Después de dos años de “pico y pala”, la semana próxima parte a Japón por primera vez en la historia el barco con cuatro pallets o 3.000 kilos de dulce de leche. Así las cosas, tras un viaje que dura 40 días, lo que fue fruto de una distracción de la cocinera de Juan Manuel de Rosas comenzará a ganar el exigente paladar de los japoneses. Para la empresa San Ignacio se trata de la culminación de un proceso que arrancó en la búsqueda de importadores. Luego vinieron los estrictos controles sanitarios en una planta que es la única aprobada en la Argentina para exportar dulce de leche a Europa. Y se sumó el diseño de muestras y etiquetas especiales en japonés. Alejandro Reca, director de San Ignacio, considera esta exportación al mercado más difícil como un verdadero hito. “Japón otorga un sello de calidad que permite abrir nuevas puertas. A fin de año o a comienzos de 2019 el dulce de leche se exportará a China. Siempre en envase de vidrio de 450 gramos”, anticipa.

También son los número dos en queso azul que lo envían en porciones en bandejas especiales de 110 a 155 gramos. En este caso el gran demandante es Rusia que a raiz del bloqueo comercial europeo y estadounidense incrementó pedidos en la Argentina.

En 2013, Reca, ingeniero agrónomo de profesión, hijo de quien fuera secretario de Agricultura de Alfonsín y ex director del banco holandés Rabobank, se hizo cargo de San Ignacio junto al actual gerente general Alejandro Bertín y a Diego Temperley. Se quedaron con una San Ignacio llena de deudas y problemas sindicales cuando el grupo francés Laiteries Hubert Triballat que la había comprado en 1997 decidió batirse en retirada. Fundada en 1939 por Ignacio Rodríguez Soto y con planta en Sauce Viejo y en Hipatía, plena cuenca lechera de Santa Fe, San Ignacio supo desde sus inicios que el dulce de leche no es más que leche cocida con azúcar que llaman manjar en Chile, doce de leite en Brasil, manjar blanco en Perú, cajeta en México, confiture de lait en Francia y milk caramel en Estados Unidos. Eso explica que sea el principal exportador de dulce de leche, que hoy le genera el 15% de sus ingresos.

Claro, que un dulce elaborado con leche fluida fresca, de aspecto cremoso, buena textura y un sabor lácteo pronunciado, solo se hace en Argentina, apunta el gerente de exportaciones John Anderson. San Ignacio impulsa precisamente la denominación de origen dulce de leche argentino. Estos empresarios dicen estar muy dispuestos a transitar el camino que ya iniciaron los industriales del vino, que se unieron y lo pelearon a brazo partido.

Argentina produce unas 140.000 toneladas anuales de dulce de leche que se destina en envase de plástico al mercado interno. El negocio está dominado por La Serenísima con una participación del 50%, seguida por Sancor, que explica 20%. El rubro dulce de leche se considera un mercado maduro con una tasa de crecimiento vegetativa. Y un sector desordenado en el que reina la informalidad y se mezclan oportunistas con industriales de trayectoria. San Ignacio participa con el 5%.

Pero en estos días y pese al éxito exportador sufren la tasa de interés que paraliza inversiones y dificulta el pago de la deuda en dólares que tomaron al asumir la empresa. “Para la maquinaria que convierte en porciones gourmet el queso azul nos piden una tasa de 13% en dólares. Le dije a los bancos, yo vendo queso, no cocaína”, comenta Reca al destacar, sin embargo, el papel de los bancos oficiales que los asisten con mejores tasas y plazos. A eso se añade una cadena de pagos que se estira. “Es una colección de problemas, pero le hacemos frente”, señala. La firma que factura unos $ 50 millones mensuales y procesa 100.000 litros de leche por día es considerada una pyme láctea. Tienen 120 empleados.