Porque le volvería a ganar una y otra vez, y eso le permitiría conservar el poder durante, por lo menos, seis años más. Para corroborar semejante razonamiento, basta con analizar las últimas noticias.

Faltan dos semanas para las próximas elecciones del domingo 22 y todavía no se contaron los votos. Sin embargo, los analistas clásicos de la política ya hablan de Macri 2019 y de una eventual disputa por el liderazgo de Cambiemos del presidente con la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta. También hablan de la eventual imposición de la agenda de la diputada nacional Elisa Carrió, quien ganaría las elecciones de la Ciudad con más del 50% de las voluntades.

Es que en Argentina los tiempos se adelantan, se transforman y se agotan cada vez más rápido.

Es así: ahora casi todos dan por derrotada a la ex presidenta y, cuando el gobierno nacional todavía no se terminó de acomodar, vuelven a aparecer, entre los socios del club del "círculo rojo", los temores sobre una hegemonía de Cambiemos que aún no se consumó.

La reciente exposición de Nicolás Caputo, bien podría funcionar como una señal de alerta para el Presidente. Todavía no hay elementos para transformar a su amigo en un futuro Lázaro Báez, pero en Argentina las presunciones se terminan convirtiendo en sospechas por acumulación.

Además, Macri no ignora que muchos están esperando que pise el palito. La que no quiere oír ni hablar de futuro, aunque ese futuro signifique el mes que viene, es Vidal. La gobernadora está seriamente preocupada. Teme, y con toda razón, que el exitismo por el resultado de las encuestas en la provincia, termine favoreciendo, a último momento, a Cristina Fernández.

Su equipo de campaña cree probable que el dato de un supuesto triunfo seguro por parte de Cambiemos, haga que cientos de miles de bonaerenses, la mayoría dispuestos a votar a Esteban Bullrich, no concurran a votar. Los asesores de Vidal también consideran que la misma percepción podría generar otro efecto contrario a sus intereses: el de un cambio de voto desde 1País y Cumplir a Unidad Ciudadana. Votos de peronistas históricos que le darían a Cristina una "última oportunidad" antes de mandarla "a cuarteles de invierno".

Mientras tanto la ex presidenta alterna los manotazos de ahogada con la estrategia para el día después. Por un lado, ella no parece sentirse nada incómoda en el lugar de la futura derrotada. Por el otro, prepara dos discursos distintos. Uno, por si se produce el batacazo.

En ese caso se declarará oficialmente jefa de la oposición, y por lo tanto, futura candidata a Presidenta para las elecciones de 2019. Otro, por si pierde por unos cuántos puntos. Entonces dirá que peleó contra varios adversarios juntos: el gobierno, la plata del Estado, los medios de comunicación y los opositores que pretendieron desplazarla. Y concluirá, por supuesto, con la idea de que no pudieron con ella.

A partir de ese momento empezará un proceso de creciente victimización. Una jugada preventiva, para cuando el juez interviniente tome la decisión final de pedir su detención efectiva. ¿Podrán dirigentes como el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey, el líder de 1País Sergio Massa o el senador Miguel Angel Picchetto sacarla definitivamente del juego?

Los editorialistas sostienen que los intendentes peronistas del conurbano ya la consideran un fantasma. Sin embargo eso mismo decían en diciembre de 2015 cuando Macri ganó las elecciones presidenciales y Vidal sorprendió a propios y extraños con su victoria frente al candidato Aníbal Fernández.

En la mesa chica de Cambiemos juegan a dos tiempos. Por un lado, el Presidente no nombra a Cristina casi nunca, pero cuando alguien introduce su figura en conversaciones informales, está claro que Macri no le pierde pisada. Y parece informado de cada palabra y cada silencio que hace la ex presidenta en cada una de las entrevistas que concedió a periodistas a los que antes ignoraba.

Por el otro, la mayoría de los ministros la considera parte del pasado. En especial, quienes tienen que negociar con los gobernadores asuntos tan determinantes como la coparticipación. La perspectiva de los hombres que trabajan para el Presidente es bastante lógica. Dicen: no vamos a empujar a los jueces para que metan presa a Cristina; solo pedimos que si lo hacen lo justifiquen con pruebas y evidencias suficientes para no victimizarla.

También dicen: tampoco vamos a apostar por ningún líder de la oposición; el peronismo tiene un lío de marca mayor y cualquiera que se meta en semejante desbarajuste corre el riego de salir lastimado o salpicado. Por supuesto: para Macri y para Cambiemos es mucho mejor malo conocido que bueno por conocer.

Para que se entienda bien: le conviene más una agonía muy lenta de Cristina que una caída estrepitosa, porque enseguida surgirá un reemplazante más competitivo, y con eventuales posibilidades de ganar. Para llevar el razonamiento al extremo: a Cambiemos le encantaría una competencia directa entre Macri y la ex presidenta para las presidenciales de 2019. Ni más ni menos.