Al contrario de lo que ocurre con el mercado de vinos en general, cuya producción se destina 80% al consumo interno, en el caso de los orgánicos y biodinámicos, el 85% se exporta. Y a diferencia del mercado general, cuyas ventas internas y exportaciones cayeron en los últimos dos años, este producto de nicho viene creciendo a dos dígitos en los últimos 10 años.

Según el último informe del Senasa, las exportaciones de vino orgánico crecieron 11% el último año, y los principales mercados fueron países de la Unión Europea (84%), Estados Unidos (6%), y Japón (2%). Otros destinos son Canadá, Suiza, China, Brasil, Australia, Noruega, Taiwan, Colombia y Costa Rica.

"Si bien se trata de un mercado marginal, el consumo de estos vinos en el país también viene creciendo, aunque la producción representa menos del 1% del total", destacó Francisco Barreiro, co-organizador de la Feria de Vinos Orgánicos que se realizó este fin de semana en su cuarta edición en el espacio "La Botica del Angel" en el barrio porteño de Monserrat.

Los vinos orgánicos son aquellos en cuya producción no se utilizan pesticidas, herbicidas ni fertilizantes químicos. Los biodinámicos "además reutilizan los desechos vegetales para hacer compost y abonar la tierra en forma natural, y siguen un calendario de siembra, poda y cosecha basado en los ciclos lunares y el movimiento de los astros", explicó el especialista.

Hoy existen unos 65 productores de uva orgánica certificada en Argentina y 30 bodegas, entre las especializadas y aquellas que destinan una línea de producción a este segmento.

"Muchas grandes bodegas comenzaron un camino hacia la elaboración de orgánicos y biodinámicos en sus productos de media y alta gama, aprovechando la demanda creciente de estos productos de calidad y más amigables con el ambiente", destacó por su parte Juan Pino, especialista en Sustentabilidad y docente de la Universidad del Salvador.

Están desde las bodegas tradicionales como Catena y Escorihuela Gascón que tienen líneas convencionales y orgánicas, y otras nuevas como Altos Las Hormigas y Chacana que arrancaron produciendo en forma orgánica para mejorar el suelo y la calidad de las uvas y están empezando a certificar.

"Está creciendo el modo de producción orgánico así como la certificación (un proceso que puede llevar entre uno y tres años y tiene un costo de unos $ 20.000 anuales más el 1% del valor de cada botella)", afirmó Barreiro. "Antes, era una contra. Bodega Nanni, en Salta, fue una de las pioneras, y cuando le puso a la etiqueta "vino ecológico", bajaron las ventas. Hoy en cambio, son referentes en el sector", comentó.

Aunque la proporción de bodegas y viñedos certificados en el país es bajo, se calcula que hay un número mayor de viñedos y bodegas que producen en forma orgánica y no están certificadas. Los altos costos de obtener el sello por parte de una de las cinco certificadoras internacionales funcionan como barrera de entrada.

La mayor parte de la producción (70%) se concentra en Mendoza, 20% en San Juan, y luego en Salta, La Rioja y Patagonia. "La mayoría de los consumidores son jóvenes de 25 a 35 años y hay una alta proporción de mujeres, 60%", destacó Barreiro. Son vinos que compiten con otros de alta gama (con valores que van desde los $ 150 a $ 1.000 por botella), y en este segmento las ventas no se resintieron.