Aunque persisten problemas de competitividad, como la presión impositiva o los elevados costos de transporte, las negociaciones comerciales serán vitales en los próximos meses. A mediano plazo, el país necesita generar más divisas por exportaciones de bienes.

"Nos concentraremos en los mercados estratégicos y buscaremos sumar aquellos productos que hoy deberían tener más destinos abiertos", dice Marisa Bircher, secretaria de Mercados Agroindustriales, del Ministerio de Agroindustria.

En el primer objetivo, la agenda marca que en el primer semestre se podría firmar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Además, se abrirán negociaciones con Corea del Sur y Canadá. Pero no son los únicos. China, que sobre fines de 2017, acordó la apertura de arvejas y arándanos para la Argentina, sigue estando en el tope de las prioridades. "Viajé cuatro veces a China el año pasado", recuerda Bircher. "Con ellos se negocia producto por producto", añade.

El listado es más amplio: está cerca la apertura de México para la carne bovina y hay discusiones para llegar a Indonesia con frutas y cítricos dulces. Dos países superpoblados e importadores de alimentos.

En el caso de productos que requieren de más mercados para ampliar sus oportunidades se destaca la carne porcina. "Tenemos diez mercados abiertos para la carne de cerdo, cuando para la carne vacuna hay 90", recuerda Bircher. En la mayoría de los destinos y productos se requiere de la firma de protocolos sanitarios.

En 2017, el Gobierno abrió mercados internacionales para 44 productos, según datos del Ministerio de Agroindustria. En el planisferio de la canasta exportadora argentina, América Latina tiene 16 nuevos productos; América del Norte, siete productos; Asia, 17 productos, y África, cuatro productos. Esa canasta de apertura de mercados va desde los langostinos a Australia hasta el limón a EE.UU. o el ganado bovino a Egipto. Hay que aclarar que en este mapa no están incluidos los arándanos y las arvejas a China ni el reingreso a Estados Unidos por el Sistema General de Preferencias (SGP) que favorece a vinos y quesos, entre otros productos, que se anunciaron a fines de 2017. Y no significa que todos esos productos ya están siendo exportados.

Nada es fácil. La Argentina, como parte del Mercosur, parte de una base proteccionista. "Mientras Chile o Nueva Zelanda tienen firmados tratados de libre comercio que les permite ingresar con arancel cero a varios países, nosotros competimos con tarifas de 15 o 20%", reconoce Bircher.

Apenas en los dos últimos años desde el Gobierno se hizo hincapié en la necesidad de apostar al comercio internacional como vía para generar oportunidades de inversión y trabajo. Cuando el mundo vivió un auge de precios internacionales récord para las materias primas y los alimentos (recordar los US$5000 de la leche en polvo en 2007 o los US$612 la tonelada de soja en Chicago en 2012) desde la Casa Rosada se alentaba a "vivir con lo nuestro". Esto se sigue pagando hoy.

Además se asiste a la paradoja de que los países que siempre fueron abanderados del libre comercio, como Estados Unidos, hoy se vuelven proteccionistas, y aquellos que fijaban férreos controles a la importación, como China, hoy necesitan alimentos para satisfacer la demanda de su población.

La macroeconomía también tiene limitantes. Pese a la mejora del tipo de cambio de las últimas semanas, la exportación, en particular de las economías regionales, todavía cree que el valor del dólar no es competitivo. Aun con esas dificultades, la agroindustria lleva sobre sus hombros el mayor peso de las exportaciones. Entre enero y noviembre de 2017 de los mal llamados "productos primarios" y las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) salieron el 64,4% de las exportaciones que alcanzaron los US$53.881 millones. No obstante, el déficit de la balanza llegó a US$7656 millones.

El comercio internacional representa un camino largo que otros países de la región, como Chile o Uruguay, los vienen transitando hace tiempo. Las oportunidades siguen estando allí, solo hay que saber buscarlas.