El comienzo de la primavera 2018 quedará para siempre en el recuerdo del tambero cordobés Martín Brito y su familia. Ayer, Brito sacó del container los dos robots que empezarán a ordeñar sus vacas desde febrero próximo y que lo ayudarán a dar el salto productivo, pasando de 27 a más de 35 litros de leche por vaca. Un hito fundacional para el tambo La Inesita, al sur de Río Cuarto.

Hace pocos meses, el tambero tomó una decisión drástica que resume el enorme desafío ante el que se encuentra la lechería argentina. De un día para el otro puso en venta las 110 vacas de altísima calidad que tenía en ordeñe -con las que producía un promedio de casi 2.700-3.000 litros de leche por día- más 40 vaquillonas que estaban al parir, para volver a empezar desde cero con un tambo totalmente robotizado.

“No era la idea original, pero la coyuntura de los últimos meses nos impulsó. La necesidad de liquidez para mantener el tambo ordeñando podía comprometer este proyecto. Nos quedamos con las vaquillonas más chicas y la ternerada desde la guachera hasta la categoría de recría 4, para no perder la genética que fuimos construyendo con el tiempo. A partir de febrero empezarán a parir animales inseminados hace cuatro meses, libres de tuberculosis y brucelosis y con triple cruzamiento: Sueca Roja, Jersey y Holando”, detalla Brito en diálogo con Clarín Rural.

Sobre esa base genética, a partir del 20 de febrero de 2019 empezarán a ordeñar en Yoda y Maguivi, los dos nuevos robots de última generación de la firma De Laval. “De a poco, con marca líquida y animales propios empezaremos a llevar el número al objetivo máximo de 125 vacas para los dos robots. Nuestro objetivo comercial es llegar a producir 5500-6000 litros de leche”, dice el productor.

Es un caso emblemático que refleja el salto de confianza que muchos tamberos locales están obligados a dar si quieren sobrevivir. El avance tecnológico impone nuevos pisos de producción para mantenerse en la competencia, y a veces la apuesta es a todo o nada.

“El complejo robótico que uno monta va muy focalizado a lo que es el bienestar animal. Que el animal esté adentro de un galpón, con temperatura controlada, con ventilación, cada animal tiene un collar con el que se monitorea su comportamiento para saber cuándo está en celo y cuándo no, y permite separar animales con puertas automáticas. Además, previo al ordeño el robot hace un tratamiento para saber si el animal está con mastitis, para descartar la leche y que la que uno coseche sea totalmente de calidad. El mejor tambero humano no puede igualar eso”, explica Brito entusiasmado.

“Además en el tambo hay montada una cámara que monitorea la condición corporal de cada vaca cuando entran al robot y envía información a un software, y uno puede conocer la ganancia o pérdida de peso para hacer correcciones en la dieta. Con este sistema, el animal va a ordeñarse por una actitud voluntaria, pero hay que ayudar esa voluntad. Todo eso hace a la eficiencia de consumo y de producción”, detalla el tambero, y agrega: “Va a cambiar la rutina de todos, pero tendremos más tiempo para dedicarnos a otras funciones como la producción de quesos y la gestión comercial”.