Como otros presidentes antes, Macri debió sentir el intenso contraste entre la excelente recepción internacional y la problemática situación interna de su país. Desde Buenos Aires solo le llegaron noticias de una nueva escalada del dólar, que estuvo a punto de cotizarse a 20 pesos. Para peor, aquí está enfrentado también con un sector de la dirigencia sindical, que se siente amenazada por investigaciones judiciales, y con el clan Moyano, igualmente perseguido por los jueces. Hugo Moyano amenazó con multitudinarias marchas. Las espaldas de Moyano son más anchas que las de Luis Barrionuevo. El líder de los camioneros está en condiciones de parar el país con su poderoso sindicato. Pero, ¿podría hacerlo solo porque investigan la fortuna de su familia?

El precio del dólar es un termómetro, artificial si se quiere, de la marcha de la economía para la sociedad argentina. Todo está bien si el dólar está quieto. Algo anda mal si se mueve. Los argentinos le perdieron definitivamente la confianza a la moneda nacional después de la hiperinflación de fines de los 80 y principios de los 90 y de la gran crisis de 2001 y 2002. Hubo momentos de excepción. Los años de convertibilidad de Menem-Cavallo y los primeros años de Kirchner-Lavagna. Tal vez la reacción de los argentinos que se refugian en el dólar sea "ochentista", como suele decir Carlos Melconian, pero lo cierto es que la decisión de recurrir a la moneda norteamericana no cesó nunca. En 2007, poco antes de que Cristina llegara al poder, se percibió con más claridad la fuga del ahorro nacional hacia al dólar. En octubre de 2011, el mes en que Cristina ganó la reelección con el 54 por ciento de los votos, se produjo una corrida récord: cerca de 3000 millones de dólares salieron en un solo mes del sistema financiero para refugiarse en colchones, cajas de seguridad y cuentas en el exterior.

En 2017, ya con Macri en el poder, se fueron del sistema unos 1800 millones de dólares mensuales, cerca de 22.000 millones de dólares en un año. Hubo dos meses especialmente críticos: agosto, porque entonces varias encuestas la daban ganadora a Cristina en las elecciones de octubre (que finalmente perdió), y diciembre, por el farragoso y violento trámite de la reforma previsional. De todos modos, con Macri, el político que más garantías les puede dar a los que ahorran, la reacción de huir hacia el dólar no se modificó. Es lo que se vivió en la última semana, cuando el precio del dólar alcanzó niveles inéditos, aunque luego bajó suavemente. ¿Es culpa de las tasas de interés que fija el Banco Central y que siguieron descendiendo, también levemente? Es probable que algún sector económico haya percibido que con tasas más bajas habrá más pesos en circulación y, por lo tanto, más inflación.

Sin embargo, sería injusto si le echaran la culpa solo al Banco Central por la inflación o por el precio del dólar. La pelea con los sindicatos pronostica arduas negociaciones en las paritarias que comenzarán en marzo; algunas, pocas, ya se iniciaron. Esa disputa no se refiere solo al nivel de los salarios o a la marcha de la economía. Tiene otros componentes, pero todos los elementos (inflación, economía, investigaciones judiciales) podrían concluir en paritarias muy conflictivas.

La meta de inflación es dudosa. Es mejor el dólar. Ese es el reflejo ya congénito de los argentinos con posibilidad de ahorrar. La estabilidad de Federico Sturzenegger (y su independencia) es un dato tan crucial para los observadores extranjeros que el Presidente cambió el idioma en el que hablaba en Davos (pasó del inglés al castellano) cuando en una conferencia de prensa le preguntaron por el presidente del Banco Central. Era necesario que ni él ni los traductores se confundieron con el significado de ninguna palabra.

La mirada extranjera es crucial. El problema de Macri consiste en que los inversores extranjeros lo aplauden, pero no invierten. La composición de la inversión durante el año pasado fue así: de un total de poco más del 20 por ciento de inversión total, 17 correspondieron a la inversión privada nacional (incluye a los extranjeros que ya están en el país), 3 al Estado y solo el 0,5 a la nueva inversión externa. Esa radiografía explica la dedicación que el Presidente le pone a sus viajes al exterior. Su Gobierno necesita que la nueva inversión extranjera escale del 0,5 a por lo menos 3 puntos de la inversión total. Para eso se requiere una inflación claramente descendente en un país donde el gasto del Estado significa el 46 por ciento del PBI. Necesita también de sindicatos modernos y previsibles.

Gran parte de la dirigencia sindical oscila entre una izquierda muy antigua y el cuidado de inmensas e inexplicables fortunas. Moyano es el más peligroso, aunque también está muy aislado de los grandes gremios. Durante su larga gestión como mandamás de la CGT se ocupó más de engordar su sindicato, el de Camioneros, que de la central obrera. Les arrebató muchas veces por la fuerza numerosos afiliados a sindicatos importantes y poderosos, como el de Comercio o el de la Construcción. Por eso, Moyano no tiene amigos visibles entre los grandes gremios, que prefieren mantenerse como espectadores de la pendencia entre el líder camionero y la administración de Macri.

Moyano culpa de sus desventuras judiciales a Macri. ¿Tiene la culpa Macri? En rigor, lo único que cambió es que ahora el Estado le traslada información a los jueces, sobre todo a través de la Unidad de Investigación Financiera (UIF), que es el organismo que conoce los manejos financieros de los argentinos. También está actuando como querellante la Procelac, el equipo de fiscales que actúa contra el delito económico y el lavado de dinero. Con Alejandra Gils Carbó fuera del cargo de jefa de los fiscales, esa unidad de investigación tiene vida propia. Las primeras conclusiones judiciales son demoledoras para el caudillo sindical y su familia: hay varias empresas de los Moyano que solo facturan al sindicato de Camioneros y a su obra social. Un allegado a Moyano (¿es Moyano mismo?) tiene un empresa de transporte de metanol que produce YPF en Neuquén y lo traslada a Buenos Aires. Son acuerdos de la época de Néstor Kirchner; nadie sabe si ese negocio lo conocía Cristina.

La flamante diputada Graciela Ocaña, vieja fiscal del moyanismo, presentará en los próximos días una denuncia por un sospechoso fideicomiso que también beneficia a la más poderosa familia sindical. La UIF detectó al mismo tiempo un trasiego de 500 millones de pesos entre el sindicato de Camioneros y empresas que están a nombre de la esposa de Moyano, Liliana Zulet. Dos hijos de ella, de un matrimonio anterior al de Moyano, blanquearon dinero por más de un millón de dólares cada uno en la reciente moratoria fiscal. Los hijos de Zulet tienen menos de 30 años.

Las amenazas de Moyano no son un recurso nuevo. Ya en tiempos de Cristina, cuando se sospechó de cuentas en Suiza, prometió un paro general como respuesta a lo que consideraba una persecución política. El método es el mismo ahora. Macri no puede hacer mucho. ¿Cómo les diría a los jueces y fiscales que dejen de investigar a Moyano? ¿Cómo, si ellos ya tienen los papeles y las pruebas en sus manos?

Con todo, el problema de Macri nunca será Moyano, uno de los dirigentes más desprestigiados del país. La economía será su principal problema si lo que se ve y se toca no fuera mejor que lo que hubo.