1,3 millón de hectáreas corresponden a Buenos Aires, 231.626 a Córdoba, 105.354 a Santa Fe y 758.032 a La Pampa. El ente solo tuvo en cuenta, vía imágenes satelitales, las zonas con agua en superficie, por lo que el área total comprometida sería más importante. “La afectación indirecta se queda corta. A veces, 30 por ciento de agua en superficie significa 80 por ciento de afectación. Al tener problemas de suelo, napas altas y no tener caminos no se puede trabajar en tiempo y forma”, explica Pablo Ginestet, productor y delegado de CRA en la Comisión Nacional de Emergencias y Desastres Agropecuarios. A la compleja situación agraria en la región se suma un sector lechero muy afectado, con cientos de tambos cerrados y una alta mortandad de animales.
Al no poder ingresar en los campos ni retirar la producción debido a que los caminos rurales están intransitables, el escenario a corto plazo desconcierta a los productores, sobre todo a los pequeños y medianos. Según especialistas, la problemática tiene un núcleo central: la ausencia de obras de infraestructura. “El nivel de precipitaciones estuvo muy encima de lo normal, pero la falta de obras de infraestructura es nula en los últimos 15 años. La combinación es explosiva. No hay inversión en infraestructura nueva y tampoco mantenimiento de la vieja”, sostiene Ginestet, que añade que “con el cambio de autoridades, muchos nuevos funcionarios no entendieron la situación y se demoró hasta colapsar para programar las obras necesarias”. Un ejemplo es la ineficacia de la laguna La Picasa y sus cuencas, al sur de Santa Fe. Su desborde imparable afecta a buena parte de esa región, amenaza cascos urbanos y ya sumergió en más de un metro a la Ruta Nacional 7.

Las inundaciones rurales no se reducen a la zona productiva núcleo. En el NEA, miles de productores de Corrientes, Chaco y Formosa se encuentran en situación crítica. En el norte correntino, son más de 5000 los pequeños productores afectados. La muerte de animales pequeños (terneros y novillitos) supera los 60.000, mientras que en la categoría mayores (vacas, novillos y toros) la cifra sería similar. “Hay más de 100.000 animales muertos afectados directamente por las inundaciones. Y el número crecerá por cuestiones indirectas, como abortos y la falta de pasturas. Los principales perjudicados son los pequeños productores, de menos de 300 cabezas, que se quedan afuera en lo productivo y en lo social”, lamenta José Arbelaiz, de la Fundación Correntina de Sanidad Animal. En la zona llovieron más de 2600 milímetros en lo que va del año (800 más de la media). Y, solo en ganadería, el costo económico rondaría los $ 1000 millones. “La lluvia sobrepasó cualquier estimación y no tuvimos capacidad de reacción, pero también quedó en evidencia la carencia de infraestructura. Necesitamos obras ambiciosas para alivianar el impacto de estas catástrofes”, agrega el productor.

En Chaco, las lluvias ya superaron la cifra media anual de todo un año (1400 mm). El 60 por ciento de un rodeo total de 2,6 millones de cabezas se encuentra en las zonas más inundadas. En el caso de Formosa, hay 5 millones de hectáreas ganaderas afectadas, donde hay 1,5 millón de cabezas y más de 5000 productores. La media anual de precipitaciones de 1000 mm ya fue superada por 500 mm. En lo agrario, 30.000 hectáreas sembradas de algodón, maíz, mandioca, batata y arroz reportaron graves daños. Alrededor del 80 por ciento de esa superficie fue cosechada con dificultades y con pérdidas de rindes. Se estima que el costo económico no será inferior a los $ 800 millones. Media provincia está en emergencia agropecuaria y también está comprometido el rubro forestal.

Por Juan Landa