Eficiencia, superación, análisis de problemáticas, soluciones, objetivos cumplidos, planteo de nuevos desafíos... La efervescencia que vibró esta semana durante el XXVI Congreso anual de Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa), que reunió más de 4.000 personas en Córdoba, tuvo que ver con todo eso desde una visión agroindustrial, pero también pensando más allá, extendiendo el concepto de bioeconomía al resto de la sociedad.

Porque se habló de malezas, de rindes, de semillas, pero también de empleo, de arraigo, de conectividad, de dispositivos que ilusionan y atraen a mujeres y varones, que despiertan inquietudes a jóvenes y veteranos... Todos con un espíritu semejante, el del afán de superación.

Esos ejes se sintetizaron en el panel de cierre, en cuyo título se plasmaron las dos palabras claves que sobrevolaron los tres días de conferencias, charlas de pasillo y reuniones de negocios: sustentología para la competitividad. Con el neologismo ya se había plantado el mojón desde el acto de apertura del miércoles (ver página 5 de esta edición). Y las conclusiones, le dieron una vuelta de tuerca a ambos conceptos.

El disparador lo planteó David Miazzo, economista de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino (FADA) que logró asombrar a todos con lo relativamente conocido, pero que puesto en números impacta. En resumen, Miazzo dijo que más allá de las cifras “el aporte del campo es empleo, dólares y federalismo”. Así abrió el juego para una análisis más integral.

Recogió el guante un gobernador con aspiraciones presidenciales, el salteño Juan Manuel Urtubey, que tras más de 10 años de liderazgo en un electorado mixto entre lo urbano y lo rural, no dudó en afirmar que “lo que tiene que hacer la Argentina no es cobrar más impuestos, sino producir y exportar más”.

Luego puso el acento en las “brechas en materia logística y productiva, entre la agricultura familiar y la industrialización, que podemos superar de la mano de la tecnología”. Contempló los desafíos del empleo, de la educación y concluyó que “hay que buscar la sustentabilidad de la clase media rural, apuntando a reeditar uno de los momentos más virtuosos de la historia argentina (en referencia a la Primera Revolución de las Pampas, con la inmigración europea).

Después, el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, dijo que “la sustentabilidad social va de la mano con la ética, fundamental en la lógica fundante del capitalismo". Y tras anunciar facilidades bancarias para tamberos, ganaderos de carne y agricultores, les recomendó: “Los que producen y venden en dólares, tienen que animarse a tomar créditos en esa moneda. Es una manera de saltar la restricción financiera que lamentablemente va a tener tasas altas por un tiempo”.

Ese tipo de advertencias sobre la realidad aparecieron una y otra vez durante los tres días, de parte de políticos, ejecutivos y productores, que oscilaron entre lo mucho que hay y todo lo que falta. Porque la agroindustria argentina muestra signos de vitalidad, pero los objetivos se renuevan. La competitividad es una meta que siempre exige más. Y este ecosistema productivo está asumiendo el desafío.