Hay un desafío de cómo ser más competitivos, y en su replanteo surgen dos mensajes. El primero se resume así: "queremos que los trabajadores ganen más, pero que no implique mayores costos para las empresas". Esto significa que hay costos laborales que pagan las empresas pero que no cobran los trabajadores, sino otros. En este punto se puede destacar los aportes personales y las contribuciones patronales, cuya recaudación se destinan a jubilaciones, gremios y obras sociales, entre otros. La queja empresarial es que estos costos son muy altos, comparándonos con el mundo.

También deben considerarse los costos contingentes, que surgen de los juicios laborales, y aquellos que afrontan las empresas por accidentes laborales y ausentismo. La opinión empresarial, reforzada por cifras, es que hay un abuso en este tipo de costos.

Acorde a ese primer mensaje, la estrategia de política económica sería reducir estos costos laborales no salariales y contingentes, estrategia que disgusta a los que perciben esos fondos, pero que contribuiría notoriamente a mejorar la competitividad del país.

El segundo mensaje sobre costos laborales es el siguiente: "el salario promedio en el país es alto en dólares, aunque no implique que tengamos mayor poder de compra que otros países". ¿Cómo puede ser esto? La clave está en que Argentina está cara. Así se entienden las compras realizadas por turistas argentinos en Chile y otros lugares del mundo. Nos vamos a concentrar en este último mensaje, pensando desde una perspectiva regional.

Lo primero es mostrar que Argentina se ha encarecido fuertemente en los últimos diez años. Si una canasta de bienes costaba u$s 100 en 2006 en Argentina, hoy la misma canasta cuesta más del doble, mientras que en Chile casi costaría lo mismo que hace diez años atrás. ¿Por qué se ha encarecido tanto nuestro país? Las políticas económicas muy expansivas en Argentina, con fuerte aumento del gasto público (hasta 2016), terminaron impactando negativamente en el valor del dólar. Se abarató esa moneda, y por ende, los precios en Argentina son altos en dólares.

Los salarios también han crecido y más que la inflación (al menos hasta 2014). Mejoró su poder de compra en un contexto de menor desempleo y reforzado con los planes sociales (que reduce el número de personas dispuestas a trabajar).

Esta situación de altos precios y salarios en dólares en Argentina ha complicado notoriamente a las economías regionales. ¿Por qué? Porque los precios de exportación de sus principales productos aumentaron relativamente menos en dólares. De esta manera, los exportadores regionales no pudieron trasladar los mayores costos salariales a los precios pagados por el mundo. Por ejemplo, en diez años, los precios promedio del vino fraccionado aumentaron casi un 50% en dólares, mientras que los salarios en Argentina se triplicaron en dicha moneda.

Obviamente, las economías regionales han venido perdiendo competitividad. Tal situación ha tenido varias consecuencias, y mencionaremos una. Como los precios aumentan menos que sus costos, los exportadores se quedan proporcionalmente con menos fondos para pagar a los productores primarios. Así, los salarios del sector agropecuario han aumentado menos que los del resto de la economía. Esta diferencia implica otro problema para el agro, puesto que le cuesta más retener a sus trabajadores, cada vez más tentados a trabajar en las ciudades.

En este contexto más complicado para las economías regionales, cabe preguntar cuáles regiones se han visto más perjudicadas. Para responder tomaremos en cuenta dos puntos: sus ingresos y sus costos.

En costos, el factor clave es: cuán intensiva en mano de obra es cada provincia. Aquellas con productos que requieran más mano de obra, más costosas serán. No es el caso de cultivos como soja y trigo, puesto que la mayor parte de sus tareas agrícolas están mecanizadas. En cambio, las peras, manzanas y uvas sí son más intensivas en mano de obra, y también a veces las aceitunas, todos productos vinculados al Oeste Argentino. En estos productos se nota más el alto costo laboral.

En ingresos, un factor clave es el precio de exportación. Algunos productos han tenido menos suerte. Por ejemplo, en un periodo de diez años, el aceite de oliva es uno de los productos cuyos precios internacionales casi se ha mantenido estancado, y en especial, cuando todos los demás aumentaban. Otros productos cuyo aumento de precios en dólares ha sido relativamente menor, han sido el vino fraccionado y las frutas tipo manzanas y peras.

Considerando esos dos factores claves, llama la atención que aquellos productos que son más intensivos en mano de obra y que sienten más los costos laborales, justo son los que han tenido menos suerte en precios.

De esta manera, las regiones vinculadas a esos productos son las más afectadas por los altos costos laborales. Un indicador es que los salarios agrícolas en dichas zonas crecieron a menor ritmo que el promedio nacional. Las de peor desempeño han sido Cuyo (uvas y vinos), seguido por el Alto Valle (frutas) y parte del NOA (aceitunas).

Para concluir, volviendo al segundo mensaje, los salarios en el país están altos en dólares, aunque no necesariamente implique alto poder de compra de los asalariados. Este hecho se debe a que Argentina está cara, e impacta negativamente más en las economías regionales, en especial en el Oeste argentino. Esta situación es consecuencia de las políticas económicas excesivamente expansivas (gasto público) aplicadas durante más de una década.

Pensando en el futuro, en materia de política económica se divisa una luz al final del túnel, puesto que ha comenzado a notarse una moderación en el gasto público. Si dicha tendencia se mantiene, la opción para la mejora del salario real vendrá más por el lado de la productividad. Hay un todo un trabajo para avanzar en esta materia, que deberá venir acompañada de más inversiones.