Luego de un retroceso del 4,6% en 2016, desde mayo pasado la producción industrial comenzó a repuntar y este año crecería un 2%. Esta recuperación se sostiene en un mayor consumo interno y en exportaciones que en cantidades crecieron un 12% mientras las importaciones subieron tres veces más, según los datos a septiembre. Las estimaciones coinciden en que este año el déficit comercial externo industrial rondaría los US$35.000 millones.

Diego Coatz, economista jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), explica que “la evolución del comercio exterior en la última década se aproxima a un diagnóstico indiscutible: Argentina presenta un déficit crónico en Manufacturas de Origen Industrial (MOI), que alcanzará este año un nuevo récord de casi US$35.000 millones, superando levemente los máximos de 2011 y 2013. Más de la mitad del déficit se concentra en máquinas, aparatos y maquinarias eléctricas que engloban desde grupos electrógenos y almohadillas eléctricas hasta línea blanca, autopartes y telecomunicaciones digitales. En tanto, los productos químicos y conexos —desde insecticidas hasta desechos— contribuyen con cerca del 15%. El déficit MOI se explica, predominantemente, por el comercio con Brasil, China, la Unión Europea y Estados Unidos, mientras China contribuía con el 7,6% de dicho déficit en 2000, eso explica actualmente cerca de un 30%”.

El primer sector en importancia en el total de pagos de importaciones es la “industria automotriz”. Incorporando los ingresos por cobros de exportaciones, el sector acumuló “pagos netos por unos US$7.000 millones desde inicios de 2017, superando en un 21% el déficit del mismo período de 2016”, dice el Balance Cambiario del Banco Central..

Coatz agrega que “este déficit comercial no es responsabilidad exclusiva del sector industrial, sino de la economía argentina en su conjunto como resultado de la pesada herencia de una estructura productiva parcialmente desintegrada”.

Y asegura que “todos los sectores importan bienes; agroindustria y servicios necesitan bienes industriales que no se producen localmente, lo mismo que los consumidores. La clave radica en aumentar el valor agregado de las exportaciones, lo cual debe generar escalas sectoriales para ir reduciendo paulatinamente importaciones en los segmentos de mayor contenido tecnológico: fortalecer la densidad del entramado industrial argentino con miras a responder demandas inter e intra sectoriales, incrementar tanto los encadenamientos productivos y la escala de producción. Esto no quiere decir que se deban sustituir determinados bienes importados que son claves para la producción y no se producen localmente. La clave es la construcción y el fortalecimiento de capacidades productivas e innovativas que involucran procesos de acumulación y aprendizaje de mediano plazo cuyos resultados comienzan a observarse a medida que transcurre el tiempo”.

Otras conclusiones El economista Camilo Tiscornia tiene otra mirada: “Los datos de 2017 vuelven a confirmar un patrón histórico del comercio exterior argentino: la tendencia al déficit en lo industrial y al superávit en lo relacionado con la agroindustria”.

Tiscornia dice que “el sector industrial como un todo acumula en el año un déficit comercial de US$16.000 millones. Pero ese total esconde una importante disparidad. Por un lado, hay dos sectores fuertemente superavitarios, que son los ligados al agro, y que generan un excedente de divisas cercano a los US$20.000 millones. Por el otro, se encuentra el resto de los sectores industriales, que presentan un déficit de US$36.000 millones, concentrado en algunas ramas en particular: autos, máquinas y aparatos mecánicos y eléctricos, y algunos productos químicos. Dentro de ese déficit comercial, una parte se debe a la compra de insumos y equipamiento productivo, lo cual es bienvenido en la medida que responde al aumento de la inversión. Pero otra se debe a bienes de consumo y partes de productos que simplemente se ensamblan en el país”, sostiene.

Y concluye: “Esta diferenciación es sumamente relevante para notar que la industria argentina no es muy competitiva en general, pero que sí tiene fuertes ventajas comparativas en lo relacionado con lo agroindustrial. A esto se pueden sumar nichos de mercado, así como sectores vinculados a la energía, pero difícilmente se revierta el patrón de déficit comercial en el sector industrial”.

Otro economista, Fausto Spotorno, dice que “en general, Argentina tiene un sector agroindustrial superavitario en materia comercial que genera un exceso de divisas que tiende a ser absorbido por el sector industrial y cada vez más por el sector de servicios que se vuelven deficitarios. En la actualidad, este proceso se ve fuertemente fortalecido por los dólares que ingresan vía cuenta financiera, con el objetivo de financiar el déficit fiscal. Es por ello que cuando la economía crece, también aumenta la demanda de bienes y servicios. Este aumento de la demanda en general es abastecido por la industria local que debe importar insumos para fabricar lo demandado”.