No desaparecerán sus empresas, pero sí las personas que lideraron esas compañías en las últimas décadas. El escándalo de los cuadernos , que los colocó ante la Justicia en calidad de arrepentidos por pagar monumentales coimas al kirchnerismo, impulsará seguramente una renovación en parte de la primera línea del empresariado argentino. El sesgo extraño lo proporciona el hecho de que esa imputación y la consecuente renovación se den bajo el gobierno de un presidente que viene del grupo más selecto de los empresarios. La familia Macri fue, durante décadas también, un protagonista destacado en el mundo de las grandes patronales argentinas.

Mauricio Macri se entera por terceros de lo que sucede (o sucederá) en Comodoro Py. Esa es la otra novedad. El Presidente les anunció a sus colaboradores que no moverá un dedo para salvar a nadie que haya pagado sobornos. Tampoco lo podría hacer, pero, al menos, no lo intentará. Quizá tales innovaciones sucedan precisamente porque Macri no les teme a las grandes hombres de negocios. A casi todos ellos los conoce desde que era adolescente. Los trata de igual a igual. A diferencia de los gobernantes que vienen de la política, el Presidente sabe que a los empresarios los mueve más el temor que el poder. No le falta razón en esa percepción. De hecho, funcionarios judiciales que asistieron a las declaraciones de los empresarios notaron que todavía estos sienten temor cuando llegan a Cristina Kirchner . Y no la nombran. La plata iba "hacia arriba", dijeron varios. ¿Qué es "hacia arriba"?, les repreguntaron. "Hacia bien arriba", responden y, como si por sus cabezas cruzara el espectro de un susto, enmudecen. El primer presidente que viene del mundo empresario está asistiendo, inmóvil, a la caída de un sector importante de los empresarios. Tal vez era necesario que hubiera un presidente de esas condiciones para que saliera a luz la vieja complicidad corrupta entre la política y algunos sectores empresarios.

En sus escritos ante el juez Claudio Bonadio y los fiscales Carlos Stornelli y Carlos Rívolo , Cristina Kirchner pidió que el propio Macri sea llamado a declarar y que se capturen las imágenes de las cámaras de seguridad de la residencia presidencial de Olivos. Quiere saber si Ángelo Calcaterra estuvo en la casona presidencial el fin de semana previo al lunes en que se presentó como arrepentido en los tribunales federales. ¿Cuál sería el delito si Calcaterra fue a Olivos a anticiparle a su primo que contaría su verdad ante el juez y los fiscales? ¿No fue, acaso, el propio Calcaterra el que dijo públicamente que le anunció al Presidente que se disponía a hacer lo que hizo? ¿No fue el propio Macri el que declaró públicamente que sentía "afecto" por su primo, pero que él no podía ni debía hacer nada? La presencia de Calcaterra entre los empresarios imputados y arrepentidos es, al revés de lo que difunde el cristinismo, la prueba de que el Presidente decidió que el caso se resuelva exclusivamente en la Justicia. Cualquier otra cosa que hubiera hecho Macri, habría merecido una justa crítica. Pero no hizo nada. No denunció una conspiración internacional y satánica, no ninguneó a los medios periodísticos y no descalificó al juez ni a los fiscales.

El proceso judicial amenaza, además, con nuevas y más graves revelaciones. La declaración como arrepentido de Claudio Uberti tiene una envergadura solo comparable con la de Carlos Wagner. El expresidente de la Cámara Argentina de la Construcción contó cómo pagaban los sobornos. Uberti contó cómo los cobraban. Fuentes judiciales aseguraron que la declaración de Uberti es "devastadora" para el matrimonio Kirchner. Relató, por ejemplo, que una vez le llevó a la pareja presidencial una valija con diez millones de dólares, producto de su recolección de coimas, y que en la habitación en la que estaban los Kirchner había veinte valijas más del mismo tamaño. Uberti solo puede contar lo que sucedió hasta 2007, porque entonces lo echaron del gobierno en el que había sido, más allá de los cargos formales, el embajador de hecho ante Venezuela y un importante recaudador entre empresarios nacionales. El alto ejecutivo de Techint Luis Betnaza contó ante el juez Bonadio que fue Uberti quien le pidió plata durante una visita presidencial a Venezuela, cuando Néstor Kirchner y Hugo Chávez estaban en una habitación contigua. Betnaza aseguró que se negó a la exigencia y que Kirchner lo destrató desde ese momento.

Uberti cayó cuando se descubrió en Aeroparque la enigmática valija con 800 mil dólares en poder del venezolano Guido Antonini Wilson. Una delegación de funcionarios argentinos y venezolanos venían desde Caracas en un avión privado que había sido rentado por el gobierno argentino que presidía Néstor Kirchner. Uberti formaba parte de esa delegación. La causa prescribió en los tribunales sin que ningún juez haya hecho nada por esclarecer el caso. ¿Habrá otros jueces a los que los operadores judiciales y de los servicios de inteligencia agarraron del "cogote" para cerrar o cajonear causas? Norberto Oyarbide no fue, seguramente, el único juez sometido a la tortura de la oscura inquisición kirchnerista, que solo se explica, cabe reiterarlo, en los jueces vulnerables. Sería oportuno que el Consejo de la Magistratura investigara ahora a los jueces que intervinieron en el caso de Antonini Wilson, que declaró en los Estados Unidos que esa plata era para los Kirchner. Lo cierto es que, de acuerdo al método Kirchner, Uberti perdió su condición de hombre fuerte de los sobornos y el matrimonio presidencial lo alejó fríamente de su círculo. Nunca más lo llamaron. Nunca más preguntaron por él. En esa condición de desclasado andaba Uberti cuando el juez Bonadio libró una orden de detención en su contra. ¿Qué compromiso de lealtad tenía Uberti? Ninguno. Habló en la tarde del lunes más de lo que los fiscales Stornelli y Rívolo esperaban. En la mañana de ayer, Bonadio homologó el acuerdo entre los fiscales y Uberti, convertido en uno de los testigos fundamentales de la causa de los cuadernos. Uberti es el primer exfuncionario kirchnerista que reconoció que se cobraron enormes cantidades de coimas durante el reinado de los Kirchner. Una vez conocida la declaración de Uberti, ¿lo seguirá, acaso, Roberto Baratta? ¿De qué sirve ya su silencio?

Aunque todavía no la afecte en el núcleo duro de sus seguidores, Cristina Kirchner tiene un futuro cada vez más complicado. Gobernadores y senadores peronistas están tomando distancia de la posición que defiende sus fueros hasta una sentencia firme. Es más que probable que Bonadio la procese y libre una nueva orden de detención contra ella después de su declaración indagatoria. Esa clase de declaración es un derecho de los acusados, la última oportunidad de defenderse que tienen antes de que el juez disponga, si es que dispone, el procesamiento y, eventualmente, la prisión preventiva. Cristina la desaprovechó otra vez recurriendo a la eterna estrategia de la victimización.

El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, fue el primer gobernador peronista que dijo públicamente que él votaría por el desafuero de la expresidenta si fuera senador. La posición del jefe del Bloque Justicialista, Miguel Pichetto, que defiende los fueros de Cristina hasta la sentencia definitiva, es más bien de preservación. Teme una crucial división de su bloque en el caso de los fueros de la expresidenta. Pero las pruebas y los testimonios se acumulan. ¿Y si en algún momento apareciera parte del dinero en efectivo escondido en alguna parte? ¿Cómo explicaría el peronismo su posición de defensa de Cristina? ¿Por qué ella está protegida en el Senado si hasta una generación de poderosos empresarios está a punto de ser barrida por las ráfagas del escándalo?

Por: Joaquín Morales Solá