Hay una euforia contenida en el equipo de campaña de Unidad Ciudadana. Sobre el cierre mismo de la veda electoral, los que trabajan para Cristina están seguros de que la ex presidenta ganará por más de tres puntos las PASO de este domingo. Incluso sueñan con dar un batacazo. O un urnazo.

Tan seguros están de que van a salir primeros que el bloque de diputados del Frente para la Victoria ya pidió al presidente de la Cámara, Emilio Monzó, que habilite el recinto para una sesión especial el próximo miércoles 16 de agosto. Quieren discutir, montados sobre su eventual triunfo, la derogación del decreto que ordenó poner en marcha el soterramiento del Sarmiento, con una inversión del Estado de 45.000 millones de pesos. La intención es clara como el agua: volver a atacar al presidente Mauricio Macri donde más le duele. Ponerlo en el mismo plano de sospechoso de corrupción, para dar la sensación de que todos los políticos son iguales. Cristina y sus incondicionales casi lo habían logrado cuando se empezó a discutir el conflicto de intereses por el asunto del Correo. Nunca la imagen del jefe de Estado cayó tanto y tan rápido como durante aquellos días: casi diez puntos menos en dos semanas.

Si al final Unidad Ciudadana supera a Cambiemos en la provincia, el impacto político podría ser muy alto. Todo dependerá de la diferencia y de la lectura inmediata que haga "el sistema" o "el círculo rojo" de los números finales. Lo primero que vendrá, aunque la ex presidenta gane por una diferencia mínima, es una ola de revanchismo y "vendetta". Una reacción típica de la cultura kirchnerista. Hijos del "vamos por todo", del "A volver/a volver/vamos a volver" y también del "Macri/ basura/ vos sos la dictadura", los sectarios de La Jefa saldrán a anticipar, seguramente, su candidatura a presidenta para las elecciones de 2019. Además, su núcleo duro empezará a trabajar, de sobrepique, con la misma impronta con la que intentó deslegitimar la asunción de Macri. Todo dependerá de la diferencia que obtengan.

Según los estrategas de Cambiemos, si la victoria no pasa del 3%, las elecciones de octubre podrían funcionar como una segunda vuelta y el efecto "julepe" dejaría a Esteban Bullrich primero, por encima de Cristina. Pero si la eventual distancia de Cristina Fernández sobre el ex ministro de Educación resultara irremontable, el impacto político sería doble y, por supuesto, más perdurable.

Es decir: la política argentina seguiría discutiendo durante los próximos dos años si prevalecerá la dirección populista y extraviada de Cristina o la de un país más normal y previsible, con un crecimiento módico pero sustentable, como el que plantea el actual gobierno.

Como en las filas del oficialismo todavía reina la incertidumbre y el clima predominante es el del miedo a perder, ya hay quienes empiezan a pasar facturas por anticipado. Las facturas incluyen decisiones de gobierno, táctica y estrategia electoral, y los nombres y apellidos de los responsables de los hipotéticos errores. Una equivocación evidente fue minimizar, a través de declaraciones públicas confusas, la verdadera importancia de estas PASO. Porque quizá no sean muy buenas para mejorar los problemas estructurales que tiene la Argentina, pero haberlas "tirado abajo" fue como invitar a los argentinos a que no vayan a votar. El error fue no diferenciar el mecanismo y la frecuencia de las primarias abiertas de la verdadera relevancia del resultado de pasado mañana. Porque entonces quedará más o menos claro qué porcentaje de los argentinos opta por el pasado delirante que propone Cristina y el futuro todavía incierto que plantea Macri.

Por supuesto que en el medio hay matices. Desde el proyecto que presenta 1 País, de Sergio Massa y Margarita Stolbizer, con la política económica que impulsa Roberto Lavagna, hasta el modelo de peronismo más racional y republicano, en el que se podría encuadrar desde Florencio Randazzo hasta Miguel Pichetto, pasando por gobernadores como Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey, Sergio Uñac o Gustavo Bordet.

El segundo gran error que le está adjudicando, de antemano, el "ala política" de Cambiemos al Presidente; al jefe de Gabinete, Marcos Peña, y al asesor Jaime Durán Barba es el haberse "encerrado sobre sí mismos", en vez de "ampliar la base de sustentación política". Ellos siguen creyendo que Macri, en vez de replegarse más en el Pro, debería haber hecho acuerdos políticos con parte del peronismo que durante el año 2016 aparecía como confuso y disperso. Entre los dirigentes que se podrían haber sumado en su momento al carro "del vencedor", mencionan a Sergio Massa; al intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde; al de Merlo, Gustavo Menéndez; al de Moreno, Walter Festa; al de Almirante Brown, Mariano Cascallares; a parte de lo que en un momento se denominó Grupo Esmeralda y cuyas caras más visibles son el intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, y el de Bolívar, Eduardo "Bali" Bucca, ahora trabajando junto a Randazzo para arañar algunos votos a Cristina y a 1 País.

Uno de los más importantes referentes del ala política de Cambiemos me dijo: "Ahora es tarde. El momento para pasar con la ambulancia para contener heridos era el año pasado. Pero cometimos un gran error. Nos hicimos los extravagantes, cuando la política no tiene tantos secretos. Menem, para ampliar su base de sustentación se comió a la UCeDé, cuando el partido del ingeniero Alsogaray estaba en su mejor momento. Néstor intentó la transversalidad y al mismo tiempo le chupó al radicalismo, a través de Julio Cobos, parte de su fuerza territorial y testimonial. Y nosotros, de tan modernos que somos, en vez de agrandarnos, nos achicamos. En vez de ser más Cambiemos nos volvimos más Pro. Y de paso hicimos crecer de nuevo al monstruo del populismo, con la mejor candidata que ellos tienen para mostrar".

A esa visión, dramática y tremendista se le opone otra de signo contrario, liderada por el actual jefe de Estado. Para empezar, Macri parece ser el que más esperanza tiene en que, al final, la mayor parte de los indecisos en la provincia de Buenos Aires va a terminar ofrendando un ajustado triunfo a Cambiemos. Para seguir, se encuentra exultante por los resultados que le vienen reportando en el resto del país.

Al Presidente le dicen que Cambiemos ganará, muy bien, en la ciudad de Buenos Aires, pero también en las provincias de Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, Corrientes, Jujuy e incluso en distritos donde antes no habían triunfado, como San Luis y Santa Cruz. También le informan que cuando se terminen de contar los votos, a nivel nacional, la Cámara de Diputados será mucho más amigable para apoyar los proyectos que vengan del Ejecutivo.

El otro que mira la política con una concepción bien distinta es Peña. Él también es optimista con el resultado de este domingo para la provincia. Pero además piensa que es mejor perder ahora que aliarse con dirigentes que habrían diluido "la identidad profunda" de Cambiemos. Repite, palabra más, palabra menos. "No somos soberbios, pero tampoco estamos dispuestos a entregar nuestros valores por obtener un voto más. No somos arrogantes. Nos equivocamos e intentamos corregir nuestros errores. No somos extravagantes, pero está claro que nos vienen subestimando desde hace mucho. Yo recomendaría esperar, con humildad, los números de este domingo y el resultado final de octubre. Y recién después discutamos quién tomó la decisión correcta."