O sea, si bajó la expansión monetaria y se aplicó una política -de tasas altísimas y emisión de Lebac- “anti inflacionaria” el aumento del IPC debería haber sido menor y, sin embargo, creció desde el 27% en 2015 al 40,9% en 2016, año en que la base monetaria creció 31,7% pero la inflación la superó en 9 puntos llegando a 40,9%. Esa diferencia tiene su origen en gran parte en las Lebacs y los pases.

Ya les gustaría a los políticos que las letras fueran anti inflacionarias, para poder emitir todo lo que quisieran para “reactivar” la economía -el sueño keynesiano- total después lo “neutralizan” absorbiendo billetes con la venta de papeles. De paso, aclaremos que el actual “crecimiento” de la actividad económica no es genuino sino inflado con deuda estatal… y los globos inflados corren serio riesgo de pincharse.

Pretender parar el aumento del IPC absorbiendo dinero post emisión es como matar a balazos a una persona y luego quitarle las balas: podrán decir que el cadáver no tiene balas, pero revivir no va a revivir. Sucede que la inflación es el exceso de emisión por sobre la demanda del mercado, en tiempo real, de modo que una vez emitido el exceso la inflación ya se instaló y no hay modo de neutralizarla: como dice la sabiduría popular, “los precios nunca bajan”.

Es que, una vez emitido el exceso, el mercado produce una serie de efectos, en tiempo real, que no pueden retrotraerse. Por ejemplo, los consumidores cambian sus hábitos, los empresarios su política productiva, etc. O sea, provocada la inflación, podría ocurrir que baje la producción ante una merma del consumo, entonces la demanda de moneda bajará compensando la absorción monetaria de las Lebac.

Ya en 1978 el gran economista Henry Hazlitt, decía que la inflación provenía como consecuencia del aumento en la cantidad de dinero y crédito. Las Lebac, al contrario de lo que pretende el gobierno, son doblemente inflacionarias: porque provocan una contracción de la demanda monetaria -ya que los inversores se quedan en estas letras- aumentando el spread con la oferta, y porque terminan reduciendo la producción real al desviar fondos hacia la bicicleta financiera.

El BCRA subió el martes pasado la tasa de Lebac, en línea con la de política monetaria tomada la semana anterior, y la ajustó al alza en 225 puntos básicos -la tasa a un mes de las letras- hasta 28,75%, convergiendo hacia la de pases cuya suba fue de 100 básicos hasta el mismo nivel.

Así, coherente con lo que venía operando en el mercado secundario, la tasa llega al máximo valor en lo que va del año, subiendo 650 puntos básicos desde los mínimos de abril cuando la de corto plazo era fijada en 22,25%. Aunque, la real, descontada la inflación, queda en los mismos niveles si consideramos las expectativas de inflación (23%), medidas por el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA.

Por cierto, no son datos menores el hecho de que vencían unos $380.000 millones de Lebac y se recibieron ofertas por unos $335.000 millones quedando $45.0000, y que el stock haya quedado en máximos históricos acercándose a la friolera de 1,1 billones de pesos, unos US$ 55.000 millones.

La consecuencia inmediata de la decisión del BCRA fue una retracción de la inversión genuina en pos de la bicicleta financiera, y la Bolsa tuvo un martes negro con un bajón del 4,1%, su peor caída diaria en cinco meses, aunque también influyó el temor de que un aumento impositivo. La otra consecuencia fue una caída del dólar, ya demasiado deprimido, alentando las importaciones contra la producción local. Y, con todo esto, el riesgo país, medido por el JP.Morgan, subía levemente hasta el rango de los 381 puntos básicos.

Fuente: Fundación Atlas