La sensación mutó en alivio y en algunas horas se tradujo en reuniones en lo más alto del Gobierno, destinadas a diseñar una estrategia política para tratar de aprovechar el nuevo escenario que alumbran los cuadernos de la corrupción .

El propio Mauricio Macri hizo llamadas celebratorias en las primeras horas de la mañana del miércoles pasado, apenas se conocieron las detenciones y los allanamientos pedidos por el fiscal Carlos Stornelli y dispuestos por el juez Claudio Bonadio , gracias al excepcional trabajo periodístico y compromiso cívico de Diego Cabot. Sin embargo, un llamado a la moderación se impuso a las pocas horas en la Casa Rosada.

Había motivos para el alivio: la explosiva noticia ganaba centralidad informativa y cambiaba una agenda adversa de ya más de tres meses, atravesada primero por las derivaciones que provocaron las subas de tarifas , luego por un terremoto cambiario-financiero-económico y, finalmente, por los aportes irregulares a la campaña oficialista bonaerense de 2017 . Una sucesión de desatinos, impericias, infortunios, mala praxis y opacidades que venía golpeando la imagen de Macri, de su gobierno y de varias de las principales figuras del oficialismo.

Nada de eso desapareció. La nueva e impúdica revelación del sistema ilegal de recaudación, financiamiento y enriquecimiento del kirchnerismo lo desplazó, pero no lo anula. Más aún, nadie puede prever ahora las consecuencias de este proto Lava Jato criollo, que, por primera vez, involucra de verdad a buena parte del establishment nacional hasta llevar a algunos de sus más conspicuos integrantes a la cárcel o a dejar a muchos más a tiro de orden de detención y que, incluso, ya tiene preso al principal ejecutivo de una empresa que fue de la familia Macri.

Todo eso explica la cautela y la rápida puesta en acción a la que llamaron varios de los más experimentados políticos del macrismo puro, como Horacio Rodríguez Larreta , Rogelio Frigerio y Emilio Monzó (rescatados y recuperados para la mesa de decisiones), y hasta del núcleo duro de consejeros a los que más escucha el Presidente, como Marcos Peña o Jaime Durán Barba .

En términos políticos, lo que pasó la semana pasada modificó (sustancial, pero solo inicialmente) lo que parecía un tablero consolidado en el que el golpeado oficialismo y el cristinismo resiliente ocupaban la mayoría de los casilleros y así lo seguirían haciendo con pocas variaciones hasta las elecciones del año próximo , salvo nuevos eventos imprevistos, cada vez menos descartables. En el medio parecían quedar para el peronismo no kirchnerista algunas fichas que le permitirían seguir jugando, aunque con chances menguadas.

Por eso, Macri y Peña escucharon y decidieron evaluar seriamente la rápida puesta en práctica de una estrategia tendiente a aprovechar la ventana de oportunidad que ofrece la nueva situación. El objetivo es doble y de difícil concreción. Por un lado, sostener la ventaja que le dio el golpe al kirchnerismo propinado por los cuadernos en momentos en que este empezaba a recuperar fuerzas. Por otro, evitar que una caída en desgracia de Cristina capaz de excluirla de la carrera presidencial construya una oposición panperonista, con chances de convertirse en alternativa de gobierno en 2019, sobre todo teniendo en cuenta los meses difíciles en lo económico que se avecinan y que al Gobierno no le traerán, precisamente, fortaleza política ni adhesión social.

La idea fuerza de la Casa Rosada es maximizar lo poco que tiene para ofrecer en este momento: ser parte de un proceso de limpieza de la política que dé alguna certeza de que no habrá vuelta atrás en la Argentina, resumido ese "atrás" en la corrupción sistémica y el aislamiento internacional K, causante de una situación que todavía casi el 60% de los argentinos rechaza, aunque una porción casi similar también cuestione el presente que le ofrece Cambiemos .

Los peronistas racionales saben que es muy probable que buena parte del tercio cristinista del electorado no abandone a su jefa ni aún ante las pruebas más elocuentes de su venalidad. Como dice Emmanuel Carrère en El reino: "Los desmentidos de la realidad en lugar de arruinar una creencia tienden, por el contrario, a reforzarla". Los fanáticos y los creyentes no creen lo que ven, sino que ven lo que creen.

Así hay que entender las interpelaciones que dirigieron el Presidente y otros oficialistas a ese peronismo entre jueves y viernes, cuando le pidieron que convirtiera en ley el proyecto de extinción de dominio que permita "recuperar la guita que nos afanaron" (Macri dixit) y lo intimaron a que si no vota el desafuero de Cristina al menos se avenga a permitir que se allanen sus (muchos) domicilios y sus despachos. Operativo despegue o blanqueo, si la palabra no connotara tan mal. Nada despreciable para muchos dirigentes que aspiran a tener un futuro político y que en el pasado formaron parte del poder kirchnerista o del menemismo, administraciones que no quedarán en la memoria colectiva como ejemplo de incorruptibilidad.

Al mismo tiempo, la estrategia busca dificultar los intentos de unidad peronista dándoles cierto reaseguro para su reelección a varios gobernadores justicialistas a los que aspira a destronar el socio con más presencia territorial de la coalición oficialista, la UCR. Los casos de Córdoba y Entre Ríos son un complejo banco de pruebas hacia adentro y hacia afuera de Cambiemos.

Sobre esta última idea, no hay consenso por ahora en la coalición, pero la necesidad de apoyos para facilitar la aprobación del presupuesto de 2019 con el correspondiente ajuste que demanda el acuerdo con el FMI y así darles viabilidad a los próximos meses de gobierno puede resultar bastante convincente. Arriesgar el presente por la ilusión del futuro suele ser peligroso. Más para el radicalismo, que tiene necesidad de borrarse el estigma de sus gobiernos inconclusos. Por eso, algunos de sus dirigentes ya dieron señales positivas.

Después de varios meses de conflictos internos, la fragilidad y la incertidumbre sobre la suerte del Gobierno que impuso la crisis cambiaria han restablecido cierta paz en el oficialismo y reacomodado las piezas para volver a incluir en el espacio de toma de decisiones a varios que habían sido incluidos en el bando de los réprobos, cercanos a la vieja política. Es todo un dato. Todavía falta sanar las heridas que dejó el escándalo de los aportes irregulares bonaerenses. En La Plata, aún duele la orfandad que les hicieron sentir desde la Casa Rosada. La reunión del viernes entre Vidal y Macri mejoró el clima.

El impacto económico

Si el desenlace de los cuadernos es aún impredecible en lo judicial y en lo político, no lo es menos en lo económico. El espejo de Brasil suele entusiasmar tanto como espantar. El impacto que tuvo en la economía de ese país, expresado en una recesión de algo más de dos años, es inquietante si se tiene en cuenta que aquí la recesión ya se descontaba para los próximos dos o tres trimestres (según quién la calcule). Como atenuante aparece la diferencia entre uno y otro caso: el Lava Jato impactó sobre el gobierno en funciones y se llevó puesta a la presidenta en ejercicio. Aquí, al menos por ahora, los cuadernos revelan la corrupción de la administración anterior. Habrá que ver si una ola de arrepentimientos no aporta datos que puedan tocar a funcionarios del actual gobierno, tanto por obras de su gestión local como por otros aportes irregulares a campañas electorales.

En el mediano plazo, en cambio, podría ser beneficioso para el Gobierno, siempre en el terreno económico, si la perspectiva del regreso en 2019 de un cristinismo recargado y vengativo se diluye. No porque vayan a llover los dólares que nunca fueron más que una leve garúa ocasional, sino porque, al menos, no se descartarían algunas inversiones que siguen en carpeta y no se irían más de los que ya se fueron. Podría ser un antídoto para la amenaza que implica la conformación y consolidación de un peronismo unido sin el dique parteaguas de Cristina.

Todo esto es lo que empezó a evaluarse en la Casa Rosada solo en las últimas 48 horas hábiles de la semana. Hay demasiado por recorrer.

En lo inmediato, Macri se mostró públicamente decidido a apostar fuerte por este aparente Mani Pulite argentino. Para justificar que no se trata solo de apariencias, en el oficialismo cuentan que, aunque ya la noche anterior sabía y les había anticipado a algunos pocos de las detenciones y allanamientos que haría Bonadio el miércoles, su primo Ángelo Calcaterra fue uno de los sorprendidos cuando la policía arrestó a Javier Sánchez Caballero, exgerente general de la que fue su compañía constructora, luego de que se la cedió la mismísima familia presidencial.

Algo habrá cambiado de verdad si, como nunca antes había ocurrido en episodios de corrupción en la Argentina, el caso de los cuadernos va a fondo y pone al desnudo la trama oscura que ha unido al poder en todas sus expresiones a lo largo de décadas. La construcción de un nuevo orden más transparente es un desafío mayúsculo y casi impensable para un presidente oriundo del establishment. Si lo logra, finalmente habrá sido más Mauricio que Macri.

Por: Claudio Jacquelin