La cañahua, un producto agrícola ancestral de Bolivia, se presenta como una oportunidad para la seguridad alimentaria del país y uno de los cultivos que mejor se podrá desarrollar en un futuro en el que se prevé habrá menos agua como consecuencia del cambio climático.

La progresiva reducción de la disponibilidad del líquido —impactada por efecto de las sequías e inundaciones— y la urgencia de incrementar la producción de alimentos en 60%, según Naciones Unidas, para satisfacer la demanda de una población mundial que crecerá de 7.500 millones este año al menos a 9.000 millones en 2050 hacen cada vez más importantes a los productos agrícolas cuyo desarrollo no requiere de mucha agua. Este es el caso de la chenopodium pallidicaule o cañahua.

La planta se cultiva principalmente en las regiones altiplánicas de Bolivia y Perú, y prospera en condiciones de baja precipitación y en suelos de pobre fertilidad y alta salinidad, según el El arte de cultivar cañahua. “Es un grano que no se conoce mucho”, pero que “nuestros abuelos usaban para su alimentación”, afirma Trigidia Giménez, productora de la planta y coautora del documento.

En el tiempo, este alimento “ha mostrado una gran adaptabilidad” y resistencia a los efectos del calentamiento global (sequías, heladas y granizos y otros fenómenos climáticos más intensos), detalla la ingeniera agrónoma, originaria del municipio orureño de Toledo, donde los campos de cañahua con plantas de color amarillo, verde, anaranjado, rosado, rojo o púrpura dan vida a un lugar gélido, en el que las temperaturas mínimas pueden llegar a los 8 grados bajo cero.

El alimento, de ciclo corto y que se produce una sola vez al año, posee un gran potencial y un alto valor nutritivo ya que contiene al menos un 15,77% de proteína, 7,12% de fibra cruda y 60,8% de carbohidratos, según datos del Congreso Nacional de Saberes y Conocimientos de la Cañahua.

Perspectiva. “Este es un cultivo del pasado, presente y futuro, porque a futuro los cultivos que produzcan con poca agua son los que van a sobrevivir”, expresa Giménez.

“Requiere poca agua porque las raíces no son profundas sino superficiales y porque la planta no tiene muchas hojas y tallos”, lo que aumentaría el consumo del líquido, explica Wilfredo Canaviri, productor de cañahua de Samiri, una granja privada familiar donde en los últimos 12 años se mejoró el cultivo del grano con tecnología. “Solo se necesitan (como máximo) 120 días desde la siembra hasta la cosecha”, subraya.

“Se puede sembrar hasta diciembre y se cosecha en febrero”, detalla Alejandro Bonifacio, responsable del Programa Quinua de la fundación privada Proinpa, que apoya la innovación en cultivos como la cañahua de productores de escasos recursos.

“Estamos contentos de promover y hacer conocer lo que no aparece ni en las estadísticas”, sostiene.

Giménez calcula que la producción actual del grano en Bolivia ocupa unas 1.000 hectáreas (ha), el 1,1% de la superficie plantada de quinua.

En Toledo existen 200 familias que se dedican a la siembra de este alimento, las cuales han logrado en los últimos seis años incrementar la superficie cultivada de espacios de 20 por 25 metros al menos a una hectárea por unidad familiar.

“Ser productor de alimentos es una profesión muy digna. Ser agricultor es para personas valientes, porque tienen que soportar frío y calor”, dice Giménez. “Las alcaldías deben promover la producción local” y “apoyar al agricultor con asistencia técnica, capacitación y tecnología” en toda la cadena productiva para evitar que haya más “tierras abandonadas” en municipios rurales productivos a casusa de la migración. “Hay mucho por trabajar por la cañahua”, subraya.

Grano con potencial industrial y gastronómico

Jorge Castel

Su amplia diversidad genética permite que la cañahua pueda ser empleada en la gastronomía y en la industria de alimentos, según El arte de cultivar cañahua.

La planta tiene características propias de las regiones donde se cultiva, indica el documento, que identifica al menos 12 variedades.

Las tres primeras son resistentes a la sequía y heladas, y fueron desarrolladas por la granja Samiri. La Janco y la Samiri son adecuadas para terrenos dulces y aptas para pito y pipocas, respectivamente, mientras que la Wila es tolerante a terrenos salinos e idónea para la elaboración de harinas.

Proinpa tiene registrados las variedades Illimani y Kullaca. Con ambas, que pueden adaptarse al cambio climático, se puede producir pito, peske, k’ispiña, sopa, refresco y hojuelas, entre otros usos industriales. Otra institución que trabaja en la recuperación y generación de variedades es la Facultad de Agronomía de la UMSA, “que tiene avances significativos para el registro de las Condornayra, Warikunca, Ak’apuya, Pukaya, Kullpara, UMSA 2006 y Agro 2006”.

Es formadora de músculos y ‘un Red Bull natural’

Jorge Castel

El alimento “es un anabólico natural formador de músculos”. Además, “cuando uno tiene mucho trabajo, un café más tres cucharillas de pito” de esta semilla se convierte en “un Red Bull natural”, dice Trigidia Giménez, coautora de El arte de cultivar cañahua.

La semilla, asimismo, tiene alto contenido de fósforo, que ayuda a mantener la agilidad mental. “Es una buena alternativa de seguridad nutricional local y nacional”, afirma la experta.

“La cañahua está naturalmente enriquecida”. El refresco instantáneo elaborado con pito del grano “sirve para no cansarse”, porque el hierro que tiene el alimento ayuda a transportar el oxígeno. “Además, como no tiene gluten, sirve para los celiacos”, destaca Alejandro Bonifacio, especialista de la Fundación Proinpa.

“Es importante que los bolivianos empecemos a incluir a la cañahua en nuestra dieta familiar, por lo menos consumirla una vez a la semana”, aconseja Jiménez, quien detalla que en el mercado el kilo de grano lavado está a Bs 20, la harina a 25 y el pito a 30.