El mal clima que sufrió la producción agrícola en la última campaña está dejando pérdidas económicas gravísimas, que ya se calculan en torno a los 8.000 millones de dólares. Se estima, para llegar a esa cifra, la diferencia entre los ingresos presupuestados al comienzo de la campaña a punto de terminar, y lo que la realidad va cantando después de la siembra demorada por inundaciones (en la primavera pasada), la sequía (en el verano, cuando las plantas definen el rinde) y las lluvias (de otoño, que complicaron la cosecha).

Esos 8.000 millones son el resultado de las 30 millones de toneladas (20 millones de soja y 10 millones de maíz) que se “evaporaron” en ese proceso insólito en 60 años, y que todavía no terminó, ya que por ahora se cosechó el 80% de la soja y el 35% del maíz.

Se estima que de 125 millones de toneladas registradas en la campaña 2016/17 este año habrá 98 millones de toneladas, lo que representa un 22% menos. según los últimos datos coincidentes de la Bolsa de Comercio de Rosario y del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina.

Esa cantidad de granos faltantes hubieran generado ingresos de distintas formas. Se estima que se perderán de exportar 26,3 millones de toneladas entre las cuatro modalidades de embarques más importantes. Las cuentas dan un resultado dramático. Este año faltarán ingresos por US$ 3.773 millones por las 11 millones de toneladas menos de harina de soja (el principal producto de las exportaciones argentinas); US$ 1.633 millones por maíz en grano; US$ 1.462 millones en aceite de soja y US$ 1.128 millones por poroto de soja.

En total, esos US$ 8.000 millones equivalen a cerca del 14% del total exportado por Argentina en el 2017 (U$S 58.428 millones) y el 30% de las divisas que entraron en el 2017 por ventas al exterior de granos, harinas y aceites (el principal rubro de exportación de nuestro país).

En ese marco, la discusión sobre una posible modificación al esquema de retenciones (básicamente, congelar la rebaja de medio punto porcentual por mes que se viene aplicando desde enero) generó las previsibles quejas del sector agrícola.

Así, la idea de un sector del Gobierno de demorar una baja prevista en las retenciones de soja es rechazada también por economistas más o menos críticos del rumbo económico de Cambiemos, incluso entre quienes no están directamente vinculados al campo, como Fausto Spotorno, de Orlando Ferreres y Asociados, y José Luis Espert.

Coinciden que no se pueden estar cambiando permanentemente las condiciones del negocio y que de intensificarse la presión fiscal al campo sería un freno para nuevas inversiones y generará menos ingresos aún.

Espert analizó que “cada punto porcentual de retenciones al complejo sojero hoy representa 2.700 millones de pesos por mes, por lo cual la baja de retenciones vigente implica mensualmente 1.350 millones de pesos por mes menos de recaudación. El impacto puede llegar al 2%, con lo cual no ayuda mucho y generaría un desincentivo grave sobre el sector más dinámico de la economía”.

Spotorno considera que sería una locura total, porque el agro fue el “motor de la economía argentina en la era Macri. Por eso, si tocan las retenciones, comprometería el crecimiento y las inversiones que tanto se esperan”.

“No entiendo -recalcó Espert- que a en un país de clara raíz agropecuaria, todos los gobiernos, algunos más otros menos, han complicado al campo.No entiendo que lo primero que hacen es echar mano al campo, es una cosa de locos, es como si a Messi lo pusieran a jugar al rugby, de pilar en Los Pumas”.

Spotorno también opinó que “es una tontería creer que por la suba del dólar los productores ganan más. No están tan cómodos y además el agro es un negocio de ciclos y si el Estado no comparte las pérdidas no debe compartir cuando queda algo. Eso desfavorece las inversiones.” Concluye así sus reparos a cambios en las retenciones Spotorno:“Dubai se hizo con el petróleo a precios altos. Y Argentina, más aún si frena la obra pública y mientras espera la reactivación de Brasil, lo que debe hacer es estimular al campo, que como motor de reactivación es lo único seguro... si el clima no lo entorpece”.