HANNOVER, Alemania.- El sistema de producción de la agricultura argentina basado en el modelo de la siembra directa se encuentra en estado de alerta. El paquete tecnológico de labranza cero con el herbicida glifosato y las semillas transgénicas con resistencia a este producto está amenazado por una posible medida de la Unión Europea de imponer niveles de residuos tan mínimos al uso de glifosato que podría obligar a cambios en el actual modelo productivo.

Lo curioso es que mientras algunos países de Europa cuestionan la utilización de este herbicida, por otra parte fomentan el uso del arado, un tipo de labranza que atenta contra la sustentabilidad del suelo.

En Hannover recientemente se desarrolló Agritechnica, la muestra de maquinaria agrícola más importante del mundo donde unos 2900 expositores mostraron todo su potencial ofreciendo una fascinante visión del futuro de la producción. Había fabricantes y proveedores de servicios distribuidos en 23 pabellones que entusiasmaron a los visitantes con nuevas ideas y también innovaciones.

Allí, un grupo de contratistas y curiosos argentinos invitados por una empresa de maquinaria agrícola quedó sorprendido no sólo por la tecnología de vanguardia, sino por algo tan simple como olvidado: "el arado", esa herramienta denostada y en desuso en la Argentina que en el Viejo Continente se luce en sus múltiples variantes.

Con el glifosato en problemas mientras las malezas son resistentes cada vez a más herbicidas, quizás haya que pensar en volver al uso de las labranzas convencionales tan cuestionadas por los conservacionistas del suelo.

Y ahí radica una incógnita para los "fundamentalistas" de la ecología. ¿Qué le hace más daño al planeta? ¿El arado o el glifosato?

Mientras tanto, la agricultura argentina ya sabe que podrían venir tiempos de cambio desde Europa y hay que estar preparados.