Con la asunción de Mauricio Macri como presidente del G-20, el grupo que reúne a los países más poderosos, la Argentina confirma que ha vuelto al mundo luego de haberse autoexcluido durante los 12 años del régimen kirchnerista.

Nuestro país tendrá, además, la responsabilidad de organizar en noviembre del año próximo, en la ciudad de Buenos Aires, la Cumbre del G-20, y el desafío de adoptar los recaudos necesarios para que se desarrolle en orden la reunión a la que asistirán los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin y la canciller alemana, Angela Merkel, entre otras figuras del primer plano internacional.

El aspecto de la seguridad de la cumbre será un tema, sin dudas, insoslayable. Se llevarán a cabo cincuenta reuniones preparatorias y, como ocurre cuando este tipo de eventos tiene lugar en otras partes del mundo, las protestas están a la orden del día.

Podemos hacer frente a esas eventualidades y tener una clara y firme estrategia para estar preparados en caso de que se produzcan violentos episodios, como los ocurridos en la reunión del G-20 llevada a cabo en julio último en Hamburgo.

El principio del monopolio por parte del Estado en el uso de la fuerza cuando esta resulta imprescindible es innegociable. Asimismo, deberá apelarse al diálogo con la oposición para que prime la madurez por encima de actitudes trasnochadas que sólo conducen a desprestigiar a nuestro país.

Llegar a la presidencia temporaria de este grupo supone para la Argentina ocupar, por primera vez en mucho tiempo, un lugar relevante en el mundo, como ha señalado el presidente Macri al asumir formalmente el cargo. También, la posibilidad de participar en la confección de la agenda internacional.

En el Gobierno consideran que la reunión del año próximo acarreará múltiples beneficios para el país; entre ellos, un incremento del turismo y de las inversiones y un papel de liderazgo o de vocero de la región, particularmente de las naciones del Mercosur. La agenda que propondrá la Argentina constará de tres ejes: futuro del trabajo, infraestructura para el desarrollo y un "futuro alimentario sostenible".

La agenda mundial es hoy amplia, pero hay temas que sobresalen, como el futuro de la globalización y el libre comercio en un contexto en el que, paradójicamente, China se muestra como garante de esa globalización, mientras que Estados Unidos, con Trump, promete ponerle un freno y encerrarse sobre sí mismo.

A ese panorama habría que sumarle el impacto político y financiero que pueda tener la salida del Reino Unido de la Unión Europea, prevista para 2019. Tampoco hay que dejar de prestarle atención al auge de partidos eurofóbicos en Europa que plantean en sus plataformas de gobierno el abandono del bloque. Otro tema relevante es la proliferación de los ataques terroristas de bajo costo, en su mayoría impredecibles, perpetrados en la mayoría de los casos por extremistas fanáticos.

De muy poco le servirá al país este importante paso en el camino hacia una mayor inserción internacional si hechos de violencia empañasen la cumbre. Por tal razón, será menester extremar todos los recaudos para garantizar la máxima seguridad durante el encuentro.