Bajo un cielo gris en la arena de Palermo, hace un año, el juez estadounidense Jeff Dameron se paró frente a la fila de machos de la raza Angus. Dudó un instante, dio un giro de 180 grados y posó su mirada fija en la culata de los toros. La decisión ya estaba tomada. Micrófono en mano no necesitó ser complaciente ante una tribuna que quedaba chica para tanta gente y sin temor a la demagogia, dijo: “los quiero felicitar, esta tarde estamos en presencia del mejor Angus del mundo”. Luego fue caminando para darle una palmada a Don Emilio, que en honor a Emilio Pereyra Iraola, se convertía en el Gran Campeón de la raza. Un año más tarde y bajo la persistente estocada de una garúa casi familiar, se replicó la misma emoción para la familia Gutiérrez.

En esta ocasión, el juez Lucas Lagrange, encontró en ese toro los mismos atributos de entonces, que ahora le daba el bicampeonato y la vigesimocuarta coronación para Tres Marías en la pista central.


Alguien, en el tumulto de gente que se acercaba a saludar le preguntó a Francisco Gutiérrez si el mejor exponente de la raza líder se iba a poner en venta. La respuesta era una obviedad, ya que Don Emilio se había vendido a un consorcio brasileño, tras la coronación en 2016 como mejor ternero en la misma arena.

La venta se había concretado en la subasta anual de la cabaña que se realiza todos los años en Benito Juárez. Por la mitad de ese ejemplar los brasileños Oreste Melo y Carlos Gregory habían pagado $ 710.000, lo que representaba por entonces unos u$s 47.500.

En las últimas décadas se empezó a notar la indiferencia de los criadores de las razas británicas al momento de decidir la salida a venta de los mejores reproductores. Lejos de tratarse de un boicot a la muestra, la estrategia se relacionó con el fortalecimiento de los remates en el ámbito de las cabañas.

Con la prepotencia de la soja en la zona central, se precipitó la mudanza de muchos productores mixtos a las mal llamadas zonas marginales. La evolución del norte y litoral argentinos revela que eran ámbitos marginados. De ahí que venimos observando que toda esa región no tiene techo y se apoya en la ganadería como una aliada estratégica para desarrollar planteos de cría y ciclo completo.

Con aquella explosión fue necesaria la generosidad de compartir resultados en materia genética, para poder gatillar un efecto inercial capaz de acelerar los tiempos y resultados. Fue cuando las denominadas razas sintéticas bajaron del norte para ganar espacio en Palermo. Ahí nació el Brangus Show, una cena para aglutinar voluntades y ofrecer, casi sin condicionamientos, a los animales más encumbrados. El recuerdo de Raúl Peyrano es necesario. Una vez me dijo que para él, la ganadería era un proyecto de vida. Cuando lo consulté sobre la potencial venta de un gran campeón no vaciló: “cómo no lo voy a vender, si en el campo no tengo la capacidad de generar algo mejor, lo que hago no tiene sentido”.

Ese legado en Rancho Grande está incorporado. Las hijas de Raúl pusieron en el escenario de venta lo mejor que tenían. El tercer mejor senior, así considerado por el juez Roberto Amalfi un día antes en la pista central, fue la estrella de la fiesta.

De acuerdo a la consideración de expertos en esta materia subjetiva, se trataba de un verdadero padre de sangre abierta, con una circunferencia escrotal de 48 cm. y un área de ojo de bife de 130 cm. Iván O’Farrell, el martillero oficial de la raza, empezó la puja mucho más debajo de lo que iba a terminar. Miguel Seleme, tucumano de Leales, pagó 2,450 millones para establecer un nuevo récord. Su cabaña, “El Guardamonte”, ya puso a trabajar a este macho en Semex con una proyección de ventas de unas 30 mil dosis de semen al año. Los brasileños, de visita por la muestra, habían revelado mucho interés, como otros productores locales. Si estas estimaciones no fallan, los inversores podrían recuperar lo invertido al cabo de un año.

Esa misma noche, Rancho Grande vendió el 50 por ciento de una hembra preñada y con cría por 1,5 millones de pesos. Ganadera Los Lazos, de Paraguay, ganó la puja. Esta empresa instalada en el Chaco paraguayo tiene un planteo de ciclo completo, donde la cabaña es la punta de la pirámide, con el objetivo de derramar calidad de carne a sus rodeos comerciales que terminan en novillos con destino de exportación. Miguel Chagra, uno de sus dueños, confirmó que no están integrados con la industria, pero que esta convalida el kg. de carne en gancho para la exportación a u$s 3,50 –unos 80 centavos más, de esa moneda, de lo que percibe en la actualidad un productor argentino-.

Otra animadora familiar de las subastas en las noches de Palermo fue Maris Llorens, que pagó $ 950 mil por el Gran Campeón macho de la Sultana, de la familia Groppo. En este caso la integración vertical con la industria es una de sus fortalezas, potenciadas por las ventajas del tipo de cambio.

“Es una pena lo que le sucede a la economía argentina, nosotros en Paraguay no sufrimos la inflación y tenemos un esquema impositivo muy beneficioso. Debemos trabajar juntos en el ámbito del Mercosur como un sólo bloque. Hace tiempo que vuelvo a la Argentina a comprar su mejor genética, por eso, nosotros también podemos dar garantías de calidad”, dijo Llorens de Viradolce, después de comprar la mejor matriz Braford. La reservada de Gran Campeón fue vendida por Juan Pedro Colombo en $ 800 mil.

Las enseñanzas que dejan estos eventos, donde confluye el esfuerzo de años de selección con destellos de glamour, es que nadie está dispuesto a regalar nada. Las inversiones productivas terminan derramando resultados, que no sólo se perciben en un retorno económico, sino en el campo. Los protagonistas lo saben. Movilizados por la pasión, arropan el sueño de moldear un mejor reproductor para la próxima. Aquel capaz de volver a servir en el plato el mejor bife del mundo.