La aparición de varios factores climáticos, políticos y comerciales en los tres principales actores del comercio mundial de soja ( Estados Unidos , China y la Argentina) está provocando fuertes cambios en los flujos comerciales y en las tendencias de los mercados.

A la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos al acero y al aluminio procedentes de China y a la respuesta del gobierno de Pekín, advirtiendo que podría imponer un arancel del 25% a las importaciones de soja, se suman la pérdida de casi 20 millones de toneladas en la producción de soja argentina y, más recientemente la frutilla del postre, el anuncio del USDA de que la soja estadounidense será exportada (hasta el momento 240.000 toneladas) a la Argentina.

Hay que aclarar que la pérdida de 20 millones de toneladas en la producción de soja de nuestro país no se compensa con las 240.000 toneladas o con un millón de toneladas -hablando de hipótesis- de importaciones de soja provenientes de los Estados Unidos. Ni aun sumando el nivel de existencias de soja de la vieja cosecha, estimado en cinco millones de toneladas, el volumen es suficiente para compensar el fracaso de la cosecha.

La caída en la producción de soja en la Argentina tiene un triple efecto con impacto en distintos mercados. Podemos hablar de efecto a tres bandas: caída en la oferta exportable de poroto de soja a China; caída en la oferta exportable de harina de soja a la Unión Europea, y menor oferta exportable de aceite de soja a la India.

No se trata de que la Argentina dejará de abastecer todos estos destinos; se trata de que los compradores vayan a buscar otra fuente de abastecimiento. En el caso del poroto de soja, tanto los Estados Unidos como Brasil podrán ocupar el lugar que deje libre la Argentina. Pero en el caso de la harina de soja y del aceite de soja, donde nuestro país es el primer exportador mundial, será muy difícil de reemplazar la oferta argentina, a menos que los precios de la harina y del aceite suban en la proporción y en la medida que les permitan a las aceiteras de Estados Unidos y Brasil poder procesar la soja a precios más competitivos.

China está comenzando a mostrar muestras de preocupación, a través del posicionamiento de inversores del gigante asiático, quienes han recurrido en forma masiva a la compra de opciones para la harina de soja. Se están anticipando a lo que puede suceder si el conflicto Washington-Pekín sigue escalando y se llega, finalmente, a la imposición del 25% de arancel a la soja estadounidense. En ese caso, estaremos en un escenario muy complejo.

La primera consecuencia la sufrirían los farmers, que verán reducido el precio de su soja en 100 dólares por tonelada y sus ingresos, en 3000 millones de dólares. Con esta sola medida quiebra o colapsa el sistema productivo estadounidense.

En forma tangencial, China provocaría un conflicto entre los farmers y la administración Trump, es decir, entre quienes aportaron los electores necesarios y el actual presidente de los Estados Unidos. Y si se llega a esta medida, el gobierno de Trump deberá compensar a los farmers con 3000 millones de dólares para evitar la quiebra del sistema.

Impacto industrial

Los aceiteros de nuestro país saben que en circunstancias como las actuales habrá una fuerte caída en la actividad industrial y un fuerte aumento de la capacidad ociosa, que podrían adelantar las paradas de plantas a diciembre o, incluso, a noviembre, cuando lo normal sería efectuar dichas paradas en febrero/marzo.

Este es un llamado de alerta para los productores: no esperen una suba infinita en el tiempo en el precio de la soja disponible. En algún momento el mercado se va a encontrar con una pared, que coincide con las expectativas del ingreso de la nueva cosecha. En definitiva, el valor de la soja disponible, el cómo y el cuándo de la baja, lo terminará por definir el avance de la siembra y de la cosecha de soja 2019.