En este desafiante contexto, Macri deberá asumir el rol de orientar el G-20 en 2018. La organización del G-20 ya se perfilaba como un desafío mayor aún para Merkel, que organizó el G-8 en 2007 y el G-7 en 2015. El tradicional entendimiento entre los EE.UU., Europa y Japón está fragmentado en diversos temas. Lo que era el principal grupo de rulemakers -los que determinan las reglas- han visto la irrupción de un rulebreaker -un rompedor de reglas-: Trump. Este presidente confirmó el retiro de los EE.UU. del Acuerdo de París en lo climático y defendió el rol que juegan los instrumentos de "legítima defensa" comercial.

Merkel ha guiado el G-20, cuando Europa busca redefinirse. A días de las exequias del ex canciller alemán Helmut Kohl en el Parlamento europeo en Estrasburgo, Merkel buscó continuar el espíritu de Kohl, encontrando posiciones comunes para el G-20. Así reunió, la semana anterior a la cumbre, a los líderes de Francia, Italia, España y el Reino Unido, más dos países invitados -Holanda y Noruega-, para encontrar coincidencias. Además, Merkel está distanciada de Putin, por la situación en Ucrania. Uno de los eventos más trascendentes ocurrió fuera de las reuniones del G-20: la reunión entre Putin y Trump, con el acuerdo de un cese del fuego en el sudeste de Siria.

Junto al cierre de una base militar alemana en Incirlik y temas inmigratorios, la situación en Siria provoca también tensiones entre Merkel y el líder turco Recep Erdogan. China, la potencia emergente que aspira a ser un rulemaker, considera el G-20, que organizó en 2016, como un bastión para sus ambiciones geopolíticas. A pesar de proteger sus empresas a nivel local y de mantener su mercado bastante cerrado, China profesó su apoyo al libre comercio y a la cooperación global. A su vez, China procura introducir cambios en el sistema financiero internacional, que reflejen su creciente peso.

Antes del comienzo de la cumbre, Merkel había planteado la discusión de temas que pueden funcionar como un puente hacia la agenda del G-20 en la Argentina, en 2018. Éstos son el crecimiento económico sostenible e inclusivo y la distribución de la riqueza. En estos temas, la Argentina podrá presentar, en palabras del canciller Jorge Faurie, "una mirada desde el Sur", relevante para el mundo, pero que refleje elementos de una visión convergente entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico. En este contexto, la iniciativa de recibir a Chile como invitado especial, es altamente positiva.

La Argentina tiene la ventaja de no tener relaciones tensas con ninguna nación, dada su estrategia de "horizontes diversos", que busca establecer relaciones simultáneas y positivas con el exterior próximo, las potencias establecidas y las emergentes. Esto le permite encontrar y ofrecer soluciones aceptables para los países desarrollados y en desarrollo. Trabajando con visión estratégica, la Argentina puede aspirar a posicionarse como un efectivo ruleproposer -quien propone reglas- en algunas áreas específicas.

Un tema clave debe ser la creación de empleos sustentables. La Argentina no debe explicar a Europa, China o los EE.UU. cómo crear empleos en sus países, pero sí lograr su apoyo para que este tipo de trabajos se generen en el país y la región. Esto debe ser sobre la base de acciones -inversión extranjera directa, intercambios tecnológicos, acuerdos comerciales, sistemas de aprendizaje y reentrenamiento-, que apoyen un modelo de desarrollo con lineamientos claros y consensos sólidos. Como contrapartida, hay que mostrarles las consecuencias positivas que puede tener, para sus empresas y estrategias nacionales, el crecimiento económico de una región al sur del continente americano, sin ambiciones militares o geopolíticas.

La Argentina enfrenta el desafío de estar, según el Papa, "al fin del mundo". Esto hace que debamos ser inteligentes en cuanto al número de reuniones a organizar, para asegurar la presencia regular de los ministros del G-20, y el impacto de cada reunión. En adición a la importancia simbólica de haber visto al Presidente ubicado junto a los mandatarios de EE.UU., Alemania y China, organizar el G-20 es una gran oportunidad para aumentar el prestigio de su política exterior.

El Autor es Doctor en Relaciones Internacionales, miembro consultor de CARI y de Cippec