La semana terminó con un amplio saldo favorable para el Gobierno. Las principales reformas (tributaria, laboral y previsional) ya fueron en buena medida consensuadas y en tiempo récord empezarán a discutirse en el Congreso. Pocos esperaban semejante rapidez y los mercados festejaron con subas de bonos y acciones. Pero detrás del festejo y del fortalecimiento político aparece una sombra que empieza a dominar los planes empresarios para el año próximo: todo indica que la economía crecerá menos, y no más como se esperaba, en el 2018.
La actividad se encuentra en su mejor momento. Los datos de septiembre marcan incluso una consolidación de las ventas minoristas y en los shoppings, donde se registró el segundo aumento consecutivo. El consumo así empezó a emerger, tras el golpe recibido en 2016 por el fuerte aumento de la inflación.
La economía crecerá cerca de 3% este año. Si es una décima más o menos es relevante, ya que en caso de ubicarse en ese nivel o por arriba gatillaría el pago del cupón PBI, agregando unos USD 2.500 millones a los pagos de deuda que el Gobierno tendrá que hacer el año próximo. Además, esa posible erogación no figura en el proyecto de Presupuesto 2018.
El Gobierno destaca, y hace bien en hacerlo, que por primera vez desde el período 2010-2011 habrá dos años consecutivos de crecimiento. Desde aquel entonces se registró un "serrucho", en el cual la economía crecería en los años electorales (más expansión del gasto) y caía en los que no se votaba (ajuste). Eso provocó que la actividad esté dando vueltas siempre en el mismo lugar. El 2017 no terminará muy lejos de los valores del 2011, pero sin cepo y obviamente con una economía con perspectivas más auspiciosas.
Economistas como Miguel Bein empezaron a
recortar sus
pronósticos del año que viene a la baja. El consenso hoy está más cerca
del
2,5% (en línea con la proyección del FMI) que del 3%. Y casi nadie cree
que se
pueda cumplir con el 3,5% que Nicolás Dujovne, calculó en el
Presupuesto. En la
misma dirección opinan otros economistas como Carlos Melconian y Diego
Giacomini.
Esa expansión, en caso de llegar al 2,5%, sería
incluso
menor en la práctica. Sucede que este año ya deja un "arrastre
estadístico" del 1,5%. Por lo tanto, el crecimiento real del año que
viene
sería sólo del 1%.
El propio ministro de Hacienda se entusiasmaba
hace un par
de meses en reuniones privadas diciendo que en el 2018 el crecimiento
podría
ubicarse incluso por encima del 4%. Pero ahora ya no lo repite y
prefiere
concentrarse en los "dos años consecutivos" de expansión.
Las fuertes subas de tarifas de luz y de gas
que impactan
en los bolsillos a partir de enero es un buen indicador de lo que
sucederá el
año próximo. Y todavía no se anunció otro ajuste inevitable, que es el
de
transporte. La promesa de Mauricio Macri a los gobernadores fue que
para el
2019 ya no habrá más subsidios energéticos para la zona metropolitana y
un par
de años después tampoco para el transporte.
La reactivación en cámara lenta no es
necesariamente
mala. Contrasta, claro, con los grandes repuntes de la Convertibilidad
y de la
primera etapa kirchnerista, cuando la economía rebotaba al 6 ó 7%
anual. Pero
esos períodos de euforia precedieron luego grandes crisis.
Ahora se apunta a un crecimiento que tenga
bases más
sólidas y que no dependa casi exclusivamente del consumo, que en 2018
volverá a
estar afectado por el ajuste del gasto vía menores subsidios.
La apuesta es a que sea la inversión la que
lidere la
reactivación. Ya esté año se nota un repunte que sería aún más visible
el año
que viene. Pero se arranca desde una base baja, menos de 17% del PBI,
cuando
otros países de la región se encuentran por encima del 22% ó 23%.
Con las distintas reformas enviadas al
Congreso, el
Gobierno dio un paso fundamental para empezar a arreglar la "micro",
es decir los históricos problemas de competitividad de las empresas.
Aún en
cómodas cuotas en lo que respecta a la baja de impuestos distorsivos,
el camino
luce prometedor. El problema sigue siendo la "macro", es decir el
funcionamiento de las grandes variables de la economía.
En estos dos años de Cambiemos, los déficit
gemelos
aumentaron y eso condiciona la recuperación. Este año el rojo fiscal
será mayor
al que dejó Cristina. La necesidad de bajarlo es el principal
condicionante del
crecimiento en el corto plazo. Mientras, el déficit de cuenta corriente
llegará
a un récord de 4% del PBI y sería aún mayor en 2018. El salto que
tendrá el
turismo al exterior este verano será probablemente el mejor reflejo del
persistente atraso cambiario de la economía argentina. En 2017 la
balanza
turística arrojaría un récord negativo de USD 10.000 millones.
En los últimos días esos desequilibrios macro
volvieron a
sentirse a flor de piel. El Banco Central volvió a subir las tasas de
interés
para combatir la inflación. Los rendimientos que hoy paga están entre
los más
altos del mundo: mientras que la tasa es del 29% la inflación esperada
para los
próximos 12 meses se ubica en alrededor del 17%. Los esfuerzos de
Federico
Sturzenegger para combatir la inflación volvieron a planchar al dólar,
pero también
encarecerá el costo del crédito en los próximos meses.
El rojo fiscal también es un desafío para el
ministro de
Finanzas, Luis Caputo, quien debe salir a cubrir el bache. "Queremos
reducir la dependencia del financiamiento externo", reconoció el jueves
en
una reunión con un centenar de aseguradoras, justificando la decisión
de
bloquearles la compra de Lebac. El objetivo es claro: financiarse con
la
colocación de deuda en pesos y en el mercado interno. Las compañías de
seguros
son las que están en mejor posición para absorber esos nuevos títulos.
Esta menor búsqueda de crédito internacional podría dar lugar a un fenómeno muy común de la década de 1990: el "crowding out", es decir que el sector público desplace al privado (familias y empresas) a la hora de buscar financiamiento.