Ganador del Oscar al mejor guión adaptado el año pasado, el film reconstruye los momentos previos a la crisis financiera de 2008, y el torbellino de ambiciones y dilemas éticos que sacudieron al diminuto grupo de financistas que pudo anticiparla.

Recordé esta película al ver 10 mil millones. ¿Cómo alimentar al mundo?, uno de los últimos trabajos del periodista y documentalista alemán Valentin Thurn. Pero también pensé en Mercaderes del espacio, novela de ciencia ficción escrita a principios de los años 50 por Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, que describe un mundo donde ya no queda nada de los "antiguos" estados nación, las grandes firmas comerciales combaten entre sí, los avances tecnológicos conviven con la carencia de alimentos y la mayor fuente de proteínas es una suerte de ave gigante, genéticamente intervenida y sin extremidades ni cabeza: un puro tejido biológico del que se extraen fetas de carne. Porque, sin los matices de la ficción pero tampoco con el tremendismo que podría asociarse a estos temas, en el documental de Thurn parece estar todo: la especulación bursátil ligada a los alimentos, las debilidades políticas, la amenaza del hambre masiva... y hasta la producción de carne "sintética" que de algún modo previeron Pohl y Kornbluth.

Así de complejo, plagado de aristas y perturbador es el documental de este activista contra el desperdicio de alimentos, que hoy a las 19 estará en la Biblioteca del Goethe-Institut, presentando su film en el marco de "Comunes" (encuentro internacional de economías colaborativas y cultura libre).

"El tiempo escasea", dice Thurn ante las cámaras, sin perder la calma pero dejando en claro la advertencia: a mediados del siglo XXI, la población mundial será de unos 10 mil millones de personas, y de momento nadie puede decir de dónde saldrán los recursos para alimentarla. Thurn -y nosotros con él- emprende un vertiginoso viaje de continente en continente, dispuesto a registrar los distintos modos en que hoy se producen y consumen los alimentos. Por sobre todo, pone en escena las dos posturas que, claramente enfrentadas, aseguran tener la solución del dilema: por un lado, la agricultura industrial; por el otro, la agricultura orgánica. Thurn habla con todos, y ésa es una de las grandes riquezas del documental. Escuchamos lo que dice un "gurú" de la bolsa de Chicago, un técnico de una sofisticada "fábrica de vegetales" en Japón, uno de los investigadores de la Universidad de Maastricht que está desarrollando carne de cultivo, el responsable de una corporación productora de semillas híbridas. Todos ellos afirman que sólo sus emprendimientos, gracias a los altísimos niveles de productividad que suponen, permitirán alimentar a toda la humanidad. En la vereda opuesta están la creadora de un banco de semillas rural en la India, el director de una granja orgánica en Alemania, la impulsora de pequeños cultivos comunitarios en Malawi, el creador del concepto "Pueblos en transición" en Reino Unido. Ellos sostienen que tras las promesas más audaces de la agricultura industrial se esconden dos amenazas: desarrollos tan sofisticados que terminarán abasteciendo sólo las góndolas de los países más ricos, y emprendimientos tan enfrascados en la productividad intensa y a corto plazo que, como en el cuento de la gallina de los huevos de oro, llevarán a la extenuación final a un planeta de por sí agotado.

Como siempre que se establece un debate, es fascinante seguir las argumentaciones de unos y otros. Thurn ofrece, además, una suerte de mosaico global para una discusión que abarca todo el planeta y que -todo lo indica- será decisiva para el futuro inmediato. O más bien, para ahora mismo.