¿Lo hace para tapar la andanada de las noticias negativas sobre la economía y los incipientes casos de corrupción o falta de ética que empezaron a aparecer en el gobierno con inquietante frecuencia? ¿Sus ministros lo tiraron sobre la mesa del Congreso porque creen de verdad que una parte de la opinión pública lo viene demandando con energía? ¿O lo hicieron porque la caída de la imagen del Gobierno y del propio Presidente estaba pasando de ser transitoria a continua y difícil de revertir? Casi todos los oficialismos del mundo, y de la Argentina también, propusieron a la sociedad temas de esta envergadura cuando las papas les estaban quemando.

Sin ir muy lejos, el gobierno de Cristina Fernández habilitó, después de oponerse sistemáticamente, la discusión legislativa que culminó con la Ley de Matrimonio igualitario el 19 de julio de 2010. El contexto político era muy complicado para la Jefa da Estado y su administración. El propio Macri, como jefe del gobierno de la Ciudad, la había corrido por izquierda al permitir el primer casamiento gay en su distrito y provocar así el enojo del entonces arzopismo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Por entonces la economía nacional empezaba a demostrar signos de debilitamiento. La imagen de Cristina estaba cayendo en picada. A ese declive lo interrumpió de manera repentina, pocos meses después, la inesperada muerte de Néstor Kirchner. El proyecto de matrimonio igualitario original había sido presentado por la senadora nacional mandato cumplido Vilma Ibarra. El oficialismo, cuando lo creyó propicio, se lo apropió, generando así empatía transversal en amplios sectores sociales.

Algo parecido hizo Cristina con la Asignación por Hijo. El proyecto original había sido presentado varios años antes por la organización que lideraba uno de los dirigentes gremiales más coherentes y honestos que conocí en mi vida, Germán Abdala, de ATE. El "Turco" murió muy joven, de cáncer, pero todavía inspira a generaciones enteras de sindicalistas que viven de su trabajo. Poco después al proyecto lo enriqueció y lo volvió a presentar en Diputados Elisa Carrió. Sin embargo el Gobierno se negó a tratarlo, con el argumento de que desfinanciaba al Estado. La Asignación por hijo recién entró en vigor a través de un decreto de necesidad y urgencia de Cristina Fernández, el 29 de octubre de 2009. El contexto para lanzarlo, otra vez, era muy propicio: fue después de la primera derrota electoral del Frente para la Victoria, en junio del mismo año, con Néstor como cabeza de lista, contra la agrupación liderada por Francisco De Narváez. A quienes acusaban al gobierno de oportunista, Aníbal Fernández, por aquellos días, respondió con una de las típicas frases de Juan Domingo Perón: "mejor que decir es hacer. Mejor que prometer es realizar".

Sin embargo, la discusión sobre cómo legislar sobre el aborto, será todavía más transversal y movilizadora. Quizá tan movilizadora como los debates que precedieron a la ley de divorcio aprobada en 1987 durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Ya se sabe que ni Macri, ni Cristina, ni la vicepresidente Gabriela Michetti, ni Carrió, ni el jefe de gabinete, Marcos Peña, están a favor de la iniciativa que se presenta con la siguiente idea conceptual: "Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir". También se sabe que, por ejemplo, los legisladores más jóvenes como Máximo Kirchner, de La Cámpora, o Josefina Mendoza, de Cambiemos, apoyan activamente la aprobación de una ley con esas características. Además, se sospecha que el proyecto podría llegar a ser aprobado en la Cámara baja, pero que no pasaría en el Senado, donde mucho de los legisladores son oriundos de provincias muy conservadoras y muy católicas.

Quizá una de las perspectivas más racionales sobre la interrupción de la gestión la aportó el actual ministro de Salud, Adolfo Rubistein, al afirmar que en todos los países donde el aborto está legalizado, la educación sexual y reproductiva y la contención del Estado ante un embarazo no deseado funciona, ha bajado de manera considerable la tasa de mortalidad materna. Y ahora que la polémica se ha metido en cientos de miles de hogares argentinos, es muy pertinente recordar una idea que esbozó René Favarolo, y que fue publicada en 1998. "Los ricos defienden el aborto ilegal para mantenerlo en secreto y no pasar vergüenza. Estoy harto de que se nos mueran chicas pobres para que las ricas aborten en secreto. Se nos mueren nenas en las villas y en sanatorios hacen fortunas sacándoles la vergüenza del vientre a las ricas. Con el divorcio decían que era el fin de la familia. Y sólo fue el fin de la vergüenza de los separados ilegales. Con el aborto legal no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar, no legislar".