La fuerte pelea entre el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, y la diputada Elisa Carrió ya atravesó la cuestión institucional. Es más: se está volviendo casi personal. Y para muestra basta un solo gesto: en su afán por sacarlo de la cancha, esta vez Carrió no dudó en aliarse con Cristina Fernández de Kirchner, Agustín Rossi y parte del peronismo opositor. De otra manera, ¿cómo se entiende que hayan pedido, todos juntos, la presencia de Lorenzetti, del juez Ariel Lijo y de parte del personal de la oficina de escuchas legales para que comparezcan en Diputados y aclaren cómo se filtraron los audios de las llamadas de la expresidenta a Oscar Parrilli? Es que Carrió necesita masa crítica para probar su inquietante teoría: que Lorenzetti maneja una red paralela de escuchas legales. Ella precisa instalar la idea de que el titular de la Corte es un desestabilizador, que maneja a la mayoría de los jueces federales y que, como si esto fuera poco, tiene el deseo oculto de ser presidente de la Nación.

La diputada de la Coalición Cívica anda que trina porque sospecha que el mismo Lorenzetti estuvo, además, detrás de la difusión del escandalete por el canje de pasajes. Escandalete que la puso a ella en el tope de los legisladores de la Cámara baja que vendían los pasajes para utilizar el dinero. Pero Carrió, como si eso fuera poco, sugirió el domingo pasado, por televisión, que el abogado nacido en Rafaela, provincia de Santa Fe, había avalado el intento de quitarle la causa del abuso de menores en el club Independiente a la Justicia de la provincia para trasladarla a la Justicia Federal, donde él mismo podría tener influencia. La diputada tomó un atajo rápido y concluyó que detrás del revoleo de nombres de Natacha Jaitt, mencionados en el programa de Mirtha Legrand, también se alzaba, sin duda, la enigmática figura de Lorenzetti.

A Carrió, Lorenzetti la saca de quicio porque varias veces intentó voltearlo, pero nunca pudo. En 2013 lo acusó de haber pactado con el gobierno de Cristina Fernández para lograr la aprobación de la ley de medios. Y explicó, como al pasar, que Lorenzetti logró, a cambio de semejante concesión, manejar de manera discrecional los fondos de parte del sistema de Justicia. En enero de 2016 lo denunció, junto a Fernando Sánchez, actual secretario de Fortalecimiento Institucional de la Jefatura de Gabinete, por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, por no haber declarado, según ellos, un depósito en un banco suizo y no haber reconocido la propiedad de un departamento en Puerto Madero. Hizo la denuncia sobre la base de una investigación de la AFIP de Ricardo Echegaray. Sin embargo, tres meses después, en marzo del mismo año, el fiscal Gerardo Pollicita y el juez Sebastián Ramos desestimaron la denuncia. Pollicita y Ramos explicaron que Lorenzetti nunca había ocultado ni la compra del departamento ni su cuenta en el exterior. El fiscal y el juez aceptaron las explicaciones del presidente de la Corte. Lorenzetti aprovechó la causa que le inició Lilita para aclarar que la cuenta en el banco suizo la había abierto mucho antes de haber ingresado a la función pública. Y que nunca la omitió. También usó el expediente para justificar que la empresa que compró el inmueble de Puerto Madero, denominada Ratio, existía desde 1997, y que no la utilizó para triangular nada. "Incluí la propiedad en mi declaración jurada del año 2004, pero después la quité porque les doné la propiedad a mis hijos", argumentó.

Después de aquello, el presidente de la Corte inició una demanda contra Carrió con el argumento de que los fueros de los legisladores no habían sido pensados para que cualquier diputado reprodujera infamias. En los pasillos del máximo tribunal, el prolongado silencio posterior de la acusadora fue interpretado como una derrota. Entonces la autoridad máxima de la Justicia argentina se hizo un tiempo para preguntarle al presidente Mauricio Macri, cara a cara, si detrás de los ataques de Carrió estaba Cambiemos o el propio Gobierno. Macri le habría jurado que no. Es más, cerca del presidente de la Corte sostienen que, incluso, el jefe del Estado le había garantizado el cese definitivo de las denuncias de la legisladora. Pero a mediados de 2016 Carrió volvió al ataque y declaró: "Lorenzetti es un corrupto. Y además es socio de Zannini (Carlos, exsecretario legal y técnico y excandidato a vicepresidente)".

El 29 de julio del mismo año, Cristina, con su natural paranoia, interpretó que Macri y Carrió jugaban para el mismo equipo. Solo que uno hacía de policía bueno y la otra de policía mala. Se lo dijo a Parrilli, en medio de una conversación sobre los aumentos de tarifas de la época. Esto se puede oír con claridad en las últimas escuchas. La expresidenta, refiriéndose a Macri, preguntó: "¿Este piensa que la gente le va a pagar todos los vencimientos juntos del gas? Yo no sé, tampoco sé lo que va a hacer la Corte. Lo tienen apretado muy fuerte a...". Parrilli completó la frase: "A Lorenzetti, seguramente". Y ella dijo: "¡¡Sí!! Con la amenaza de juicio político de la gorda".

A veces las escuchas sirven para enterarse de pensamientos que los principales dirigentes políticos jamás repetirían en público. ¿El Presidente y la diputada juegan juntos, pero lo disimulan muy bien? Nadie podría asegurarlo. Sin embargo, por ahora parece claro que Macri no está para nada de acuerdo en activar un juicio político contra el presidente de la Corte, que, según él, conllevaría un alto riesgo institucional. Un día se lo dijo a un amigo que además integra el Gobierno: "¿Quién vendría a invertir a un país donde una diputada del oficialismo le inicia un juicio político al presidente de la Corte solo porque no le cae simpático?". Tampoco parece claro que Macri pueda impedir que Carrió prosiga con su andanada. "Si el otro día, como al pasar, le puso el cartelito de indecente, ¿qué debería hacer Mauricio? ¿Pedirle que se vaya de Cambiemos y poner en riesgo la coalición?", me dijo alguien de la mesa chica del jefe del Estado.

Lorenzetti tampoco se queda quieto. Hábil y muy cerebral, supone que el embate de Carrió persigue, como primer objetivo, su alejamiento de la Corte Suprema. Y, al mismo tiempo, la unción como presidente del máximo tribunal de quien considera su amigo, Horacio Rosatti. La pregunta del millón es si detrás de esta "guerra de titanes", agazapados, también juegan ciertos sectores de los servicios de inteligencia que viven de llevar y traer información. Porque la verdad es que, más allá de lo que una y otro sospechan, se adjudican o suponen, ninguno de los dos sabe, por ejemplo, cómo se filtraron las escuchas ni quiénes están detrás de la barrabasada que hizo el otro día la señora estruendosa que asistió el sábado 31 de marzo a la mesa de la diva de los almuerzos y de las cenas también.

Lo que no parece sano ni conveniente es que desde ambas trincheras se siga lanzando información envenenada. Ya bastante ruido hay con el último fallo de los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Farah que benefició a Cristóbal López y Fabián de Sousa y la próxima decisión sobre el mismo asunto de los integrantes de una sala de la Cámara de Casación, que todavía no se formó. Dicen en los pasillos de Comodoro Py que el sistema judicial no podría resistir otro dictamen que favoreciera a los empresarios del juego y del petróleo. Pero la eventual condena de Cristóbal y su socio es algo con lo que tanto Lilita como Lorenzetti estarían plenamente de acuerdo.