A diferencia de lo que ocurre en el resto del continente antártico, la dirección de los vientos en la península cambiaron: ahora, son más frecuentemente del Noroeste. Esto provocó aumentos de la temperatura del aire de superficie. A este cambio se le suma el incremento de la temperatura del agua del mar que se encuentra por debajo de las barreras de hielo. En consecuencia, el efecto combinado del aumento de la temperatura, tanto del aire por encima como del agua por debajo, impacta negativamente sobre estas barreras de hielo.

Según los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), pérdidas a futuro del manto de hielo de sectores marinos de la Antártida son posibles, en la medida en que el calentamiento global continúe.

Fenómenos como éste muestran, entonces, la manera en que la variabilidad natural del clima de una región, en este caso la península antártica, puede ser significativamente alterada por el calentamiento global.

Las pérdidas de mantos de hielo polares, junto con otros cambios observados como el aumento del nivel del mar, pérdidas de ecosistemas y aumento de los fenómenos climáticos extremos, han acelerado los esfuerzos internacionales para generar acciones conjuntas con el objetivo de mitigar el cambio climático. En particular, el acuerdo logrado en París en diciembre de 2015 apunta en la dirección correcta, al tratar de lograr que el calentamiento global no supere los 2°C. Sin embargo, los esfuerzos combinados de los países firmantes no son todavía suficientes y se requiere urgentemente aumentarlos.