CÓRDOBA. Los desafíos profesionales para los ingenieros agrónomos en un contexto de crecimiento y transformación del sector agropecuario fue uno de los ejes del congreso provincial organizado por el colegio que los reúne en esta provincia. Una preocupación es que la mayor demanda se concentra en vendedores de insumos para el campo. "No los formamos para ese objetivo", dijo a LA NACION Sergio González, rector de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

En esta provincia hay unos 5500 ingenieros agrónomos, de los cuales 4600 están matriculados y la carrera se dicta en cuatro facultades. La formación que reciben los habilita para desempeñarse "mucho más allá del límite de la tranquera", por ejemplo en áreas relacionadas con aspectos agroambientales o biotecnológicos.

"No sólo debemos responder a la demanda, sino generarla", señaló Daniel Cavallin, presidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Córdoba. Describió que los cambios "de paradigma muy fuertes" que se dan de mano de la tecnología pueden ser "una amenaza pero también una oportunidad".

Del congreso participó Pablo Heining, docente experto en las metacompetencias, que requiere una época de crecimiento exponencial de las tecnologías. "Pensar y organizarnos de manera lineal en ese contexto genera una brecha entre los recursos y capacidades y los desafíos que se afrontan. Hay que aprender una nueva categoría de competencias que nos permitan lidiar con lo nuevo", dijo.

González planteó que hay una deuda respecto a generar debates intersectoriales sobre la producción agropecuaria y alimentaria y abordar "en un mismo direccionamiento" la respuesta que se puede dar desde la profesión.

A su entender, incluso, si las normas existentes se cumplieran habría más demanda específica de profesionales, no sólo porque el Estado requeriría más para la fiscalización sino porque los productores deberían contar con asistencia: "Hay que trabajar de manera sistémica y articular tareas. El Estado provincial abrió la cancha para la discusión y eso es positivo; por ejemplo con el programa de buenas prácticas agrícolas", señaló.

Cavallin planteó que desde el colegio interactúan con el sector académico para debatir potenciales cambios en la currícula, para que la profesión "no se piense sólo desde lo producción, sino una mirada más completa". Insistió en que en los posgrados se puede avanzar en formación específica que complemente la recibida durante la carrera de grado.

Heining aportó que hay que incorporar habilidades vinculadas con lo emocional, la creatividad, la innovación que impactan en la gestión de la profesión tanto en lo individual como en la coordinación y trabajo de equipos.

Respecto de la demanda laboral, si bien es creciente se concentra en las compañías de venta de insumos y servicios al campo. "Formamos profesionales para que intervengan en el sistema agropecuario -agregó González-. La salida es complicada, incluso para ese requerimiento deberíamos incluir materias que hoy no se dictan".

A pesar de la modernización y profesionalización del campo, indicó que todavía hoy -por ejemplo en la zona centro y sur de Córdoba- los productores dueños de las tierras "emplean más contadores que ingenieros agrónomos". En esa línea enfatizó que "hay mucho espacio para trabajar, porque los paquetes tecnológicos standarizados no dan todas las respuestas, hacen falta profesionales".