El cristinismo aceptó, en efecto, que Florencio Randazzo tiene derecho a competir en las primarias abiertas y obligatorias del Partido Justicialista.

Nadie sabe si Randazzo competirá contra su ex jefa, pero Cristina se enfrentó a una primera derrota. No habrá lista única ni se evitarán las elecciones internas (condiciones que había puesto), salvo que ella esté dispuesta a irse del peronismo.

La opción de Cristina siempre fue una sola: o competía con Randazzo dentro de las PASO del peronismo o debería ir sola en una alianza de pequeños partidos que, en algunos casos, son veneno para las urnas. No existió ningún resquicio legal para proscribir por la fuerza a Randazzo del Partido Justicialista. Lo podría haber desplazado por las buenas -quién sabe- si hubiera intentado una política de seducción frente a su ex ministro del Interior. Pero una gestión así necesitaría que Cristina naciera de nuevo. Nunca intentó seducir a nadie cuando hizo política dentro del peronismo.

Ayer, temprano, Randazzo despejó todas las dudas: será candidato dentro de las primarias del peronismo. Le mandó una carta (firmada por él mismo) al presidente del peronismo bonaerense, el cristinista Fernando Espinoza, para pedirle de manera "urgente y perentoria" (escribió las dos palabras con mayúscula) que cumpla con la ley y que conforme cuanto antes la junta electoral. "Le manifiesto nuestra voluntad de participar efectivamente con listas propias en todas las categorías en las próximas elecciones PASO a efectuarse el próximo 13 de agosto", le anunció Randazzo a un impotente Espinoza, que hasta anteayer estaba hablando de lista de unidad. Randazzo cortó los puentes de una eventual retirada. Nadie vuelve de semejante compromiso. Después de la presión randazzista, Espinoza contestó que el ex ministro está habilitado para presentarse en las primarias. Fue la novedad de ayer. Punto final. ¿Se presentará contra Cristina? Silencio. No hay respuesta.

¿Aceptará Cristina las reglas del juego que le impone su ex ministro del Interior? En verdad, las reglas del juego las impuso Cristina cuando era presidenta y promovió la ley de internas abiertas y obligatorias. Había hallado la fórmula de la felicidad política, de la transparencia democrática y de la igualdad ante la ley, hasta que le tocó competir a ella. Ahora no quiere saber nada con las disposiciones de esa ley.

De todos modos, la respuesta a aquella pregunta es la incertidumbre que se esparce por todo el peronismo. Nadie sabe nada. Una versión cada vez más extendida señala que hoy la ex presidenta podría inscribir dos alianzas, una con el PJ adentro y otra sin el PJ. Esta última sería una coalición de pequeños partidos, como Miles de Luis DElía, el Frente Grande, Kolina o Quebracho. La lista con el PJ le serviría si ella no fuera candidata y delegara en Daniel Scioli su representación política y la cabeza de lista de todos sus candidatos. Ninguno de éstos podría ganar una banca por sí solo. La lista sin el PJ le sería útil en el caso de que ella fuera candidata. De esta manera, Randazzo se quedaría con el PJ y ella con la alianza de insignificantes. El mayor problema que tiene con esta última alternativa es que los intendentes y punteros del peronismo no quieren abandonar la estructura oficial y formal del peronismo. Después de todo, fue Perón el que creó el PJ como instrumento electoral del peronismo.

Cristina sometió a Randazzo a una intensa operación de ablande, que al final no dio ningún resultado. Randazzo también tenía una sola opción: o se enfrentaba a ella en la decisión de competir con lista propia en las primarias o ceder, retirarse y no volver nunca más a la política. Por eso, muchos creyeron que Cristina escondía algún recurso legal para directamente proscribir a Randazzo del PJ. Ese recurso no existió nunca.

"Cristina debería quedarse con el 54 por ciento de los votos que tuvo en 2011", explotó públicamente el senador Miguel Pichetto. Es decir, no debería ser candidata ahora a senadora. Pichetto, que apoya a Randazzo en su disputa con Cristina, planteó una posibilidad que pocos tienen en cuenta. ¿Y si Cristina no fuera candidata? Tal como están las cosas, el único escenario que beneficiaría a la ex presidenta sería el de un triunfo en la provincia de Buenos Aires. El único, por lo demás, que la rescataría del corredor de la muerte en el que la pondría el peronismo. Una derrota sería el fin ominoso de una larga carrera política. Si no se presenta, corre el riesgo de que el triunfo en la provincia se lo lleve otro peronista, Randazzo o Sergio Massa. También significaría el final para ella, aunque de una manera más digna. En cualquier caso, Cristina se está jugando en estas elecciones, por decisión propia, todo lo que le queda. Inútilmente. Coherente con su historia como jefa electoral. Siempre se equivocó en momentos de elecciones. Amado Boudou, Martín Insaurralde, Carlos Zannini y Aníbal Fernández fueron graves errores electorales.

Tampoco es seguro que la candidatura de Cristina le sirva a Mauricio Macri para polarizar en territorio bonaerense. O que Cristina tenga la victoria asegurada en la monumental provincia. Algunas encuestas recientes le dan una leve ventaja al Gobierno sobre la candidatura de Cristina. La novedad entusiasmó al Gobierno porque todavía no eligió candidatos ni empezó la campaña electoral en territorio bonaerense, sobre todo de parte del Presidente y de María Eugenia Vidal. Otras mediciones señalan que la segura fórmula Massa-Stolbizer como candidatos a senadores podría captar al voto macrista desencantado. "La persona que votó a Macri y que está desilusionada no votará a Cristina, sino a un candidato intermedio", dice un analista de opinión pública.

La candidatura de Cristina le serviría al Gobierno para confrontar el pasado con el cambio, pero no es seguro que los votantes sigan esa lógica. Si bien la grieta política está incrustada en la sociedad, el votante descubre en un día de elecciones que hay más grises en la política que colores rotundos. En un mundo donde proliferan las redes sociales, los anuncios sobre lo que sucederá en un día de elecciones son muy relativos. Vale la pena consignar el más reciente ejemplo. La primera ministra británica, Theresa May, destruyó en siete semanas todo el capital político o institucional que tenía por unas elecciones innecesarias. Creyó equivocadamente que las encuestas y los votantes no cambian, cuando a veces lo hacen en pocas horas.

Desde ya, y aun con las limitaciones consignadas, le sería al Gobierno mucho más difícil polarizar con figuras como Massa, Randazzo o el propio Scioli. Son personas normales para competir en elecciones normales. Cristina es una orfebre de la grieta y la imagen perfecta del pasado que muchos argentinos no quieren repetir. ¿Cómo Macri no la va a querer compitiendo contra él? ¿Qué jefe político, después de todo, no elige el camino más seguro para conservar el poder?