En 2012 China no compraba carne, en 2017 ya se había convertido en el mayor importador mundial, y entre enero de 2017 y enero de 2018 las importaciones chinas de carne argentina crecieron 132 por ciento. Con esta serie de datos, Fernando Vilella preparó el terreno para afirmar una vez más que la Argentina necesita tener más terneros para producir más carne. “La oportunidad está”, remarcó el profesor de Agronegocios esta semana en el Simposio Internacional de Reproducción Inteligente Sincronizada, organizado por el Parque Científico y Tecnológico de la Fauba y el laboratorio Agropharma en la Facultad de Agronomía.

“En Argentina, la agricultura siglo XXI convive con una ganadería del siglo XX. La tasa de extracción y el stock vacuno están congelados hace años. Hay que mejorar la etapa reproductiva, además de sumar más kilos por animal”, advirtió, y añadió: “Tenemos que generar la Marca País, el mundo sabe que la Argentina produce carne de calidad y tenemos que comunica que lo hacemos cuidando el ambiente y a la gente con buenas prácticas de manejo”.

Para abonar a la misma idea, el veterinario Guillermo Berra citó al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que afirma que el 14,5 por ciento de las emisiones globales de carbono son producto de la ganadería y 65 por ciento de esas emisiones corresponde a rumiantes, lo cual a futuro podría generar restricciones comerciales a las que hay que estar atentos. “El proyecto es generar mayor eficiencia productiva sin dejar de lado el bienestar animal y la seguridad laboral”, indicó.

La foto actual indica que el stock bovino de la Argentina es de 52 millones de cabezas distribuidas en 205.000 establecimientos, y que quienes son más eficientes en términos productivos son los que menos emisiones generan.

Y como esa eficiencia productiva tiene una instancia clave en la fase reproductiva de los animales, el veterinario Gabriel Bo habló de la inseminación artificial a tiempo fijo (IATF), una herramienta vital para aumentar la eficiencia reproductiva y para el mejoramiento genético. Según sus datos, en 2002 se inseminaba el 4,5 por ciento de las vacas, y en la última campaña las hembras inseminadas en el país fueron el 15 por ciento, equivalente a 3 millones de vacas.

En ese contexto, la inseminación a tiempo fijo es una herramienta que se extiende y que viene a facilitar el manejo del rodeo y mejorar los índices. Y en aras de hacerla más eficaz, Bo expuso estrategias para reducir el periodo de anestro de las vacas paridas, entre las que se cuenta el destete precoz, que combinado con la IATF aumenta considerablemente el índice de preñez. “Si queremos aumentar la tasa de procreo tenemos que tener las vacas preñadas a los 85 días posparto”, afirmó el especialista. Según expuso, con la tecnología disponible para inducir la ciclicidad se puede aumentar un 10 por ciento la tasa de procreo hasta el 70 por ciento y producir 2 millones de terneros más por año.