La oposición describe un desastre. El Gobierno muestra los índices del ahora creíble Indec para señalar que el país está saliendo de cinco años de recesión o estancamiento. En ese contexto de contrastes debe inscribirse también la multitudinaria marcha del lunes pasado convocada por las organizaciones sociales que más dialogan con el Gobierno. Son dialoguistas, pero varias de ellas están comprometidas con alguna representación electoral del peronismo. Es difícil, en cambio, encontrar un vínculo entre el proceso electoral y la violencia ejercida por un desprendimiento del movimiento mapuche, que éste mismo se encargó de descalificar. El aspecto más grave de ese movimiento son sus ideas, confesadamente anarquistas, y sus métodos violentos, que tienen varios y muy graves antecedentes en la Patagonia.

La representación de los movimientos sociales no debe subestimarse. Gran parte del tercio de la población argentina que está bajo la línea de la pobreza se siente más expresada por esas organizaciones que por los sindicatos. Si bien el despliegue de muchas de ellas tiene alcance nacional, el centro de su acción está en el multitudinario y pobre conurbano bonaerense. Esas organizaciones pujan por una ley que declare la emergencia alimentaria. La administración de Macri se resiste por dos razones. Una: no quiere oficializar una situación en cuya existencia no cree porque considera que el Gobierno dialoga y les hace concesiones a las organizaciones. La otra: la emergencia alimentaria en la Argentina, que es uno de los productores más importantes de alimentos del mundo, tendría un vasto impacto internacional que perjudicaría a Macri.

Los datos del Indec son ciertos hasta para los economistas ortodoxos (que de tan ortodoxos son críticos del Gobierno), pero eso no significa que la reactivación de la economía les haya llegado a todos los argentinos. Otra vez, donde menos se siente el crecimiento económico es en los suburbios del cordón bonaerense. Sin embargo, el debate entre ellos es antiguo. Gobierno y organizaciones sociales deberían dialogar sobre algo más que planes y comida para los sectores más vulnerables. ¿Qué sucede con el nivel educativo en vastos núcleos sociales argentinos? ¿Se puede imaginar un programa intenso de oferta de trabajo en un mundo donde el progreso tecnológico requiere conocimientos muy avanzados? Por ejemplo, la industria automotriz argentina, histórica creadora de mano de obra, está despidiendo trabajadores, que son reemplazados por robots. Es un proceso que ocurre en todo el mundo; es inútil protestar contra lo irremediable.

Aun cuando haya acuerdo en que el conflicto social existe, es difícil explicar la manifestación hacia la Plaza de Mayo el día de San Cayetano. La marcha fue pacífica, pero de nuevo convirtió la ciudad en un infierno de tránsito que tuvo como víctimas inocentes a miles de argentinos. Las marchas a San Cayetano tienen un larguísimo historial de concurrencia pacífica conformada por un público devoto de una ceremonia religiosa, no política. De hecho, hubo dos concentraciones: la de Liniers, adonde fueron los que querían rogarle o agradecerle al santo, y la que convocaron las organizaciones sociales.

Algunas de esas organizaciones son muy politizadas, como el Movimiento Evita, que hasta tiene un candidato propio que competirá el domingo, Florencio Randazzo. Nunca es bueno, ni para la Iglesia ni para los creyentes, mezclar la ideología política con la fe.

Los episodios del movimiento mapuche no tuvieron nada que ver con ninguna de esas concentraciones, pero son, por lejos, los que más preocupación provocan. El movimiento viene reclamando la aparición del joven Santiago Maldonado, que desapareció hace una semana en una refriega con la Gendarmería para desalojar una ruta en Chubut. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, aseguró que no está detenido por la Gendarmería, pero, sea como fuere, urge que Maldonado aparezca sano y salvo. En tiempos recientes, un desprendimiento del movimiento mapuche se radicalizó y optó por la violencia explícita. En rigor, el conflicto con los mapuches fue siempre un problema de Chile más que de la Argentina. Pero esa facción violenta quemó propiedades, vehículos y casas de puesteros en la vasta Patagonia. Actúan siempre con la cara cubierta por un pasamontañas.

Anteanoche, en la Capital, frente al Congreso, unos 20 manifestantes (de un total de unos 200) que pedían la aparición de Maldonado se convirtieron en feroces depredadores. Se parecieron más a Quebracho que a otra cosa y demostraron habilidad para moverse y manejar artefactos explosivos como las bombas molotov. Quemaron dos motos de la Policía de la Ciudad y no hirieron de casualidad a una policía que dirigía el tránsito. Apedrearon sin distinción todos los móviles de televisión que cubrían los desmanes. Periodistas y camarógrafos de TN, C5N y Crónica recibieron golpes. Proclamaban la anarquía como solución política y reclamaban la extinción del Estado. Un movimiento antisistema en toda la regla, más que una protesta por supuestos derechos históricos de pueblos indígenas. "La violencia que vivimos aquí la vieron ustedes en la Capital. Eso es lo que pasó", dijo un político patagónico.

Es probable que las imágenes de la televisión, que mostraron la depredación, terminen beneficiando electoralmente al Gobierno. No hay mejor oponente a la anarquía que la representación del Estado. Sin embargo, sería una mirada especulativa y de muy corto alcance.

Se sabe cuándo nacen estos movimientos violentos, pero nunca cómo terminan ni cuánto daño pueden hacer.

No son vísperas pacíficas ni tranquilas para las primeras elecciones durante la presidencia de Macri. Pero ¿qué días preelectorales lo fueron? Desde los tiempos de Alfonsín, las jornadas que preceden un acto electoral son siempre un volcán a punto de estallar. La tensión se extrema cuando las encuestas muestran números parejos. El resultado electoral, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, está en manos de un puñado de indecisos que, según una medición de DAlessio-Berensztein, se están inclinando en estos días finales por los candidatos del Gobierno o por Cristina Kirchner. Caras más optimistas se percibieron ayer en el oficialismo. "Estamos ganando", aseguró un exponente del oficialismo. El conflicto (todos los conflictos) será un problema del próximo lunes.