Para la agenda que agita a Washington, la reunión podría ser sólo una nota a pie de página. El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, anunció ayer la mayor reducción de impuestos de la historia del país.

Mientras, los legisladores se trenzan en una batalla presupuestaria que amenaza el funcionamiento de la administración. Además, la microefemérides de los primeros 100 días de Trump en el poder, que se cumplirán pasado mañana, promete nuevos decretos sobre trabajo, medio ambiente y migraciones.

La entrevista entre los dos presidentes tiene, así y todo, algunas peculiaridades capaces de recortarla del contexto. Ambos son empresarios. Y cultivan, en esa calidad, un sesgo antipolítico. Pero Macri es un aperturista, amante de la globalización, como Barack Obama . En cambio, Trump es nacionalista y proteccionista, como Cristina Kirchner . Muchos expertos lo califican, por eso, de fascista. O populista de derecha. Ésta es la paradoja: quien mejor podría interpretar ciertas melodías argentinas no sería el invitado, sino el anfitrión, a quien The Economist retrató, en la línea del historiador Federico Finchelstein, como "un peronista en el Potomac". Para tomar distancia de esta estética, sobre todo durante la campaña electoral, el gobierno argentino había previsto entregar una condecoración a James Carter, ícono del progresismo demócrata. Pero esa atención quedó para más adelante. Pedidos de la Casa Blanca.

Macri es el único jefe de Estado al que Trump conoce desde su reencarnación anterior, como hombre de negocios. Y viceversa. Durante los últimos años, cada vez que se encontró con un argentino, Trump le preguntó por Macri. Y por una venezolana que lo asistía cuando negociaban asuntos comerciales, hace más de 30 años. Muchos políticos y analistas norteamericanos suponen que este vínculo puede habilitar a Macri para hablar de manera abierta y amigable sobre los problemas de la región. Saben que la llave para conseguir algo de Trump es la empatía. Macri es un experto: durante aquellas antiguas transacciones solía perder partidos de golf para alcanzar sus objetivos. Al megalómano Trump no le molestaba: "Sé que me deja ganar, pero igual me cae simpático", comentaba.

Esta gravitación de las propensiones personales determina la dinámica de la administración. El encuentro de hoy fue organizado por la Casa Blanca, donde reina Jared Kushner, el yerno del presidente. Numerosos funcionarios norteamericanos quieren detectar quién ejecutará lo que se decida. No es que les interese la relación con la Argentina. Siguen buscando pistas sobre cómo funciona Trump. Sobre todo porque el secretario de Estado, Rex Tillerson, todavía está desdibujado. La incógnita vale también para Macri, que llega a esta cumbre sin embajador en Washington. Para cubrir esa vacante se menciona a Alfonso Prat-Gay. Salvo que se lo convoque para una función superior.

En el temario de hoy habrá un problema sobresaliente: Venezuela. Los Estados Unidos están endureciéndose frente a un régimen de rasgos dictatoriales. Es posible que el martes próximo legisladores demócratas y republicanos aprueben sanciones contra el gobierno de Nicolás Maduro. No suspenderán, claro, las compras de petróleo, indispensables para muchas refinerías norteamericanas. El socialismo del siglo XXI nunca dependió tanto del "imperio".

Macri coincidirá con Trump sobre Venezuela. Pero se cuidará de subrayarlo en público. Susana Malcorra venía apostando a una estrategia que recibió la bendición de la Santa Sede, hace una semana, en Roma. Consiste en la formación de un grupo de países que, en el marco de la Carta Democrática de la OEA, ensaye una mediación entre Maduro y la oposición. El experimento no debía adquirir el aspecto de encargo de Washington.

Macri estaría en las mejores condiciones para liderar ese proceso: es, con Evo Morales, el único presidente de la región que cuenta con un consenso interno superior al 50%. Al mexicano Enrique Peña Nieto, sometido a una crisis interminable, le gustaría sumarse a la iniciativa. Pero los venezolanos se resisten. Su canciller, Delcy Rodríguez, anunció que, como la OEA avanzaría hoy en esta dirección durante su reunión de cancilleres, su país abandonará la organización. Esa estrategia, "nosotros contra el mundo", debería superar un detalle: antes de partir, Maduro debe pagar una abultada deuda. Como fuere, el plan de Malcorra, acaso, llega tarde. La advertencia de Caracas condicionará el diálogo de hoy en el Salón Oval.

Venezuela es una de las dos cuestiones latinoamericanas en las que Trump tomó partido. La otra es Cuba. En Washington planean para los próximos días una reversión de los acuerdos de Obama con Raúl Castro. ¿Hasta dónde llegarán? Se ignora. Pero no hay que olvidar lo que significaron los votos de Florida para Trump.

Incógnitas

El resto de la política norteamericana para la región es un misterio. En el Consejo Nacional de Seguridad esa área está a cargo del brasileño Fernando Cutz, un joven funcionario de carrera. El responsable definitivo será el general Rick Waddell, compañero de armas en Afganistán de H.R. McMaster, el asesor nacional de Seguridad. Además de militar, Waddell fue el vicepresidente para el Cono Sur, con asiento en San Pablo, de British Gas. Debe mirar a la Argentina como el país de Vaca Muerta. Algo que también podría sucederle a Tillerson, quien antes de ser canciller presidía Exxon. Tillerson todavía no designó al subsecretario del Departamento de Estado para las Américas. Tom Shannon, que dominó ese campo durante los últimos tres lustros, representa la doctrina que Trump quiere abandonar: contención de Maduro y acuerdo colombiano con las FARC, auspiciados por La Habana.

El capítulo bilateral de la entrevista estará dominado por el comercio y el equipamiento para seguridad y defensa. Macri tiene una sola expectativa: reponer las exportaciones de limones. Sabe que será difícil flexibilizar las restricciones al biodiésel y a las carnes. En cambio, sí podría conseguir la restauración del comercio de cítricos. El contexto ayuda en este caso. Hay legisladores estadounidenses que creen que Trump firmará de un momento a otro la executive order para renegociar el Nafta. Uno de ellos, republicano, explicó: "Sería un buen gesto destrabar el intercambio con la Argentina, para demostrar que el presidente tiene motivaciones pragmáticas, no dogmáticas". En la Casa Blanca temen irritar a los productores californianos si la revisión de esa medida comercial no se exhibe como una obligación técnica, sino como una concesión política.

La controversia por el Nafta también se proyecta sobre Macri. Algunos dirigentes de estados productores de maíz, como Iowa o Nebraska, presumen que México tomaría represalias ofreciendo al Mercosur un tratado comercial. ¿Sabrán que Macri se lo sugirió a Michel Temer, en Brasilia, en febrero?

El principal interés norteamericano en la Argentina durante esta visita es la provisión de equipamiento militar y policial. Se trata de algo más que un negocio. A diferencia de lo que sucede en otros continentes, los Estados Unidos no cifran el riesgo latinoamericano en un país "peligroso", como podrían ser Rusia, Irán o Corea del Norte. Las amenazas de las Américas provienen de redes no estatales de crimen organizado, sobre todo del narcotráfico. Esta visión policial quedó al desnudo en un detalle: Trump designó al frente del Departamento de Seguridad Nacional al marino John Kelly, quien entre 2012 y 2016 fue el titular del Comando Sur del Pentágono. En esta lógica, el entrenamiento y el equipamiento de las fuerzas que deben combatir los delitos que se extienden sobre territorio norteamericano son una prioridad para Washington.

Los Estados Unidos retrocedieron en este mercado regional. Uno de sus competidores es Rusia. Y, en el rubro de la defensa aérea, Brasil. En la última licitación de la Fuerza Aérea compitieron los Texan T-6 de la Hawker Beechcraft con los Super Tucanos de Embraer.

Las cuestiones comerciales no se limitarán a lo bilateral. La Argentina está a punto de tener un doble protagonismo global. En diciembre, será sede de la OMC. Malcorra teme que la reunión porteña termine siendo la tumba de esa organización. Por eso le manifestará al secretario de Comercio, Willbur Ross, su interés en que el gobierno de los Estados Unidos asista a esa cumbre y no se deje llevar por sus pulsiones proteccionistas. Suena raro.

Otro motivo por el cual Macri y su equipo jugarán un rol internacional clave es que, finalizada la reunión de Hamburgo, el 7 y 8 de julio, comenzarán a organizar la cumbre del G-20 en Buenos Aires. En ambas asambleas, la de la OMC y la del G-20, tendrán un papel central los chinos, inesperados adalides del librecambio. Trump y Macri hablarán de China. No en vano la Casa Blanca sugirió al Presidente visitar Washington antes de viajar hacia Pekín.