Durante 2016 y lo que va de 2017, con los beneficios de la devaluación y los créditos a tasas bajas respecto a la inflación, se preveía que existieran ventas de maquinaria agrícola mayores a la de los últimos años y así lo indicó la realidad, porque se concretó una gran cantidad de ventas.

Se pudo notar una participación prácticamente igual en compra de maquinaria de cosecha de parte de productores como de contratistas, 40% productores y un 60% contratista o productor contratista. Algunos concesionarios tienen números de 50% y 50% para cada uno.

Esta excelente participación de los productores en la compra de maquinaria de cosecha no se ve reflejada en la cantidad de hectáreas cosechadas por cada uno, dado que un contratista siempre llega al menos a duplicar la cantidad de hectáreas trabajadas durante la campaña cuando se lo compara con la cantidad de hectáreas que hace un productor. Si un productor hace 1200 hectáreas, seguramente el contratista coseche 2500 o más.

Hablando con contratistas de cosecha de varias zonas del país, se puede notar una gran diferencia de precios según zonas y según condiciones que muchas veces alcanza a una mejora mayor al 50% del precio de cosecha cuando el trabajo se cobra, lo que se debe cobrar versus un trabajo mal cobrado.

Los contratistas que bajan su precio por debajo del costo, o con muy poca diferencia, son los que terminan sin poder amortizar la maquinaria y por ende terminan saliendo del negocio en el corto a mediano plazo.

Un ejemplo de esto muestra que en una misma zona para mismos rendimientos hubo contratistas que cobraron 1800 pesos la hectárea de maíz cosechado, mientras que otros cobraron 1200 pesos/ha. O en soja estuvieron de 1300 pesos/ha a 900 pesos/ha. Por lo general, los más baratos tienen mayores pérdidas de cosecha porque deben ir más rápido para compensar el precio y por ende tienen mayores pérdidas de cosecha y menor mantenimiento de la maquinaria.

En el caso de cosecha, los contratistas siguieron marcando la tendencia de su porcentaje de área de cosechada cercana al 80/85%, mientras que los productores agropecuarios cosecharon el área restante. Ricardo Garbers, de Facma, sostiene que el porcentaje aún es mayor al 90% si se toman los números de ventas y la cantidad de hectáreas que logra cosechar cada uno.

La realidad indica que la tendencia seguirá siendo mayor para los contratistas dada la mayor eficiencia que logran y a su vez a que el sistema productivo mientras no se industrialice la producción requerirá de mayor cantidad de has para vivir de la producción de materia prima.

Un ejemplo de esto es lo que sucede en EE.UU., donde hace 15 años un productor vivía con 500 hectáreas y en la actualidad necesita más de 1200. Hay un punto donde ese productor por más que tenga una maquina grande no llega a cosechar la cantidad de hectáreas que necesita para vivir. Por otro lado, comprar otra máquina le representa muchos costos de mano de obra, con lo cual necesita sí o sí contratar el servicio que excede a su capacidad de cosecha.

Por otro lado, una tendencia que se dio estos dos últimos años es que los contratistas están prefiriendo tener máquinas no tan grandes y que prefieren tener dos en vez de una. No se discute que una cosechadora de las más grandes posee mayor eficiencia de trabajo, pero las condiciones del clima muestran que una máquina más pesada tiende a enterrarse más que las más chicas y por ende más livianas. Piensan que tener dos máquinas les da más cintura que tener una grande y que a la cosechadora más grande le cuesta llegar al número teórico de trabajo siendo el número real muy inferior.

En el tema costos, la realidad indica que los números en 2017 siguen siendo ajustados para los contratistas a diferencia de lo que fue en la campaña 2015/16, que mejoraron sus ganancias. Las zonas donde hubo mayores problemas con inundaciones han sido las más complicadas para lograr rentabilidad por parte de los contratistas y productores con maquinaria propia.

El autor es especialista en maquinaria agrícola