Previamente se había referido al motor que constituyen los agronegocios: "Todo lo que ganan lo vuelven a reinvertir para crecer más, para hacer más" y, hablando sobre los derechos de exportación al campo, el Presidente justificó su eliminación: "Es un impuesto absurdo que entorpece el crecimiento y el federalismo".

Apenas dos meses más tarde, el 16 de mayo, Macri decía: "Me sorprende que se vuelva a escuchar como alternativa restablecer retenciones, que no han funcionado y dañan la economía", y reiteraba: "Las retenciones han sido un impuesto muy nocivo".

Por eso fue grande nuestra sorpresa cuando los rumores aventaban viejos tiempos.

El Presidente tiene las pruebas de que el camino emprendido desde el inicio de su gobierno es virtuoso. Dos cosechas récord aportaron crecimiento y divisas a la economía; la última, que iba en camino de serlo, fue frustrada por el clima con un faltante de US$8000 millones para el campo y el interior, con efectos que se están haciendo sentir no solo en la macroeconomía, sino fundamentalmente en los bolsillos de miles de productores.

Días pasados, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires presentó un informe contundente sobre el impacto que la campaña de trigo tendrá sobre la economía en el caso de que se cumplan los pronósticos actuales. Como resultado del cambio de políticas implementadas por este gobierno con la eliminación de las retenciones y las restricciones al comercio, el producto bruto del trigo terminará creciendo 132%, duplicando la participación de la cadena triguera en el PBI nacional. En solo tres campañas, sumará más de US$2000 millones de valor agregado a la economía del país y con exportaciones adicionales por más de US$1200 millones que ayudarán efectivamente en la generación neta de divisas.

Se estima que la recaudación fiscal total de la actual campaña será de US$725 millones, lo que representa un 29% más respecto de la campaña 2015/16, la última en que todavía regían retenciones. Es decir que, sin retenciones, la actual campaña recaudará casi 200 millones de dólares más. Conclusión: la recaudación por vía de otros impuestos compensa con creces la pérdida de ingresos fiscales por eliminación de los derechos de exportación.

Por otra parte, el esquema tributario sin retenciones es más federal ya que está conformado por impuestos coparticipables. La reactivación generada por estos recursos, sumada al efecto multiplicador que tiene la actividad agroindustrial en sí misma, provoca un giro en la economía local asociada a la producción que da vida a todo el territorio donde nos desenvolvemos.

El valor agregado queda en el país, en la región, en nuevas inversiones, con más consumo de fertilizantes, tractores, maquinarias, fletes, servicios, herreros, albañiles, gomeros, vendedores de insumos, de autos y de artículos que mejoran el bienestar de nuestra gente y también de los integrantes del interior productivo, ese gran conglomerado de ciudadanos que de una u otra manera están asociados a lo que el campo produce.

Con el mismo criterio analizado en ese informe, el resto de los cultivos agrícolas, la ganadería y las numerosas actividades productivas que se desarrollan a lo largo de nuestra bendecida geografía reaccionan de similar manera cuando al campo le "sacan el pie de encima" y se pone en marcha el motor del país.

Pero para consolidarse como motor de la economía, el agro necesita contar con las expectativas correctas, combustible imprescindible para una economía pujante. Solo con un horizonte de planificación adecuado, reglas de juego claras y previsibles, seguridad para las inversiones, el campo como el resto de las actividades productivas, podrá desplegar todo su potencial. La alineación de expectativas a un rumbo cierto y el cumplimiento de la palabra empeñada son indispensables para que rindan sus frutos los US$12.000 millones que se pondrán en juego en esta campaña agrícola, para que continúe la recuperación del stock bovino perdido en la década pasada, para que tengamos los novillos pesados que necesitamos para abastecer a los numerosos y tan bien logrados mercados del exterior, para poner en marcha la enorme posibilidad que tiene la lechería argentina y también para que las economías de todas nuestras regiones vuelvan a reflejar el brillo que supieron tener a la luz de las reconversiones necesarias que un mundo de oportunidades nos demanda.

Es imperioso que los productores tengamos la tranquilidad necesaria para concentrarnos en producir más y mejor. El desafío está en mejorar la competitividad de las cadenas de valor empezando por un sistema impositivo equilibrado y justo. Eso no ocurrirá reviviendo las malas experiencias de las retenciones luego de diez años transcurridos desde la 125, cuando la Argentina perdió una de las mejores oportunidades que la historia le presentó para subirse al camino del progreso. No tropecemos con la misma piedra.

Apostemos a consolidar un proyecto de verdadero desarrollo de nuestra nación de la mano del campo y asumamos con orgullo la misión de ser una gran potencia agroindustrial.

El autor es Presidente de la Sociedad Rural Argentina