Las noticias sobre las relaciones entre Argentina y EE.UU. no son nada buenas, pese a la reciente visita del vicepresidente Pence.

El 22 de agosto pasado, el Departamento de Comercio del país del norte decidió imponer aranceles compensatorios, preliminares, a la entrada de biodiesel procedente de Indonesia y de nuestro país.

El biodiesel argentino pasa, así, a quedar sometido a aranceles de entre más o menos el 50% al 64%. Prácticamente, ello representa el cierre del mercado norteamericano.

Obviamente, esta es la respuesta a la fuerte presión realizada por la industria de biocombustibles norteamericana.

El hecho es muy grave ya que más del 90% del mercado que tiene nuestro país se basa en la venta de este combustible a EE.UU. La Argentina exporta por un valor anual superior a 1.000 millones de dólares, hacia ese destino.

Para colmo de males, este año el mercado de consumo se ha concentrado aún más en el país norteamericano. Se estima que, de no haberse aplicado esta medida, para todo el presente año las exportaciones hacia allí habrían alcanzado la suma de 1.300 millones de dólares.

Nuestro país es el tercer productor mundial de este combustible en base al aceite de soja.

Al mejor estilo “Trump”, el gobierno estadounidense decidió proteger la industria del biodiesel, bajo la consigna de no dañar el trabajo de los empleados de su país.

La aplicación de esta medida de protección se basa en la idea de que nuestro país apoyaría, mediante subsidios, la industria del biodiesel.

Vale aclarar este punto.

La Argentina exporta este combustible sin retenciones, es decir sin derechos de exportación.

A su vez, el aceite de soja, materia prima para su elaboración, debe afrontar el pago del 27%, en concepto de retenciones.

Así surge un diferencial.

Este diferencial es el que cuestionan las autoridades estadounidenses, al considerar que podría constituir un supuesto “subsidio” en favor de las exportaciones del producto elaborado.

Pero éste no es un subsidio. No lo es puesto que no es, de ninguna manera, un auxilio económico extraordinario concedido por un organismo oficial. Y acá ningún organismo oficial abona suma de dinero alguna.

De hecho, lo OMC define al concepto “subsidio” como un beneficio conferido a una empresa por el gobierno.

A fin de elevar un descargo, el gobierno argentino presentará, en Washington, hoy formalmente su rechazo a estos aranceles.

El gobierno insistirá en que el biodiesel no se halla subsidiado. Los diferenciales de retenciones a las exportaciones que tributan la soja sin procesar (35%), el aceite (27%) y el combustible alternativo (0%) no son subsidios.

Las justificaciones de EE.UU para tomar tal medida son similares a las utilizadas por la Unión Europa, hace unos años, para imponer aranceles.

Y en tal ocasión la OMC ordenó una baja considerable de esos derechos compensatorios, aun sin efectivizarse, cuando este organismo le dio la razón a la

Argentina, aunque lamentablemente Europa no ha levantado la restricción, todavía.

Vale recordar que desde 2013 rigen medidas protecciones impuestas por la Unión Europea a las importaciones de biodiesel local.

A raíz de éstas, en el año 2016 la OMC falló a favor de la Argentina. Y se aguarda que la U.E. acate tal tallo.

Desafortunadamente, se estima que la solución al entredicho entre nuestro país y EE.UU. llevará, más o menos, dos años de espera.

Mientras tanto, habrá que presionar sobre la U.E. para que lleve a la práctica la orden de la OMC.