Muchas expectativas y con ganas de revancha, es lo que se percibe entre los productores para la próxima siembra de trigo. Porque, tras una floja cosecha de soja y maíz, las fichas estás puestas en el trigo.

Una clave es, sumado al buen negocio que resulta en primera instancia el cultivo y las buenos resultados agronómicos, la buena condición de humedad del suelo. No obstante, estas condiciones ambientales favorecen el desarrollo de enfermedades. “El miedo de este año va a pasar por la roya amarilla. En el ciclo pasado tuvo una fuerte explosión después de varios años y se llevó muchos lotes puestos”, explicó Emiliano Meroi, gerente de Productos de Fungicidas y Tratamiento de Semillas para FMC.

Con este pasado reciente y luego de haber generado información, resaltó que el productor tiene que saber cuáles son las variedades más susceptibles ante esta enfermedad. “Debe intensificar los monitoreos de forma más temprana y hacer aplicaciones de forma preventiva con más criterio”, recomendó.

Según explicó Meroi, la roya amarilla es una enfermedad biotrófica y policíclica y está muy difundida en el mundo con gran capacidad de dispersión en el aire. “Cuando se habla de enfermedades, hay que tener en cuenta al hospedante, la enfermedad y el ambiente. Y ahora se está dando todo. El productor debe estar muy atento a cómo lo va a manejar”.

Continuando con esta problemática, Juan Pérez Brea, gerente de Cultivo de Trigo y Cebada de Basf, describió que hubo una presión relativamente alta de enfermedades durante el año pasado. Y coincidió que la roya amarilla tuvo una presión muy fuerte y casi ningún cultivar se salvó en menor o mayor medida, independientemente de la susceptibilidad de cada uno. Pero también agregó que apareció la roya del tallo a fines de ciclo.Este hongo puede provocar pérdidas de rinde de hasta 3.000 kilos.

“Hay que planear la campaña porque en este inicio el ambiente es similar al del ciclo previo. Entonces , hay que para pararse diferente y manejar nosotros la enfermedad y no correr detrás de la misma”.

En este sentido, aclaró que si hay más superficie de trigo, habrá más presión de nódulos. “Cuatro años atrás, no había un puente verde como sucede ahora que se siembra el cultivo de norte a sur. Estaba más cortado. Por lo que hay que proteger al cultivo porque sabemos que la posibilidad de tener enfermedades está latente”, esgrimió.

Pero primero, para comenzar con un buen desarrollo, es crucial el tratamiento de la semilla para controlar, principalmente, las enfermedades del suelo, como Rhizoctonia y Pythium, que producen podredumbre de las raíces del cultivo. Así lo explica Gabriel Mina, responsable de la Línea de Curasemillas de Rizobacter. “El tratamiento de semillas es la primera fase para proteger el nacimiento. Es el proceso más débil porque hay menos estrategias para defenderse”, explicó.

En este sentido, hizo referencia las virtudes de controlar a la semilla con fungicidas biológicos. “Tienen otra síntesis, como es la biológica. Es recomendable no sólo por el perfil toxicológico, sino por la alternancia. Esto no quiere decir que se va a reemplazar a los agroquímicos, pero es una alternativa muy viable. Con todos los antecedentes de resistencia en malezas, hongos y plagas, esta es una herramienta eficaz”, resumió el directivo.