Mauricio Macri tiene el camino despejado para su reelección en 2019. En primer término, en virtud de un nuevo triunfo indiscutible en el principal enclave político del país y bastión histórico del peronismo, la provincia de Buenos Aires. En segundo lugar, no hay ninguna amenaza seria de ruptura dentro de la actual coalición política Cambiemos, salvo ocasionales movimientos bruscos a nivel de su placa tectónica más inestable, Elisa Carrió. Por último, la economía no genera grandes noticias pero tampoco muy malas.

En el extremo, el mensaje de los analistas más críticos como Javier Milei que dicen que "Argentina se dirige hacia un témpano", hoy podría compararse con aquel que trajo Paul Krugman al país en 1998, cuestionando la viabilidad de la convertibilidad. El tiempo le dio la razón pero la explosión sucedió tres años más tarde que el vaticinio.

El trayecto a 2019 no está exento de algunos desafíos pero en un marco general donde Macri, a través de María Eugenia Vidal, tiene resuelto el principal reto político argentino, el control de la provincia de Buenos Aires. Desde esa plataforma, el actual presidente puede repetir como un mantra el famoso principio jurídico qui potest plus potest minus.

Resolviendo lo más complejo, Macri no debería tener inconvenientes para solucionar algunas pruebas territoriales de menor magnitud como la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba. En ambos casos, el radicalismo buscará inclinar la cancha de la coalición político-parlamentaria hacia la coalición de gobierno y lo hará con las credenciales de un líder político como Martín Lousteau que ya compitió en dos elecciones locales. En el plano mediterráneo, lo realizará con la chapa del municipio cordobés, de 50 municipios de la provincia y dos líderes con amplio trajín local como Mario Negri y Ramón Mestre (h).

A ese rompecabezas, habría que agregarle la incertidumbre acerca de una inesperada movida capitalina de Carrió sustentada sobre su reciente batacazo electoral o la ocasional irrupción en el tablero de algún outsider como Facundo Manes, un científico identificado con el radicalismo y la figura de Raúl Alfonsín que viene acumulando silenciosamente detrás del fronting de conferencias sobre neurociencias que transcurren a sala llena, atrayendo no sólo público general sino a líderes territoriales, periodísticos y empresariales.

¿Y el peronismo?

La línea de flotación del peronismo es la provincia de Buenos Aires. Tras dos derrotas consecutivas en ese distrito, la principal fuerza opositora repite la crisis profunda de 1985, pero combinada con otra que vivió a fines de los 90 con una jefatura declinante y una nueva que no aparecía. En términos numéricos, el liderazgo residual de Cristina Kirchner hoy alcanzaría a escala nacional un porcentaje similar al que obtuvo Carlos Menem en la primera vuelta de 2003. Tal trance, no tendrá resolución a corto plazo. Recuperar representatividad política en los decisivos sectores medios bajos implica un largo proceso de sofisticación de la oferta electoral que el peronismo no podrá resolver por vía de cursos de Big Data o seminarios con Jaime Durán Barba. Ello le demandará un largo desierto que sólo podrá acortar en la medida que entre en escena el clásico trampolín al poder del peronismo, una crisis económica, llámese 1989 o 2001.

En ese sentido, no fue casual que las turbulentas escenas de fines de diciembre derivadas de la votación de la reforma previsional y, más tarde, del anuncio de modificación de las metas de inflación tras una mini corrida cambiaria que encareció un 10% al oscuro objeto del deseo argentino, sacaron del freezer tanto a Cristina Kirchner como a un Sergio Massa que, aun golpeado, sigue siendo un futurible del peronismo a partir de su arraigo en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el apaciguamiento que tuvieron ambos temas en los días sucesivos, los volvió a sacar de escena rápidamente, quedando en claro que la discusión relativa al liderazgo del peronismo pierde relevancia en función de la centralidad que hoy tiene Macri y sus dos samuráis del área metropolitana, la taquillera Vidal y la silenciosa topadora Horacio Rodríguez Larreta. ¿Será un gobernador el próximo jefe del peronismo? ¿Será un outsider como Marcelo Tinelli? Todo es posible, pero la discusión hoy no tiene gran cartelera política ni mediática.