Sin un microscopio nadie los ve. Son invisibles para el ojo humano. Se trata de los microbios, seres vivos unicelulares que interactúan con todo lo que tienen a su alrededor, sean seres humanos, plantas o suelos. Para la agricultura pueden llegar a ser una de las fuentes de innovación más importantes de los próximos años, según afirman los expertos.

Ése es el foco de Indigo, una empresa que nació como start up hace tres años en Estados Unidos, y que acaba de abrir en la Argentina su primera oficina en el exterior. "Era muy conocido en el ser humano el funcionamiento del microbioma, el conjunto de microbios que viven en nuestro cuerpo, pero la agricultura no era un área tan explorada", explica Ponsi Tirvisvavet, una ex ejecutiva de Syngenta que está a cargo de las operaciones de la compañía. "Nos especializamos en el microbioma de la planta, en los microorganismos que viven en ella", añade.

El origen de Índigo se remonta a 2011 cuando una sequía afectó a los cultivos de algodón en Texas. "Vimos que en un mismo lote había plantas con igual genética que algunas que habían sufrido y otras estaban bien. Descubrimos que la diferencia estaba dentro de los microorganismos de las plantas. Los individualizamos para ponerlos en las semillas. Cuando germinaron, los rendimientos del cultivo fueron 11% superiores en aquellos cultivos que tenían esos microrganismos de aquellos que no los tenían", agrega.

Esa experiencia en algodón fue replicada en trigo y los rendimientos fueron 16 por ciento más elevados. También se llevaron adelante con soja y maíz, con resultados similares.

Carlos Becco, otro ex ejecutivo de Syngenta y Monsanto, ahora a cargo de la oficina argentina de Indigo se entusiasma: "contamos con una "librería" de 70.000 microorganismos indentificados, es la más grande del mundo". Esa base de datos es comparada con las características de los cultivos y cuando hay correspondencia entre las funciones buscadas se inicia el camino de la experimentación a campo. El objetivo final es el tratamiento de semillas. "En el pasado, los microbios protegían las plantas donde vivían, pero con el transcurso de los años se fueron perdiendo por distintas razones, entre ellas el uso de los fungicidas y otros productos, estamos volviendo a lo natural", añade Ponsi.

Según explican, los diferentes productos que desarrollan mediante esta tecnología tienen como objetivo enfrentar el estrés hídrico y el calórico, alcanzar la eficiencia en el uso de los nutrientes y adaptarse a la salinidad. "A futuro pensamos en la defensa de los insectos", dice Ponsi.

En la Argentina, lanzaron un producto para el tratamiento de semillas en soja y lo harán con el maíz. Para la próxima campaña agrícola tienen proyectados presentar desarrollos en trigo y algodón. "Tenemos en evaluación 15 nuevos productos para los próximos años", añade Becco.

Una de las claves para instalarse antes en la Argentina que en Brasil fue el marco regulatorio para la tecnología agrícola. "Lo consideramos muy profesional y avanzado, apreciamos el trabajo del Senasa", sostiene Ponsi. "Queremos aumentar la productividad del agricultor , hacerlo de manera sustentable y saludable para los consumidores", dice.

Con 190 empleados, la mitad de ellos científicos, Indigo acaba de cerrar una ronda de inversión por 156 millones de dólares para expandirse y es considerada como el unicornio de la ag tech, aquellas compañías nuevas que superaron los mil millones de dólares en capitalización. "Hace dos años éramos 30 personas", cuenta Ponsi, que maneja las operaciones de la compañía desde Boston, donde están radicadas compañías de microbiología, y viaja una vez por mes a la Argentina. "La microbiología tiene un potencial de convertirse en una gran fuente de innovación", se entusiasma.