Tal como, lo a lo largo de los últimos meses, veníamos sosteniendo, la demanda no ha dado muestras serias de aflojar.

De esta forma, pese a los extraordinarios volúmenes producidos en el mundo, los precios no cayeron en la proporción que su hubiese pensado; y lograron establecer una suerte de piso que, de ahora en más, resulta menos probable que se traspase.

Luego de iniciada la trilla en América del Norte, debería haber empezado a caer abruptamente el nivel de precios. Pero ello no pasó.

La situación tiene dos partes para observar. Como la copa, llena por la mitad. Y lo otra mitad, vacía.

La baja en los valores desde mediados de año ha sido tan reducida porque la demanda alimentaria se mantuvo firme; ha seguido el comportamiento de los últimos años.

El gráfico nos muestra la evolución de la población y del consumo de alimentos a nivel mundial, desde 1995 (índice 1995=100), tomado del informe del FMI de octubre de 2016.

Como se observa claramente, el consumo de soja es el que más crece. Y su tasa de crecimiento es muy superior al de la tasa de aumento de la población.

Es realmente impresionante la evolución positiva del consumo de la oleaginosa.

La demanda, especialmente de los países emergentes sigue su camino. China, pese a todo, continúa motorizando la demanda.

Esta es la parte llena de la copa. Y, en realidad, ésta debería ser la que más interesa porque marca una tendencia de mediano y largo plazo.

Una prueba actual de que la tendencia mencionada no da muestras de cambio es lo que está sucediendo, hoy, con las exportaciones de EE.UU.

Es cierto que el ciclo 2016/17 está en sus inicios. Aunque el período es breve permite tomar una idea. De acuerdo a la BCR, en tan sólo las primeras seis semanas, EEUU ha exportado un total de 5,76 millones de toneladas hacia China. Este volumen es mayor al doble de lo exportado en la misma fecha del ciclo previo.

Es, a su vez, cerca de un 160% superior al promedio de los últimos cinco años.

La demanda no amaina.