La disputa por las subas de tarifas desplazó de la escena política casi todos los demás temas que ocupaban hasta hace una semana la agenda pública luego de que Lilita Carrió presentara su explosivo pedido de informas el lunes pasado. Por eso, las preguntas obligadas de estos días son: ¿por qué lo hizo?, ¿qué busca?, ¿se va a ir de Cambiemos?

Como la propia diputada suele alimentar (y alimentarse de) teorías conspirativas, los que buscan explicaciones también recurren al mundo de las confabulaciones para encontrar respuestas. Entre las hipótesis aparecen desde motivaciones emocionales hasta maquinaciones políticas.

Pero quienes la frecuentan escucharon antes y después de su disparo a los ajustes de tarifas tres motivos claros para explicar su decisión: el malestar social que estaban generando las subas de tarifas y que preveía que se agravaría durante el invierno, la sospecha de que el Gobierno está favoreciendo a empresas energéticas por motivos no siempre nobles y la falta de recepción de los planteos que ya se habían hecho puertas adentro de la coalición, tanto de su parte como de los socios radicales. A todos les dijo que nada tiene que ver en esta bomba de efecto retardado la tregua que el Gobierno firmó semanas atrás con uno de sus blancos preferidos, el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, a quien quiere enjuiciar políticamente y al que acusa hasta de conspirar para llegar a la presidencia de la Nación en algún momento. Por el contrario, Carrió dice estar muy satisfecha con una serie de gestos del Gobierno en los últimos días. En una charla que mantuvo el lunes con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, lo elogió por haberse reunido con todos los miembros del máximo tribunal y no solo con Lorenzetti, que hasta acá venía monopolizando la relación con el Ejecutivo. También le agradeció que Macri y el jefe de Gabinete hubieran dicho que no iban a intervenir en su disputa con el titular de la Corte. No parece haber en la provisional resolución de este asunto ingenuidad de la diputada ni del Gobierno. El problema ahora está en otro lado y es más urgente.

Carrió también niega enfáticamente que esta sea otra escala en un largo camino de rupturas y descomposiciones de espacios políticos que integró o fundó. "Nada quiero más que termine su mandato un presidente no peronista por primera vez en 90 años y a ello le dedico toda mi energía", afirma.

Mientras en muchos sectores del oficialismo y del mundo empresario ven a Carrió como una amenaza para el modelo económico, que no repara en el impacto fiscal de algunas de sus manifestaciones, ella se percibe a sí misma como una válvula de escape y un eficaz sistema de alarmas que evita que algunos focos se conviertan en incendios. Su forma de medir las consecuencias no siempre es compartida por quienes dice defender. No obstante, su peculiar razonamiento y actuación se fundamentan en una lógica interna irreductible y en antecedentes que ella considera que la avalan. Entiende que su capital simbólico en el plano ético, que la percepción social ubica por encima de la media de otros integrantes del oficialismo, no solo le otorga autoridad, sino que la obliga a plantear cuestiones y formular objeciones que fortalecen al Gobierno en lugar de debilitarlo. Si Cambiemos es un artefacto original de la política argentina , Carrió nunca desentona.

Antes y después de los cuestionamientos que desató con su ofensiva contra las tarifas, la diputada ha justificado su decisión apelando a un precedente cercano: lo que ocurrió con la reforma jubilatoria en diciembre. Desde su perspectiva, con la que varios oficialistas coinciden, tuvo una actuación decisiva para evitar que el cambio de la fórmula de actualización de las jubilaciones pusiera en jaque al Gobierno. "Yo me negué a aceptar el decreto que ya había firmado Macri para sacar la reforma de cualquier manera después de que logramos pasar la sesión a cuarto intermedio con la promesa de que se pagaría un bono para compensar el desfase del primer trimestre. Le dije al Presidente que si quería terminar con su presidencia por lo menos que lo avisara, porque estaba yendo a un 2001 sin contexto, pero que yo no estaba dispuesta a avalarlo. Esa noche evitamos la caída del Gobierno", argumenta convencida. En el análisis de Carrió las variables económicas casi no tienen relevancia. Un conglomerado de creencias e ideas político-filosóficas, basado en la ética de la convicción y casi sin lugar para la ética de la responsabilidad, un estado de sospecha permanente respecto del poder y una autoproclamación como fiel de la balanza moral de la política nacional constituyen su cosmovisión y la explican. Casi en las antípodas de los principios rectores de Pro y de las eficaces enseñanzas de un tal Nicolás Maquiavelo.

El objetivo de que Macri termine con éxito su gestión es lo que -dice- la mantiene indisolublemente ligada y comprometida con el Gobierno. Aunque a veces en la Casa Rosada amanezcan dudas. En Cambiemos sí deberían empezar a evaluar si contarán con su adhesión a partir del 11 de diciembre de 2019, en caso de retener el gobierno. Carrió suele decir que para ella lo mejor que puede hacer Macri es entregar la banda el 10 de diciembre y pasar a la historia por la excepcionalidad que implicaría terminar su mandato, en lugar de convertirse en el cuarto presidente argentino en ser reelegido. Un dato para tener en cuenta.