La temperatura media y las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera fluctúan desde siempre. De hecho, en un ciclo de cientos de miles de años se produjeron diferentes climas, producto de cambios en la superficie terrestre –diferente ubicación de los continentes– y en la órbita alrededor del Sol, lo que modificó el balance de radiación del sistema climático. Lo cierto es que, en los últimos años, la Tierra registró un aumento de 0,94 °C y, según el Panel Intergubernamental de la ONU sobre Cambio Climático (IPCC), existe una altísima probabilidad de que eso se deba a las actividades humanas.

La atmósfera es el escudo invisible que recubre el planeta. Compuesta por nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, entre otros gases, esta capa que protege la vida en la Tierra, no solo evita que la radiación solar impacte directamente, sino que además, –gracias a su composición– la temperatura media de la superficie ronda los 15 °C.

Si bien se trata de procesos complejos que se desarrollan en el transcurso de varios años, “cuando la composición de la atmósfera es modificada natural o artificialmente, cambia la reflexión y absorción de energía solar y, como resultado, se obtiene un clima distinto”, señaló Mario Núñez, profesor en Meteorología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet, quien aseguró que “el clima está en permanente cambio”.

Para entender lo que sucede en la actualidad es necesario remontarnos a 1750: el inicio de la era industrial. Esa revolución marcó un punto de inflexión en la historia, se pasó de una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio de productos agrícolas a una de carácter urbano, industrializada y mecanizada e intensiva en cuanto a la movilización y comercialización de productos.

“Desde el comienzo de la era industrial, el incremento en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera fue notable”, indicó Núñez, quien analizó: “Las emisiones resultantes de las actividades humanas fueron la principal causa del rápido calentamiento del planeta durante los últimos 150 años”.

“Sabemos que la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón)”, afirmó Núñez quien aclaró que no es la única fuente: “Los cambios en el uso del suelo, deforestación de bosques nativos sumado al crecimiento de las ciudades y el aumento de la población también hicieron su aporte”.

Según el IPCC el calentamiento en el sistema climático es inequívoco y muchos de los cambios observados no tienen precedentes. “La atmósfera y el océano se calentaron, los volúmenes de hielo y nieve disminuyeron, el nivel del mar se elevó y las concentraciones de gases de efecto invernadero aumentaron”, detalló Núñez como evidencia de la influencia humana.

En relación con el clima presente, investigadores argentinos del Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA, en el informe de la Tercera Comunicación Nacional de la República Argentina a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, determinaron que el sudeste de América del Sur, integrado por Argentina, Uruguay y el sudeste de Brasil, es una de las regiones del mundo donde se registraron los mayores cambios en el clima durante los últimos 30 años.

De todos modos, Núñez destacó que “los cambios térmicos observados no solo se deben al incremento de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sino que además están causados por cambios en el uso de la tierra”.

Para Gabriel Rodríguez, experto en Cambio Climático del INTA, la influencia humana es clara. “Cuando hablamos de cambio climático el componente de la actividad humana es un factor clave y asume la forma de tendencia creciente, principalmente en la temperatura global del planeta”, expresó.

Según la Tercera Comunicación Nacional, en la región Pampeana argentina –a partir de 1960– las lluvias de primavera-verano aumentaron entre un 10 por ciento y un 50 por ciento y las temperaturas mínimas subieron hasta 1,9 °C mientras que las máximas se redujeron hasta 2 °C.

“Además de las variaciones en los patrones de lluvias y temperaturas, las modificaciones en la frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos, como las intensas precipitaciones y olas de calor que ocurrieron en la Argentina en el primer semestre, podrían deberse al cambio climático”, describió Rodríguez quien aclaró: “También es posible que sean consecuencia de la variabilidad natural del clima”.

A rigor de verdad, la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos informó en 2016 que, por tercer año consecutivo, las temperaturas fueron las más altas desde que comenzaron los registros en 1880. “La temperatura global fue 0,94 °C superior a la media del siglo XX”, señaló el documento.

En esta línea, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) –organismo que recopila datos en la Argentina desde 1872– afirmó que la temperatura subió en promedio 0,5 °C en esta región del mundo. Además, reveló que el volumen de lluvias creció un 20 por ciento en el período que abarca desde 1961 a 2010.

En los últimos 800.000 años, las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso aumentaron a niveles sin precedentes. A escala mundial, la producción de electricidad y calefacción, transporte, industria y deforestación son las principales fuentes de dióxido de carbono, mientras que la agricultura es la principal responsable de la producción de metano y óxido nitroso. Este último en particular tiene un potencial de calentamiento global 310 veces más alto que el dióxido de carbono.

Fuente: Revista de Investigaciones Agropecuarias - RIA