Sin dudas, la industria local de los biocombustibles recibió un duro golpe, ya que la Argentina provee el 20% del biodiésel que se consume en el mercado estadounidense. La acusación de supuesto dumping era una amenaza desde marzo, pero en agosto el vicepresidente Mike Pence dio esperanzas a los productores cuando dijo en Buenos Aires que la decisión no era definitiva. Aun así, la Secretaría de Comercio estadounidense anunció la dura decisión.

La solicitante de la sanción fue la Fair Trade Coalition, organizada por la NBB (National Biodiesel Board), que representa a la cadena de valor del biodiésel de EE.UU. La petición es curiosa: aseguran que existe una "circunstancia crítica", ya que a partir de la denuncia de dumping contra el biodiésel argentino las importaciones de biodiésel aumentaron casi un 150%. Ese dato permitiría inferir que los importadores estadounidenses estarían almacenando biocombustible para evitar pagar una tarifa aumentada y, por esa razón, el nuevo arancel será retroactivo al momento de la petición original.

Además de cuestionar la medida, urge conocer la realidad del mercado estadounidense y sus proyecciones. Las autoridades argentinas deberían negociar el levantamiento de la sanción sabiendo que la demanda estadounidense de biodiésel tiende a crecer y que la Argentina debería estar en la lista de proveedores para seguir generando empleo y riqueza fronteras adentro.

La normativa RFSII (Renewable Fuels Standard 2) vigente en EE.UU. incluye el biodiésel en la categoría de "biocombustibles avanzados", en el capítulo "Diésel basado en biomasa". Estos biocombustibles cuentan con un subsidio de un dólar por galón, a diferencia del etanol de maíz, que se considera un biocombustible convencional, no alcanzado ya por beneficio fiscal alguno.

Entre los socios de la NBB se encuentran las principales exportadoras y productoras de biodiésel de la Argentina. Esta asociación logró dar visibilidad y acceso a recursos al biodiésel cuando logró que se incluyera como el primer "biocombustible avanzado". La medida terminó beneficiando globalmente las nuevas tecnologías de combustibles renovables.

La NBB impulsó el crecimiento de la producción y del consumo de biodiésel y de diésel verde en EE.UU., que se estima cerrará en 2100 millones de galones (ocho millones de metro cúbicos) en 2017. La pincelada final fue el 10 x 22, un plan que prevé que el 10% de todo el gasoil vendido en EE.UU. sea mezclado con una décima parte de combustible de origen vegetal, para una meta de producción de 16 millones de metros cúbicos en 2022.

Si las metas mencionadas se cumplieran, la Argentina tendría una gran oportunidad de abastecer ese enorme mercado. Para lograrlo, sus negociadores deben evitar que los nuevos aranceles se perpetúen y que sean otros países los que terminen exportando biodiésel a EE.UU. en calidad de proveedores estratégicos.

Si nos limitamos a reclamar sólo por la injusticia del proteccionismo, podemos perder el tren del mercado global. A pesar de las apariencias, el mercado global tiende a priorizar el abastecimiento adecuado de los consumidores por sobre la protección de los productores locales.

Mientras la coyuntura actual se soluciona, es hora de abrir la discusión sobre el futuro de los biocombustibles en la Argentina. Porque además del biodiésel o del etanol ya está en desarrollo un grupo de productos tan promisorios como el biojet (para aviones) y el diésel verde. Este último tiene varias ventajas sobre sus "parientes" de origen vegetal: emplea desechos, como el aceite descartado por los restaurantes, y puede transportarse por las mismas tuberías que el petróleo. Que la contrariedad no impida tomar nota de hacia dónde va el negocio.

El autor es miembro de GPS