“Hay que ser un loco”. Con esta frase, arrancó describiéndose Sebastián Sofía, un ganadero todo terreno en plena zona núcleo que supo sortear la embestida de la década kirchnerista y ahora busca recuperarse a base de eficiencia y tecnología.

Los Sofía tienen la particularidad de ser apasionados de los animales. En su campo de 300 hectáreas ubicado en Irala, una localidad del partido de Bragado apuestan principalmente a la producción de carne bovina y ovina integrando la agricultura. Cuando hay excedente, comercializa maíz y soja como grano, pero la producción granaria es para consumo. El porcentaje es 80% ganadería (junto con la ovina) y el resto 20% restante, es agricultura.

“Es una zona típica agrícola pero creo que las producciones no deben ser únicas. La mejor opción es diversificarlas”, precisó Sebastián a Clarín Rural, quien representa ya a la tercera generación de la familia Sofía.

La historia de Sebastián es muy jugosa. Se fue a Capital Federal a probar suerte de muy chico con otra de sus pasiones: el fútbol. Luego de jugar en varios equipos, como Ferro y Huracán, decidió colgar los botines a los 21 años y regresó al campo a continuar el trabajo que habían realizado su abuelo Pascual y su padre, Julio. Con ayuda de la familia y amigos, tomó las riendas del establecimiento. Ahora, sin presionarlo, espera que su hijo Juan con 17 años, a punto de finalizar los estudios secundarios, en algún momento se haga cargo del negocio como lo hizo él.

Allí, la actividad principal es la ganadería. Hacen ciclo completo para producir novillos que alcancen los 400 kilos a base de producción propia de maíz y verdeos de invierno (avena) y de verano (sorgo forrajero).

La carga habitual que tiene en el campo es de una vaca por hectárea (E/V) pero en estos momentos tiene 3,5 vacas por hectárea porque la mitad del campo está bajo el agua tras las intensas lluvias que azotaron la región y provocaron el desborde del río Salado, que está muy cerca del establecimiento.

El plantel se basa con 350 madres Aberdeen Angus. Prioriza a la hembra para reposición o en algunas circunstancias, la comercializa como madre. Los machos van todos a faena.

La dieta para los animales de cría y recría es a base de verdeos de invierno, principalmente de avena. Luego, la terminación del vacuno es con maíz que produce en su propio campo en conjunto con rollos y núcleos vitamínicos. “El objetivo es volver a producir novillos para exportación como hacía antes del 2006 que se cerraron definitivamente”, auguró.

Para alcanzar esta meta, Sebastián tiene claro que se necesitan algunos ajustes para poder incorporar más kilos a cada animal, pero aclara que los tiempos aprietan y a veces no queda otra que venderlos con menos kilaje porque no es fácil aguantar a los animales cuatro meses más en los corrales.

“Tenemos que ser más eficientes en la producción. Y para esto se necesitamos cuatro patas: la sanidad, la alimentación, al genética y la parte humana”, indicó Sebastián resaltando las virtudes de la gente que trabaja a su lado.

El maíz para este el productor es estratégico. Su planteo se basa fuertemente en el cereal porque lo utiliza como principal insumo para la dieta del ganado vacuno y cuando sobra, lo comercializa como grano.

Divide la siembra de la gramínea en dos, como ya se viene acostumbrando en la zona núcleo. La fecha de primera, que en este ciclo se sembró el 5 de octubre, y la fecha tardía, que es en diciembre. El piso de rinde en el primer caso es de 10.000 kilos mientras que en la segunda opción alcanza también muy buenos resultados con 9.000 kilos de promedio.

Además, siembra soja normalmente pero este año no lo pudo hacer porque al quedar con menos área por las lluvias priorizó la actividad ganadera.

La producción ovina también tiene su lugar en el campo de los Sofía. El chacarero cuenta con una majada de 150 madres Hampshire Down. La producción es de 100 corderos por año en la cual gran porcentaje es para consumo propio y en menor medida comercializa a terceros (para Navidad y Año Nuevo). “La gran tarea que tenemos es que el ovino esté en la mesa de todos los argentinos como ocurre con las demás carnes. Debe ser una alternativa más para el consumidor”, graficó.

En este sentido, el objetivo es hacer un cordero más pesado, venderlo al frigorífico para que haya en la góndola de los supermercados por corte. “Más allá de los créditos que se otorgan, debe ser más simple la comercialización del productor al frigorífico. Se debe blanquear qué cantidad de animales tiene cada productor para que disminuya la informalidad. El trabajo para eliminar la informalidad que se está haciendo en el sector vacuno se tendría que hacer en el ovino”, comparó.

Buenos Aires es la tercera provincia en el país con mayor cantidad de ovinos: hay aproximadamente 2 millones de cabezas en más de 24.000 unidades productivas, según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Y un tercio de los animales se faenan. Se produce cerca de 10.000 toneladas de carne por año. “Me quedo con las hembras y solo consumo los machos. Pero voy a llegar a un número que voy a tener que comercializar sí o sí a frigoríficos”.

Este es uno de varios ejemplos que han sobrevivido a la expansión de la agricultura en zona núcleo. Los Sofía, con manejo y tecnología, buscan volver a exportar carne vacuna e introducir la ovina a las góndolas.