Las últimas campañas de soja en la Argentina se caracterizaron por prolongadas y abundantes precipitaciones, que generaron condiciones predisponentes para el desarrollo de enfermedades que amenazan la sanidad de nuestros cultivos.

Dentro de las enfermedades foliares más relevantes del cultivo de soja se encuentra el complejo de enfermedades de fin de ciclo (EFC), que, como su nombre lo indica, son enfermedades cuyos síntomas se manifiestan en estados reproductivos intermedios y avanzados. Sin embargo, los patógenos causantes de estas enfermedades se caracterizan por largos períodos de latencia e incubación, por lo que infectan y afectan al cultivo antes de la manifestación de síntomas y signos de su presencia.

Las EFC más frecuentes e importantes en la Argentina son mancha marrón (causada por Septoria glycines), que se ubica preferentemente en el estrato inferior del cultivo, y tizón púrpura (causada por Cercospora kikuchii), que se ubica en el estrato superior. Su intensidad de ataque se puede predecir con las precipitaciones caídas o pronosticadas entre R3 y R5, dado que existe una relación entre la precipitación pluvial y la severidad foliar de estas enfermedades.

El monitoreo de las EFC debe comprender el período previo a la formación de vainas (R3) hasta llenado de grano (R6), tomando plantas al azar para cuantificar la incidencia (relación entre la cantidad de folíolos que presentan síntomas de enfermedad respecto de los sanos) y estimar la severidad usando una escala cualitativa según el nivel de daño presente en los folíolos.

Teniendo en cuenta que estos patógenos generan un daño al cultivo antes de la manifestación de síntomas, la cuantificación visual no es un buen predictor del impacto en el rendimiento, ya que folíolos que aparentan estar sanos pueden estar infectados en forma latente. La recomendación, además del monitoreo de los lotes, es estar atentos a los pronósticos y ocurrencias de precipitaciones. Cuando las lluvias son superiores a 50 mm en el período R3-R5, y las condiciones para que se desarrollen las EFC son propicias, se recomienda ser preventivos y aplicar fungicidas.

La respuesta del cultivo al uso de fungicidas varía entre los 200 y 400 kg/ha de rendimiento, dependiendo del momento del ciclo, de las expectativas de rendimiento, del tipo de enfermedad y de su nivel de infección.

Siempre es recomendable la aplicación de fungicidas dentro del período R3-R5, cuando las enfermedades alcanzan incidencias del 30% y moderada severidad, y aplicar antes de R3 o después de R5 con incidencias del 60% y alta severidad. En casos de lotes de alto potencial de rendimiento, se recomienda bajar estos umbrales un 10 por ciento.

Los daños ocasionados por este grupo de enfermedades oscilan entre un 8% y un 10% del rendimiento, pero si las condiciones son predisponentes y el manejo no es el adecuado pueden llegar a un 30%. Las pérdidas de rendimiento se deben, principalmente, a que los patógenos aprovechan la energía del cultivo (parasitismo), generando pérdidas de carbohidratos y nutrientes que podrían haber sido destinados a la fuente (grano) y a una disminución del área fotosintéticamente activa por clorosis, necrosis, senescencia y defoliación. Como resultado, habrá una menor supervivencia de flores y, por lo tanto, una menor cantidad de vainas y granos, además de afectar su peso.

A su vez, las EFC pueden afectar la calidad de la semilla y comprometen la sanidad del futuro cultivo, ya que estos patógenos se caracterizan por ser necrotróficos, el inóculo sobrevive tanto en rastrojos como en semillas.

Por Lisandro Guerrieri