Ya comenzado febrero, el tema recurrente entre los productores agrícolas argentinos es el clima. Una vasta porción de la pampa húmeda acusa la falta de oportunas lluvias y si bien la situación podría calificarse como "overa" (hay zonas con cultivos en buen estado), la cuestión también es motivo de atención para los operadores de Chicago.

De allí la volatilidad verificada en dicha plaza en las últimas semanas. En su última estimación mensual, publicada anteayer, el USDA ajustó en baja la producción argentina, pero compensó con una suba similar en la cosecha de Brasil y los fondos especulativos de inversión intentan posicionarse en consecuencia en un contexto financiero internacional muy condicionante para estos actores.

Pero la plaza no es "matemática". Suponer que un simple cambio en los volúmenes de producción de un producto (para arriba o para abajo) es suficiente para marcar tendencia en las cotizaciones es una tremenda simplificación. La actitud de la oferta es la clave. Basta con mirar lo sucedido con la soja en nuestro país en el ciclo 2016/17.

A pesar de muchas opiniones que se expresaban a favor de la conveniencia de vender la soja y comprar Lebac, el resultado final muestra que quienes se quedaron en soja no se equivocaron. Es decir, la actitud de los tenedores de la mercadería siempre es un factor de mercado. Que haya soja es un dato tranquilizador para la demanda, pero si los tenedores de la misma no venden la historia se hace algo más incierta. De allí que no siempre los datos del USDA marquen tendencia.

Hoy, no hay dudas de que la cosecha argentina de la oleaginosa está "tocada". Las proyecciones varían entre 54 millones de toneladas (optimistas) y algunos que se animan a proyectar menos de 50 millones si las lluvias no llegan en el corto plazo. Semejante circunstancia paraliza las decisiones comerciales y ello es explicable. Muchos dudan en realizar coberturas, aun reconociendo que los precios dan muy bien en el Excel.

A tal efecto, se impone una interesante reflexión. Los mercados de futuros y opciones permiten definir un precio mínimo asegurado sin necesidad de comprometer producción física. Ello se logra comprando un put (opción de venta). Hoy por hoy, se puede definir un precio piso asegurado del orden de los US$265 para mayo, pagando una prima de US$6 por tonelada. No está mal. Si los precios suben, el seguro no sirvió, se acompañan las subas y el único sacrificio en el que se ha incurrido es la prima pagada.

El put sintético (ventas forward con el complemento simultáneo de compra de un call) logra el mismo objetivo. Aunque esta combinación sí implica un compromiso físico, permite asegurar un precio mínimo superior. En tren de analizar alternativas, también se puede evaluar la venta de soja noviembre cerrando tipo de cambio en el Rofex. Ello permite asegurarse un precio para la soja de $6600, que, comparado con los 5500 de mayo, implican una tasa de interés del 20% por 6 meses. También existen ingenierías comerciales combinando ventas con Lebac, etcétera.

Más allá de las combinaciones posibles (que son muchas), lo cierto es que este año los precios a cosecha son atractivos y plantearse la posibilidad de actuar efectivizando coberturas es absolutamente procedente. No somos bajistas. Pero llamamos a la prudencia.