En este sentido, un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) destaca el avance de esta tecnología en el país. El maíz, la soja y el algodón son los cultivos que tienen mayor proporción de cultivares genéticamente modificados. El año pasado, el área implantada con estas semillas superó las 24 millones de hectáreas, sobre una superficie total de más de 33 millones de hectáreas. La Argentina está entre los principales países que siembran cultivos transgénicos.

Un cultivo transgénico es una planta cuyos genes fueron modificados mediante ingeniería genética. "La modificación introducida le otorga a la planta nuevas características beneficiosas como resistencia a enfermedades, virus, bacterias, hongos, plagas, tolerancia a herbicidas y a estreses como pueden ser sequías, heladas y altas temperaturas", señaló Ruth Heinz, directora del Instituto de Biotecnología del Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas del INTA.

"Además, puede contribuir a cambiar los rasgos nutricionales de frutos o semillas, por ejemplo, aumentar el contenido de vitaminas o la proporción de ácidos grasos o aceites saludables", agregó.

Los cultivos genéticamente modificados más difundidos son los que poseen tolerancia a herbicidas y resistencia a insecticidas, aunque en los últimos años los desarrollos fueron orientados a la combinación de ambas características.

En la Argentina, la Dirección de Biotecnología del Ministerio de Agroindustria de la Nación es la encargada de regular el uso de los organismos genéticamente modificados de interés agropecuario, la implementación de las normas vigentes y la evaluación de las actividades relacionadas, desde su desarrollo hasta su eventual comercialización.

"Un organismo genéticamente modificado es quizá uno de los productos que mayores controles recibe antes de su aprobación", expresó Martín Lema, director de Biotecnología de Agroindustria. "En nuestro país, la Conabia (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria) analiza la bioseguridad de cada cultivo modificado y el Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria evalúa la inocuidad de los alimentos derivados", añadió.

Para Mariano Bosch, vicepresidente del INTA, "los cultivos genéticamente modificados aportan a la sustentabilidad del sistema, reducen el uso de productos químicos, permiten optimizar la producción y la calidad de los cultivos para obtener variedades que resistan sequía, baja disponibilidad de nitrógeno y hasta suelos salinos". Según el funcionario, no hay evidencia científica sobre el perjuicio para la salud o para la naturaleza que implican los organismos genéticamente modificados. Recientemente, 100 premios nobeles se pronunciaron en igual sentido respecto de los transgénicos.