El análisis estadístico del impacto sobre la lluvia y los rendimientos bajo cualquiera de las dos posiciones extremas del indicador, permite mitigar las incertezas en la toma de decisiones y eventualmente encontrar una mejor respuesta económica en el desarrollo de las explotaciones agrícolas.

Por cierto que el análisis para establecer una tendencia climática involucra otros indicadores, que incluso pueden volverse más importantes que el ENSO. Lo interesante de reconocer sobre este forzante en particular, es que incluso la posición de neutralidad es una información valorable. Bajo estas circunstancias, el monitoreo se direcciona hacia la escala regional. Sus potenciales variantes de circulación tienen una dinámica que pueden imponer una notable volatilidad dentro del semestre cálido e incluso intra estacionalmente. El indicador ENSO, es más inercial, cuando toma una posición definida y relativamente intensa, difícilmente se modifique a lo largo del semestre.

La influencia de esta señal sobre el patrón pluvial, permite identificar regiones susceptibles a recibir mayor o menor cantidad de precipitaciones, lo cual enmarca el comportamiento de esta variable tan decisiva. Conocer el impacto estadístico sobre las lluvias se vuelve entonces importante a la hora de tomar ciertas decisiones de manejo. De todos modos y como decíamos anteriormente, no podemos resolver las cuantiosas incertezas que plantea el clima con el pronóstico de un solo forzante. Hacerlo sería simplificar un problema de alta complejidad y por cierto un error significativo. Por la concurrencia de mecanismos de diferentes escalas espaciales y temporales, es que la tendencia por lo general se la debe seguir dentro de la extensión de un bimestre o a lo sumo un trimestre. Más allá de este período se ingresa en un plano conjetural que aún los modelos climáticos no han logrado resolver con la precisión adecuada. Es posible plantear escenarios probabilísticos forzando ciertas condiciones de partida para analizar la respuesta de un balance hídrico, pero debe entenderse que plantear escenarios no es lo mismo que pronosticar el comportamiento del clima a largo plazo.

Detectar patrones de persistencia en el comportamiento térmico y pluvial, necesariamente implica reconocer ciertos patrones de circulación. Sin ir más lejos, acabamos de transitar un invierno muy benigno, con el mes de julio más cálido que se tenga registro y con precipitaciones que se expresaron en milimetrajes muy por encima de los valores normales. La circulación anómala del noreste justifica el comportamiento de estas variables y ya ha condicionado a buena parte de la región pampeana y a Uruguay, antes de ingresar al semestre cálido.

Volviendo al análisis del indicador ENSO, la previsión de los modelos numéricos fue cambiando desde marzo para septiembre. Desde una situación El Niño de intensidad débil que se presentaba en marzo, la situación ha evolucionado hacia un enfriamiento también débil. Con los años, se ha podido comprobar que la eficiencia del pronóstico de estas anomalías oceánicas, aumentan saliendo de los meses de invierno del hemisferio sur. El patrón que se perfilaba con los modelos de pronósticos iniciados en el mes de marzo, se fue modificando hasta mostrar una situación muy diferente en la actualidad. Como están las cosas lo más probable es que este indicador no tenga influencia sobre el comportamiento de las lluvias del sudeste de Sudamérica. Un eventual evento La Niña, sería de intensidad muy débil como para establecer un patrón deficitario riesgoso.

La tendencia climática entonces, remite al comportamiento de la escala regional. Las condiciones de partida están totalmente sesgadas por los excesos hídricos. Hay muchas áreas que reclaman un comportamiento climático atípico (sequia) para el inicio del semestre cálido. Este requerimiento es muy improbable de satisfacer y por lo tanto las zonas más complicadas por el agua tienen un destino incierto para la gruesa.